HISTORIAS GUAJIRAS: Un hombre que «sopla» pulmones verdes
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Cuentan que hace unos 8 mil años, en el planeta había 6 mil millones de hectáreas de bosques. Ahora, hay menos de la mitad de esa cifra. Solo en Colombia se deforesta anualmente el equivalente a 4 millones de canchas de fútbol; 456 canchas en una hora; 7,6 canchas por minuto. A ese ritmo, Colombia no tendrá bosques en 40 años.
En la serranía del Escambray (al centro de Cuba) existe un área de manejo forestal que confirma la riqueza de un medio ambiente saludable y los éxitos del trabajo arduo, diario y sustentable del hombre para que los bosques en nuestro país sean una suerte de casa gigante donde convivan disímiles especies de la flora y la fauna.
El técnico medio forestal Orelvis Romero Almaguer, al frente del proyecto desde su fundación, el 2 de junio de 2004, por idea del General de Ejército Raúl Castro Ruz, entonces ministro de las FAR, explica que cuentan con 308 hectáreas divididas en seis fincas.
«Esta era una zona ganadera, muy deforestada, con suelos compactos por el pisoteo y afectados por exceso de pastoreo. La indicación fue plantar 150 hectáreas y manejar por reforestación natural la otra mitad, con especies de porte bajo y alto, y que se mantuvieran con hojas el mayor tiempo posible», rememora.
Hay caoba, teca, eucalipto, cedro, bambú, algarrobo, leucaena, y tienen el privilegio de ser los primeros en la central provincia de Villa Clara en sembrar la acacia magio, de rápido crecimiento y altos índices de logro y supervivencia.
«Me duele cada vez que alguien dice: qué cedros más buenos, o se asombra con las caobas. Solo les interesa el valor comercial de la madera. Mi placer mayor es entrar aquí y ver la biodiversidad. Mientras más pájaros tiene un bosque, más saludable está; quiere decir que abundan las semillas, los insectos…»
La silvicultura (fomento, desarrollo y manejo de los bosques) exige tiempo, constancia y amor. En los primeros tres años, los árboles son plantados, se chapean las malas yerbas, tiene lugar la poda selectiva para evitar horquetas y favorecer el crecimiento, y la de saneamiento, para quitar las partes enfermas.
En los tres siguientes sigue la limpia (chapea) y se ejecuta el aclareo, o sea, espaciar las plantas para que crezcan libremente y compitan entre ellas. Después viene el raleo: ir conduciendo el bosque a lo que uno desea. Si quieres bolos, quitas algunos para que los otros ganen en diámetro. La madera rolliza, empleada para varas y cujes en las cosechas de tabaco, está apta entre los tres y seis años. La acacia magio requiere de 10 años; la teca, 15; la caoba, 25, y el cedro, 30, refiere Orelvis.
Pero no todo es madera en una finca forestal. La sostenibilidad resulta imprescindible, por lo que también cosecha plátanos, malanga, arroz, frijoles, y cuenta con rebaños de vacas, chivos, carneros, cerdos y aves. «En el sotobosque hay gramíneas que les sirven de alimento al ganado, y así se elimina material combustible. Donde se pastorea, la chapea es más ligera».
De solo observar los predios en los que vive Orelvis, uno se percata de la eficacia de su labor para que esta región del centro de Cuba sea oxígeno puro, emanado de los más verdes pulmones que puedan existir.
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