Oxígeno en las filas, contundencia de Domadores apagafuegos
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Toda victoria se premia; si se trata de mantener inmaculado el casillero de las derrotas, mejor aún. No fue blandiendo la escoba esta vez, tampoco echaron mano los domadores de todos sus hombres de lujo. Con tres cambios en su alineación supieron imponerse una vez más con lo justo 3-2 al Azerbaiján Bakú Fires y refrendar su condición de líderes indiscutibles del grupo B de la IV Serie Mundial de Boxeo, ahora con 27 unidades, mucho para el resto de las franquicias contrarias.
Brillar, lo lógico tratándose de cualquier púgil de la escuela cubana. Así, cual santo y seña de nuestros mejores exponentes, se comportó el debutante de 20 años Leodán Núñez, quien provocó la ovación de todos los congregados y a pesar de recibir dos cortes en su párpado izquierdo, se impuso por veredicto unánime de 49-46, 49-46 y 48-47 a Magomed Abdulhamidov. “Es mi primera experiencia en esta Serie Mundial, salí con cautela, poco a poco fui ganando confianza, ese elemento que junto a una excelente preparación física me hace siempre pensar en la posibilidad de triunfo. Tuve que cuidarme después de sufrir la herida, pero en el quinto salí a morirme. Agradezco a todo este público hermoso que vino a apoyarme y no lo defraudé”, sentenció el capitalino.
No todo podía ser coser, golpear y cantar. La realidad sobre el encerado mostró algunas carencias de Pablo Vicente (60 kg), sobre todo en lo físico, con desgaste evidente a partir del tercer round. El también giraldillo no marcaba la diferencia a su favor, disperso en sus combinaciones y fuera de distancia. Un fuerte regaño desde la esquina lo hizo salir como una tromba en el quinto asalto. Su oponente, Hurshid Tojibaev, no quería declinar la pelea luego de ser examinada en par de ocasiones su herida en el lado izquierdo de la frente. Incluso se consideró airoso en el desafío, y estuvo claro en su veredicto, dividido por 48-47, 49-46, 46-49. Ciertamente el boxeo de nuestro representante no fue el de un vencedor, pues tan siquiera la afición le correspondió con sus aplausos. De cualquier manera, válida la experiencia y el oxígeno dado a nuestra principal carta, el doble as universal Lázaro Álvarez.
Contra la escuela de nombre Roniel Iglesias poco se puede hacer, aun cuando en los compases iniciales no mostró con todas las de la ley su contundencia sobre el cuadrilátero. Demasiada cautela en su golpeo, mucho cálculo sabiéndose mejor de punta a cabo y por consiguiente, un poco de apatía. Hasta que bastó un gesto en señal de reto de su oponente para que el pinareño desatara su furia. Ese último minuto y medio del segundo round fue el “demonio de Tasmania” quien lo disputó. Y de ahí en lo adelante, la lección fue irremediable. Tal magnitud tuvo su cátedra, que hacia el cuarto segmento Yahueni Ramashkevich perdió movilidad y se quedó sin argumentos en su bolsa de golpes y esquivas: “Roniel seguirá siendo el de siempre, a medida que vaya efectuando mayor número de combates, elevaré mi calidad. Salí con cautela para estudiar al rival, me era desconocido. Lo visto fue una muestra de preparación y de los deseos de seguir mostrándole al pueblo que Roniel tiene calidad, sea cual sea la división en la que se desenvuelva”.
Se antojaba como un reencuentro con el cuadrilátero, uno de exigencia superior, luego de poco más de dos meses de inactividad con intervención quirúrgica incluida, pero Julio César es Julio César, y como tal había que darle lo que un emperador del Cuadrilátero se merece. El punto de giro lo marcó el tercer asalto. Golpes demoledores ráfaga, esquivas milimétricas, ventaja en toda la extensión, la riposta, el ataque, en fin, recital de buen boxeo al otrora 91 kg y devenido 81 Teymur Mammadov. La dosis continuó sin misericordia, la arena clamó por Cuba y por Julio, retumbaron los asientos, se estremeció el coliseo de la Ciudad Deportiva. El doctor Julio trocó su manual de riposta y refinado estilo por el toma, recibe y fájate, típico del temperamento antillano, hasta que los jueces no tuvieron miramientos para decretarlo “doctor” monarca entre las cuatro esquinas con inobjetable 50-42, 49-43 y 49-45. “Me sentí en óptima forma desde antes de subirme al ring, no podía defraudar a mi entrenador y el total apoyo de mis compañeros de equipo, mi mamá, mi familia y el público de toda Cuba, también pendiente en todo momento. Fue maravilloso retornar acá y ante un rival exigente. Aposté a mi efectividad en el golpeo y salí a buscar en todo momento. El resultado da fe de que Julio César sigue entero”. Esa fue la sentencia del camagüeyano, su tradicional saludo marcial de mariscal de campo y capitán de equipo, su despedida. Júbilo total en los presentes, un aditivo a su sonrisa.
A veces el diablo ni siquiera por viejo sabe más… El súper completo granmense Yoandris Maceo (31 abriles) no pudo hacerse justicia frente al espigado Arslanbek Makhmudov, superior no solo en talla 1.93 por 1.83, sino también en la manera de boxear. A pesar de ser el pleito más deslucido de la velada, el visitante de 24 abriles sumó su quinto éxito frente a tres deslices en su andadura por la Serie Mundial. Para Maceo la noche de su estreno adverso 43-50, 45-49, 44-50 quedará en el plano de lo grisáceo, turbio, deslucido. La impotencia fue otro adversario ante el cual terminó cabizbajo, pues de nada valieron sus improperios a la hora de la votación decretada por los imparciales.
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