El encuentro entre Obama, con las marionetas que su gobierno dirige y financia desde la Oficina de Intereses de Estados Unidos en La Habana, ocurrió en la residencia de Jorge Mas Santos, presidente de la Fundación Nacional Cubanoamericana, una organización terrorista implicada en las bombas que fueron colocadas en La Habana en 1997 y que le costaron la vida a un ciudadano italiano.

“Hemos empezado a ver cambios” en Cuba dijo Obama ante la presencia de los mercenarios.

Sin dudas, resulta un cambio notable que el presidente de Estados Unidos ya no necesite ni de mensajes cifrados ni de teleconferencias en la sede diplomática estadounidense en La Habana para alentar a una oposición en la cual, solo la USAID, ha gastado infructuosamente cientos de millones de dólares de los contribuyentes norteamericanos.

Como demuestra esta primera reunión de Obama con los escasos defensores de los intereses de Estados Unidos en la Isla, que tiene lugar tras la nueva política migratoria cubana, ya hasta el inquilino de la Casa Blanca, puede darle un espaldarazo, ante las cámaras, a sus agentes en La Habana.

Resulta sin embargo contradictorio que el hombre que llegó a la Casa Blanca en nombre del cambio, además de no haber cumplido casi ninguna de sus promesas electorales y haber incrementado el bloqueo contra la Isla, no haya cambiado una letra del llamado plan Bush, conocido también como Informe de la Comisión para la asistencia a una Cuba libre, en el que se planteaba un mayor apoyo de Estados Unidos a los grupos mercenarios con en el fin de propiciar un cambio de régimen.

Política ésta última que de novedosa ni "creativa", por cierto, tiene nada, aunque los Mas Canosas truequen las bombas de C4 por USB y los bandidos del Escambray sean ahora "pacifistas" que no ocultan su admiración por connotados terroristas.

El encuentro de Obama con los mercenarios ni siquiera sorprende. Hace algo más de una semana la líder de las llamadas Damas de Blanco sostuvo una reunión privada en la Casa Blanca con el vicepresidente Biden y, más o menos por esa fecha, Guillermo Fariñas se reunió con el asesino más conocido de América, Luis Posada Carriles, quien vive libremente en Miami al amparo de los mismos que propiciaron el encuentro de Obama con los mercenarios cubanos.