Reguetón ¿pa gozar?
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A una muchachita de preuniversitario, a un muchachón que estudia en la Universidad y a un niño de secundaria básica que escuchaban, a máximo volumen en una parada de ómnibus locales, toda una antología de lo peor del reguetón cubano, les pregunté para qué les servía esa música y la respuesta fue unánime: «pa gozar».
Ya lo dijo quien lo dijo: «cada uno goza con lo que le gusta y cada cosa tiene distinto sabor», pero lo que soy yo, «gozo» con los Van Van y no soy ninguna puritana, disfruto el doble sentido de «El negro cocinando», por ejemplo y, lo confieso, no me molestan ciertas expresiones en las letras de la música popular, puedo hasta «gozar» con algunas canciones de Calle Trece, pero de ahí a disfrutar los siguientes bocadillos…
«Hoy me levanté con ganas y no había nadie en la casita, menos mal que tengo a Manuela, menos mal que tengo a Manuelita… te digo que es señorita».
«Dame un chupi chupi, que yo lo disfruti, abre la bocuti, y trágatelo tuti».
¡Hasta neologismos tenemos! ¡Dime algo, Alejo! Esto sí es lo real maravilloso. Y no puedo decir que esas fueran las peores frases, esas son, de las que logré entender, las que me parecieron reproducibles, no voy a mencionar las palabras innombrables que mis hijos y yo estuvimos obligados a escuchar hasta que, por fin, pasó la guagua.
¿Qué, qué, qué, qué, qué estás formando tú?
Según la enciclopedia colaborativa cubana Ecured, «el término reggaetón se deriva del reggae jamaiquino. Intérpretes puertorriqueños y panameños combinaron el reggae con el rap en español, el hip hop y otros ritmos latinos, lo cual dio como resultado el género musical denominado reggaetón».
Música urbana, música de barrio, son algunos de los términos con los que se le ha clasificado, y no faltan compositores e intérpretes que realmente expresen en sus letras el sentir, la idiosincrasia, las costumbres, la cotidianidad de su medio social con responsabilidad y respeto, sin necesidad de renunciar a un glosario auténtico y al realismo de las imágenes.
Ahora bien, muchos, demasiados, la mayoría con total desconocimiento del origen del género, han decidido hacerlo añicos y ganarle muchos más detractores que fanáticos abusando de la grosería, la violencia, el machismo, la delincuencia, el proxenetismo, la drogadicción, y así una selección de los peores valores y conductas posibles.
Entonces me apropio de una pregunta tristemente popularizada por el propio reguetón, y la devuelvo con un sentido muy diferente, quiero saber si se han propuesto promover y evolucionar el reguetón o eliminarlo, aniquilarlo definitivamente como la expresión artística y social que podría ser.
¿Qué están formando? ¿Baile y diversión? Un poco, es cierto, pero si tenemos en cuenta que esta misma canción, Cerro Cerrado, provocó el «cierre» de varios barrios más en la capital, en una fuerte competencia de intimidación y guapería; o cuando recordamos la imagen de uno de los más seguidos reguetoneros luciendo un temerario bate en plena transmisión televisiva de un espectáculo musical —y digo temerario porque coincido plenamente con la preocupación del profesor Julio César González: «fuera de un estadio de pelota, ¿para qué se puede usar un bate?»—; si tenemos en cuenta esto, están formando bastante mal ambiente.
¿Y qué me dicen de este muchacho? ¿Qué edad le calculan? Pues al que le guste, que lo goce, pero a mí me espanta oírlo cantar estas cosas sobre una niña. La Menor es el título del tema, y si es menor que él… imagínense… aquí les va:
«Yo no puedo estar contigo porque tú eres menor de edad, cuando seas mujer... yo no estoy pa meterme en tu drama, tú estás acabando y no te estás cuidando, yo te doy un beso si tú quieres, pero no te aceleres, mami, no te desesperes, que tú eres loca y te tocas y después te muerdes la boca (...) yo sé que tú lo haces porque te entretiene, pero tranquila, mami, que lo tuyo viene…».
Sumémosle que escuché a una niña de cuatro años en un dúo ocasional con Danger, una estrella del reguetón cubano que creo no pasa de los diez u once años, metidos en una historia de amor frustrado, en unas problemáticas que Dios libre a mi hija de pensar en ellas por lo menos hasta los veinte y tanto, en fin, me pregunto en qué están pensando los padres de esos niños, y lo confirmo: por muy contagioso que sea el ritmo, con semejante cosa yo no puedo gozar.
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La Moda
carmen rosa vazquez
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