Chile: Cuando la desidia predomina
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El peor enemigo al que tiene que enfrentarse la primera mujer chilena que ha ganado dos veces electoralmente la presidencia, Michelle Bachelet, es la imperante desconfianza de gran parte de la población de la nación suramericana ante la tradicional política de «democracia representativa» que no acaba de sustituir como debe el gran lastre que dejó la dictadura de Augusto Pinochet.
Y es porque aunque la actual mandataria dejó más del 80% de las simpatías al finalizar su primer mandato (2006-2010), poco pudo hacer en aquella ocasión ante un congreso remiso a cualquier cambio, un sistema legislativo defensor de una Constitución hecha a la medida de los deseos pinochetistas, y unas fuerzas armadas donde pululan aún elementos que debieran ser culpados por crímenes de lesa humanidad.
Además, Bachelet no pudo bajar el índice de extrema pobreza que durante el saliente gobierno de derecha volvió a elevarse, alcanzando el 18% (estamos citando de extrema pobreza), y Chile, a pesar de su crecimiento económico, sigue siendo la nación con más desigualdad social del continente.
Si a eso agregamos que las relaciones con la etnia mapuche no han sido buenas y continuaron mal atendidas, y que la distorsionadora propaganda opositora hizo hincapié en que muchas de las promesas electorales de la victoriosa Bachelet se asemejaban al programa de cualquier candidato defensor del neoliberalismo, podemos hallar la respuesta a tanta abstención, que rozó el 60% en la segunda y decisiva vuelta.
Asimismo, no hubo contrario de cierto nivel de la derecha que se le opusiera, porque se conocía que sería derrotado en elecciones libres y transparentes, y no querían «quemarse» ante la que siempre ha sido la favorita.
Los partidos de izquierda y centro que apoyaron a la mandataria tienen en estos momentos mayoría en el Congreso, pero insuficiente para hacer cambios profundos, por lo que la Presidenta tendrá que negociar con entes de la derecha, con el fin de eliminar en la Constitución el diseño pinochetista que impide la construcción de mayorías parlamentarias e hizo encallar varias de sus iniciativas durante su primer mandato.
Bachelet se propone revolucionar la educación pública para que Chile pueda crecer sostenidamente en el futuro. Por eso, su eslogan de tener un «Chile de todos», y de enfrentar la desigualdad para que los beneficios del progreso dejen de ser percibidos por unos pocos. «Solo así crearemos una base social y política que nos permita dar el salto del desarrollo económico que requerimos», agregó.
En realidad, Michelle Bachelet tiene un ambicioso programa que le será difícil de llevar a cabo en solo cuatro años de mandato, pero que, de todas maneras, necesita de la confianza de todos los sectores de la población, entre ellos, y muy principalmente, de esos apáticos y desconfiados abandonados a su suerte, ignorantes de lo que pasa, porque están más preocupados por subsistir día a día.
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