Cruce de ideas con el enemigo
especiales
Pero, aun sin proponérselo, desliza elementos que contribuyen a lograr una interesante cercanía al verdadero pensamiento de los enemigos del chavismo.
Delgado comienza escribiendo una verdad: la desaparición física de Hugo Chávez y los actuales problemas internos que afronta Nicolás Maduro no significan el próximo fin del socialismo del siglo XXl.
Luego se contradice a sí mismo. Por un lado, califica al proceso bolivariano de Venezuela como un modelo «de exportación», pero a la vez opina que podría «continuar ganando adeptos» en la zona.
¿La fuente de tan curioso punto de vista? Luis Fleischman, profesor de Ciencias Políticas del Wilkes Honor College de la Florida Atlantic University.
Este último, tutor de Delgado, acaba de publicar un libro bajo el título Latin American in the Post-Chávez Era, donde expone sus criterios al respecto.
A renglón seguido, de forma rústica iguala lo revolucionario con lo autoritario, al exponer que en el área amenaza un proyecto político supuestamente democrático que en su esencia «es revolucionario».
El gobierno inspirado en Chávez, subrayó el tutor de Delgado, es un régimen «altamente revolucionario» que controla la sociedad civil por medio de la dominación y la intimidación.
Cegado por su ideología, el ilustre profesor Fleischman llega a indicar que el movimiento chavista no solo reprime a los empresarios, «también a la clase obrera», porque la asocian con el viejo régimen.
Al emular con sus propios disparates, luego de afirmar lo anterior, el catedrático apunta que el modelo venezolano doblega o destruye todo mecanismo de organización social, del Estado y la separación de poderes.
Interpreta el reiterado principio de la unión entre los militares y el pueblo, tan significativo en América Latina, como una acumulación y control del poder más allá de la sociedad civil.
Defensa implícita del orden que prevaleció en Venezuela, cuando las fuerzas represivas impusieron gobiernos ajenos a la inmensa mayoría de la población, hasta el extremo de asesinar públicamente a miles de personas.
¿Qué no agrada al maestro del colega Delgado? Que líderes carismáticos —al estilo de Hugo Chávez— no hayan militado en los partidos tradicionales y vengan después a resolver el déficit que dejó aquella democracia.
Explica que figuras como Chávez irrumpieron en el escenario público debido a la «desconexión entre la población y los partidos políticos», y ello permite el avance de esta revolución.
Según las ideas del profesor estadounidense Fleischman, que Antonio María Delgado repite en El Nuevo Herald, gobiernos como el de Caracas utilizan las elecciones a manera de máscara democrática.
Estiman que los nexos chavistas con la vía electoral «serán efímeros», e incluso llegan a vaticinar que «en un futuro cercano dejarán de llamar a comicios», y eventualmente «serán abolidos».
A manera de peligrosa conclusión respecto al asunto, el profesor Fleischman dice, y El Nuevo Herald lo amplifica, que en Venezuela «no hay salida electoral», porque sus dirigentes «no juegan limpio».
¿En qué momento esa jugarreta? Cuando el presidente Maduro se dirigió al Parlamento solicitándole poderes especiales para desbaratar el añejo complot que Washington mantiene allí.
Antonio María Delgado y sus asesores norteamericanos hacen una valiosa contribución en lo que atañe a seguir revelando el verdadero pensamiento de los enemigos de Venezuela.
Añadir nuevo comentario