Se acabó el Festival... ¿y ahora?
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El Festival de Radio y Televisión que concluye este viernes en La Habana ha tenido una gran repercusión en los medios. Pocas veces una cita como esta ha recibido tanta cobertura. En realidad ha sido un cónclave importante: decenas de compañías de cuatro continentes se han reunido en el Palacio de Convenciones. Se han firmado convenios y acuerdos de colaboración. Se ha discutido sobre la calidad de la programación y se han perfilado estrategias. Se ha hablado de tecnología, de estrategias comunicacionales, de modelos de difusión... "No quisimos de venir a hablar solo de nuestros problemas de todos los días —afirma Omar Olazábal, presidente del comité organizador—, sino más bien del futuro de nuestros medios". Si esas eran las pretensiones, pues hay que decirlo: el festival ha sido un éxito.
El nivel de las discusiones y las conferencias habla de una vocación de cambio, de un interés por mejorar las propuestas, de una capacidad de escuchar experiencias saludables. La televisión y la radio que se han vislumbrado son sustancialmente superiores. Pero, también hay que decirlo: todavía están lejos de la realidad concreta de nuestros canales y nuestras emisoras. No vayamos a los extremos: no es que tengamos la televisión catastrófica que pintan sus muchos detractores, pero tampoco contamos con la televisión que merecemos y la que podríamos tener si aprovecháramos mejor los recursos y el potencial humano. Esa es la polémica de siempre: ¿para qué sirven estos encuentros si hasta ahora no se ven grandes repercusiones en la parrilla rutinaria?
Bueno, para algo sirven: para crear conciencia de la necesidad de un cambio. No un cambio de modelo: no está en discusión la supervivencia de la televisión y la radio públicas. Se trata más bien de un cambio de esquemas de producción, de maneras de contar, de formatos e intencionalidades. La televisión y la radio no se hacen con buenas intenciones, hacen falta pericia, sentido común, talento y, por supuesto, recursos. Y ahí está ahora mismo el principal obstáculo objetivo: ¿es posible hacer una programación más atractiva con los pocos recursos con que se cuenta en este lado del mundo? A juzgar por el entusiasmo de los ponentes y delegados, es posible. De plazos no se habló mucho.
OMAR RINCÓN CANTÓ LAS CUARENTA
Una de las conferencias más aplaudidas en estos días fue la del investigador y profesor colombiano Omar Rincón. Rincón es un comunicador muy capaz, se echó al auditorio en el bolsillo a pesar de que su alocución fue bastante crítica con la realidad de las radios y televisoras públicas en el continente. Nuestros medios, se sabe, son bastante peculiares dentro del concierto latinoamericano (para bien o para mal), pero muchos de los señalamientos de Rincón nos vienen como anillo al dedo.
Rincón habló de que las televisoras y radios públicas no suelen tener mucho público (no es el caso de Cuba, obviamente, donde no hay otros modelos alternativos). Dijo que suelen ser "instrumentos de propaganda", cuando en realidad deberían ser "televisiones y radios gubernamentales" o sea, deberían estar respaldadas por un mecanismo que trascienda diferencias políticas circunstanciales. Afirmó que el valor ahora mismo está en los contenidos, lo escritural, "lo solemne"... cuando debería estar en la capacidad de emocionar, de entretener. Consideró que se asumen los medios públicos como transmisores de "cultura y educación", olvidando que en primer lugar hay que ofrecer cultura emocional, autoestima, o lo que es lo mismo: "darle la pantalla a la gente".
El profesor recordó que se suele imitar acríticamente a los canales comerciales o las televisoras públicas europeas, que se cree que los formatos y los modos de narrar no tienen ideología. Más bien es todo lo contrario: los formatos imponen cierta manera de ver el mundo, tienen un fuerte trasfondo político. Por último y no menos importante, Rincón se rebeló ante la idea de que el entretenimiento es pecado, un acuerdo tácito al que parecen haber llegado las empresas públicas de radio y teledifusión. Entretenimiento no significa banalidad ni tontería, al menos no solo. Hay que proponer entretenimiento con otras lógicas.
Ese último punto afecta particularmente a nuestras programaciones: suelen ser aburridas, demasiado "serias" y encorsetadas... Nada que ver con la idiosincrasia de estas tierras. Omar Rincón propone mirar lo popular evitando el populismo: "una narrativa y una estética de lo auténticamente popular. Más que en contenidos hay que pensar en las maneras de contar, en los rituales. Las televisoras públicas deberían ser laboratorios culturales.
Está claro, son consideraciones muy personales, admiten una discusión (aunque la mayoría de los delegados las aplaudieron entusiastamente)... pero ponen muchos puntos sobre las íes. El mundo está cambiando (siempre ha estado cambiando) y la televisión tiene que cambiar junto con él. Según Rincón, hay que perder el miedo o el complejo de ser justamente como uno es, hay que "meter" lo popular en las parrillas, hay que incluir más entretenimiento, hay que ser menos didácticos, hay que hacer programas que suban la autoestima de la gente, hay que hacer una televisión más cercana al día a día...
Lo cierto es que eso se dice fácil, pero otra cosa es ponerlo en práctica. "Es posible hacer todo eso, teniendo en cuenta nuestras características... pero tiene que haber voluntad política e institucional" —afirmó uno de los delegados mientras el auditorio en pleno ovacionaba a Rincón.
QUE CADA QUIÉN DIGA LO QUE PIENSE
Voluntad institucional. Es difícil definir "voluntad institucional". Seguramente algunos de los directivos de la radio y la telelvisión cubana no estaba de acuerdo con todo el discurso de Rincón, pero todos si coincidían en la necesidad de que los especialistas, docentes y creadores expresara sus ideas. Otra cosa es hasta qué punto se aprovechen esas ideas. E incluso: hasta qué punto son viables.
Lo cierto es que la gran mayoría de los asistentes al Festival piensan que la radio y la televisión deben cambiar, pero sobre el alcance y los caminos de ese cambio hay multitud de opiniones. Todo el mundo cree que tiene debajo del brazo la televisión ideal. Pero los más probable es que solo puedan hablar de "su" televisión ideal. El trabajo de armonizar propuestas, de equilibrar intereses, de complacer aspiraciones y atender necesidades es titánico.
Eso sí, más allá de subjetividades hay problemas objetivos que el Instituto Cubano de Radio y Televisión (ICRT) tiene perfectamente identificados pero que no acaba de resolver. La desprofesionalización del personal es uno de ellos. La baja calidad de la factura de muchos programas es otro. El "divorcio" entre "la realidad" y su reflejo; la grisura y falta de espectacularidad; la banalidad y los problemas de jerarquización; la chapucería y el mal gusto de muchas propuestas... Esos asuntos llevan años sobre el tapete, pero nunca antes se habían "concientizado" tanto.
"Hay que tener claridad en algo: los cambios no pueden ser tan rápidos como muchos quisieran —afirma Olazábal. Es necesario lidiar con esquemas y maneras de pensar instaurados por años. Hay también muchas visiones e intereses... Tenemos que ir con calma, pensándolo todo muy bien. Aceptamos que hay muchos problemas, pero también son evidentes algunas mejoras. No nos hemos cruzado de brazos".
ANTES DEL APAGÓN ANALÓGICO
El otro gran tema del encuentro ha sido el proceso de digitalización de la televisión en Cuba. No es una alternativa, es una necesidad insoslayable. Dentro de algunos años dejará de producirse la tecnología analógica, es hora de dar el salto. Pero como era de esperar, en Cuba —como en otras naciones— debe hacerse por etapas. Ya se están dando los primeros pasos: más de 45 mil familias en la La Habana forman parte de un experimento en el que participan varias instituciones: desde el ICRT hasta empresas y grupos tecnológicos y de telecomunicaciones (RadioCuba, ETECSA, Copextel, Ministerio de las Comunicaciones...).
Las bondades de la digitalización para el público son muchas: mejora considerable de la calidad de recepción, más canales, más servicios asociados... Pero el proceso tiene un costo considerable, y debe ser asumido con efectividad. De hecho, toda la renovación del equipamiento de la televisión está asociada con este asunto: no vale la pena hacer inversiones en tecnología que pronto será obsoleta.
El cambio tecnológico ofrece también más posibilidades a los creadores. De hecho, exige nuevas formas de producción, una "renovación estética". Los directivos creen que hay potencial entre los realizadores y técnicos para lograr el salto. Pero es una cuestión que se decidirá en la práctica. Ahora urge probar el sistema digital en La Habana, que es el escenario más difícil por sus características geográficas, los altos edificios, el ruido ambiental... también porque en la capital están creadas todas las condiciones técnicas para el experimento.
El ingeniero Glauco Guillén, director del Instituto de Investigación y Desarrollo de las Telecomunicaciones, cree que si todo sale bien en La Habana, saldrá bien en el resto del país. Se supone que el proceso termine en 2021, pero Guillén es optimista: "Es una fecha límite, creo que se puede terminar antes. Por supuesto, tendrá que ver con la capacidad del país para asegurar que todo el pueblo tenga acceso a esta nueva tecnología. Queda claro que no vamos a dejar a nadie sin televisión, esa es una política del Estado".
Por ahora, los televisores con tecnología analógica (la mayoría en Cuba) pueden acceder a la señal digital mediante una caja decodificadora. Esa debe ser la principal forma de acceso en las primeras etapas. El experimento (la migración) se irá extendiendo paulatinamente por todo el país.
DEFENDER LA CULTURA Y LA IDENTIDAD
Waldo Ramírez, representante de Cuba en TeleSur, está convencido de que el nuevo panorama tecnológico plantea muchos retos, pero también ofrece oportunidades. "Hay que incentivar la producción nacional, el intercambio de contenidos entre televisoras afines. Sin renunciar a lo mejor de la producción extranjera, es necesario potenciar nuestros mensajes, el acervo de nuestros pueblos".
Ese es uno de los grandes cometidos de las televisoras y las radios públicas: está claro que las compañías privadas seguirán operando según las leyes del mercado. El Festival de Radio y Televisión de La Habana (que según su presidente más bien es una convención) se puede convertir en uno de los referentes internacionales de esa lucha.
Quizás los debates todavía no tengan demasiada repercusión en las propuestas que millones de personas reciben cada día por sus aparatos de radio y televisión, pero el hecho de que al menos se discutan los problemas y se analicen las posibles soluciones ya es un paso de avance. En tiempos de convergencia mediática, de internet y realidades virtuales, de interacción y revoluciones tecnológicas, la televisión y la radio siguen siendo la principal ventana al mundo, al entretenimiento, el conocimiento y la cultura de muchas personas. En Cuba, nadie lo duda, sigue teniendo un impacto extraordinario. Es uno de los grandes temas de debate nacional.
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