¡Qué fallo!

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¡Qué fallo!
Fecha de publicación: 
27 Febrero 2014
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Una revolución es un vuelco, una ruptura, un abrupto cambio de perspectiva. Es cuando los oprimidos dejan de creer en que los que mandan –los que los oprimen– tienen la verdad de su lado, y piensan que el mundo puede ser diferente de como ha sido hasta entonces.

Pero claro que los opresores no se resignan a abandonar sus posiciones de dominio y luchan a vida o muerte por ellas, aunque aparentemente, los “otros” sean sus connacionales: enseguida se enajenan de la mayoría del pueblo, porque las revoluciones –no los golpes de estado– siempre son obra de la mayoría.

En un respetuoso diálogo con el presidente venezolano aunque no tanto con sí mismo, el cantautor Rubén Blades, hace años uno de los abanderados de la canción social en América Latina, expone su concepto de revolución:

Para mí, la verdadera revolución social
es la que entrega mejor calidad de vida a
todos, la que satisface las necesidades
de la especie humana, incluida la necesidad
de ser reconocidos y de llegar al estadio
de auto-realización, la que entrega oportunidad
sin esperar servidumbre en cambio.
Eso, desafortunadamente, no ha ocurrido
todavía con ninguna revolución[1].

Ni va a ocurrir en ninguna revolución verdadera, Rubén. No era sino la voluntad de mejorar la calidad de vida de la gente lo que inspiró la Reforma Agraria cubana, que entregó parcelas a miles de campesinos sin tierra y, esencial para procurar mejor calidad de vida, fue la alfabetización cubana de 1961, –porque no hay autorrealización sin saber leer– pero enseguida llegaron la invasión de Bahía de Cochinos y el bloqueo económico que es repudiado cada año en la ONU, aunque acaba de cumplir 52.

Me fascina esa idea de que una revolución social “satisface las necesidades de la especie humana”, y claro que eso solo lo hace una revolución cuando se la ve históricamente: no habría democracia ni derechos humanos sin la prédica de los iluministas: sin Voltaire, Montesquieu, Rousseau, pero los que llevaron adelante esas ideas en la práctica social, los que las impusieron como “necesidades de la especie humana” –Danton, Marat, Robespierre , porque las monarquías gobernaban por derecho divino– guillotinaron a la aristocracia francesa que se rebeló contra ellas, la aristocracia que ahogaba en sufrimientos, en miseria los derechos de los sans culottes, acaso los que Evita Perón llamó en su momento “los descamisados” y Martí “los pobres de la tierra”.

El tiempo ha pasado, nos recuerda Blades, pero los derechistas venezolanos llaman “los tierrúos” a esos pobres sin zapatos que ellos explotan en el siglo XXI. Es imposible que una revolución haga felices a los dos grupos, porque la revolución va a dar justicia, y hacer justicia no es una fiesta de cumpleaños.

Es decir que nunca ha habido una revolución social como entiende Blades que debe ser. ¿Será que él no sabe lo que es una revolución social? Según se deduce de lo que escribe, no lo ha sido ni la inglesa, ni la francesa, ni la rusa, ni la mexicana, ni mucho menos la cubana que lideró Fidel Castro. Presumo que tampoco la venezolana de hace doscientos años, pese a que Blades escribe de esa Venezuela que ama como “el pueblo de Bolívar”. Y ¿qué hizo el Libertador? ¿Una tranquila y plácida obra de bienestar social? No gritó Patria o Muerte, sino que firmó un decreto de guerra a muerte para los enemigos de la patria, que eran los de la revolución.

Blades no sólo lo proclama ahora en esa respuesta a Maduro, sino que lo cantaba en sus canciones latinoamericanistas: “de una raza unida, la que Bolívar soñó”. Entonces, ¿el intento de realizar el sueño de Bolívar no es el proceso integrador que emprendió Chávez, y que enfrenta a un imperio que nos quiere divididos, sino que únicamente servirá para mover el culo bailando salsa? Y cantar a voz en cuello: “A to’a la gente allá en los Cerritos que hay en Caracas protégela”. A “to’a esa gente” la protegen, además de María Lionza, los médicos de Barrio Adentro, porque esos que gritan y agreden en las calles no se ocuparon jamás de la salud de los venezolanos humildes.

Tal vez fue María Lionza la que los mandó a bajar de los Cerritos, cuando el golpe de estado de abril de 2002, para sitiar el ocupado palacio de Miraflores y exigir el regreso del presidente que habían elegido. No te dejes confundir, Blades, “busca el fondo y su razón”, y trata de entender las revoluciones de la historia, no las que soñamos para tranquilizarnos.

Para Blades, el programa político del chavismo “obviamente no es aceptado por la mayoría de la población”. Lo que quiere decir que la mayoría que eligió a Maduro, no lo es. Blades ignora las 18 elecciones ganadas por el chavismo y el casi 60% de votantes que el PSUV obtuvo en las elecciones de diciembre –que la derecha dijo que sería un plebiscito– y declara mayoría a los representantes de la vieja derecha derrocada por Pablo Pueblo, porque ese hombre –nos recordó Neruda– despierta cada doscientos años, con Bolívar.

Me recuerdo a mí mismo, en los años setenta, en el antiguo apartamento de Silvio Rodríguez, con su puerta negra en la que había golpeado el mundo, descubriendo los primeros trabajos de Rubén Blades con la orquesta de Willy Colón. Nos encantábamos de encontrar una salsa patriótica, “La maleta”, aunque sabíamos que no eran ideas unánimes entre los latinoamericanos. Ninguna idea hondamente renovadora consigue apoyo unánime, al menos cuando aparece: el poder establecido –eso que los norteamericanos llaman stablishment– tiene muchos resortes, muchas maneras de “convencer”, de imponer sus intereses, y sabe que son pocos los que no ceden ante ellos.

Una cosa es cantar y otra vivir lo que se canta, y cantarlo en todas partes. Tengo vivo el recuerdo de ese extraordinario salsero que es Oscar D’Leòn, cantándole, en los años ochenta, a un público cubano que lo adoraba, que llenaba un coliseo de 15 mil localidades para escucharlo y cantar con él. Lo recuerdo feliz, arrojándose al suelo del aeropuerto de La Habana para besar la tierra de la isla al partir y, a las semanas, lo vi abjurando de su viaje a Cuba, cuando los magnates del disco en el Miami contrarrevolucionario, lo acusaron de comunista por cantar en La Habana, y amenazaron con cerrarle todas sus puertas, que eran también las más lucrativas de su realización como artista.

Oscar sabía que esa derecha, esa burguesía –y mucho menos el poder imperial que tenían detrás– no bromeaban: a Benny Moré, que era el mejor cantante de América Latina, la RCA Víctor no le grabó un disco más cuando decidió quedarse a vivir y a cantar en la Cuba revolucionaria.

Todo me lo explico, pero tengo la tristeza de que ya no podré escuchar a Rubén Blades como ese cantor de nuestra América que quiso ser.

Comentarios

Excelente artículo Guillermo. Tengo 50 años y también lo escuché hasta que se quiso postular para presidente y fue cuando su afán de poder me decepcionó. Desde entonces no lo escucho porque me huele a hipocresía. También coincido en que nunca llegará a ser ese cantor de nuestra América que quiso ser.
Muy buen articulo, y a este oportunista de Rubén Blades yo le preguntaria que en que consistiria entonces el proceso social que el intentaria llevar a cabo si hubiese salido de Presidente?, porque mi Revolucion Cubana lidereada por nuestro Comandante Fidel es un gran ejemplo de revolucion social y mas reciente aun la llevada a cabo por nuestro querido hermano Hugo Chavez y continuadaa por el querido Presidente Nicolas Maduro.
Magnífico artículo y esto va para Rubén Blades el concepto de Revolución de los cubanos y por lo que estamos trabajando.<br /><br />REVOLUCIÓN: <br />Es el sentido del momento histórico; <br />es cambiar todo lo que debe ser cambiado; <br />es igualdad y libertad plenas; <br />es ser tratado y tratar a los demás <br />como seres humanos; <br />es emanciparnos por nosotros mismos <br />y con nuestros propios esfuerzos; <br />es desafiar poderosas fuerzas dominantes dentro y fuera <br />del ámbito social y nacional; <br />es defender valores en los que se cree al precio de cualquier sacrificio; <br />es modestia, desinterés, <br />altruismo, solidaridad y heroísmo; <br />es luchar con audacia, <br />inteligencia y realismo; <br />es no mentir jamás <br />ni violar principios éticos; <br />es convicción profunda <br />de que no existe fuerza en el mundo capaz de aplatar <br />la fuerza de la verdad y las ideas. <br />REVOLUCIÓN es unidad, es independencia, es luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo, <br />que es la base de nuestro patriotismo, nuestro socialismo y nuestro internacionalismo.<br /><br />Esto,Rubén Blades es Revolución apréndelo de esta pequeña isla y de su invicto Comandante en jefe Fidel Castro.
¨lo que un día fue y ya no es es como si nunca hubiese sido¨...la sabiduria popular, Ruben blades,(con minusculas) te comio el ¨Tiburon¨, nada más que decirte.
Excelente articulo, me gusta tu punto de vista Guillermo, pero no podemos hacer tierra de Ruben Blade por pensar diferente.<br />El tiene su opinion sobre que es una revolucion, nosotros tenemos otra, no hay que maltratarse por eso.<br />En la Cumbre de la CELAC hubo mucha union y consenso en las cuestiones fundamentales y apesar de ello todos no tienen el mismo pensamiento.<br />Yo no estoy de acuerdo 100% con lo que dijo Ruben Blade pero voy a seguir oyendo su musica, el no es mi enemigo, ni quiere nada malo para nosotros.

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