El trompetero mayor: Warren Buffett no es la Madre Teresa

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El trompetero mayor: Warren Buffett no es la Madre Teresa
Fecha de publicación: 
15 Septiembre 2013
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Sobre el segundo hombre más rico del mundo –después de Bill Gates- se ha escrito bastante en los últimos tiempos y publicado sus consejos, generalmente aceptables, cómodos para la mayoría, por lo cual no es pecado darle margen a su sinceridad. En definitiva, nadie le obliga a donar, aunque, por supuesto, vivir de la caridad no es solución alguna para los problemas de la humanidad, mayormente estructurales. 

 
Porque esto de la caridad, cristiana o no, podemos ejemplificarlo con el accionar durante toda su vida de la Madre Teresa, dedicada a mitigar el sufrimiento de los más pobres de los pobres, pero no con Buffet, porque detrás hay centenares de esos multimillonarios devenidos en filántropos, pero incapaces de crear un clima de justicia social.                                                                                                                     

Quizás el más o único sincero de la cofradía, el menor de sus tres hijos, Peter, compositor y músico, partiendo de su propia experiencia como director de una de las fundaciones creadas por su padre, explicó a The New York Times la necesidad de encontrar una nueva forma de filantropía, ya que el sistema de donaciones actual ha fracasado y creado una “máquina de pobreza eterna”.                                                                                                

“En las reuniones de grandes filántropos se puede ver a jefes de Estado, inversionistas y líderes corporativos. Con su mano derecha, están buscando respuestas a problemas que con su mano izquierda ha creado la misma gente presente en la sala”, confiesa.                                       

De hecho,  “a medida de que cada vez más vidas y comunidades quedan destruidas por el sistema que crea grandes volúmenes de bienes para unas pocas personas”, se refuerza el fenómeno que Buffett hijo llama “lavado de conciencia”, y sostiene: “No estoy llamando a poner fin al capitalismo, estoy llamando a desarrollar el humanismo”.

 

Es decir, dedicarse a la caridad empieza a verse como algo “heroico”, por lo que una persona rica justifica su exagerada fortuna “rociando” bienes sobre otras personas, lo que le ayuda a “sentirse mejor”. 

El sector benéfico va creciendo, es una ‘industria’ que solo en EE.UU. ha generado unos 316 000 millones de dólares en el 2012 y da empleo a 9,4 millones de personas.                                                                         

Pero numerosos estudios demuestran que, al mismo tiempo, va aumentando la brecha entre los ricos y los pobres. De hecho, a la hora de donar dinero para aliviar los sufrimientos de alguien, muchos filántropos modernos preguntan que cuál será el retorno de la inversión.

Otro problema es el llamado “colonialismo filantrópico”, que consiste en desarrollar proyectos que a primera vista son buenos para países pobres, pero se realizan con “poco conocimiento del terreno”, y por eso no resuelven los problemas.

CARIDAD EN VEZ DE JUSTICIA

                                                                          
Cuando Warren Buffett donó 37 000 millones de dólares a la fundación de Bill y Melinda Gates, quedándose con 6 000 millones de sus ganancias del pasado año, los medios de información destacaron su generosidad, pero no se molestaron  en preguntar cómo es posible que un hombre amase tanta riqueza y retenga una cantidad obscena, mientras da en caridad cuatro quintos de su fortuna. 
                                                       

La riqueza de las tres personas más ricas del mundo (Gates, Buffett  y Carlos Slim Helu, de México) sobrepasa los productos internos brutos de los 47 países más pobres del mundo. Mientras tanto, algo más de más de 2 500 millones de personas subsisten con sueldos de menos de dos dólares por día. 
                                                                                                 

El socialista irlandés James Connolly, comentando sobre las inaniciones que afligían a la India bajo el imperio británico, lo explicó bien: "La caridad… es completamente inútil para detener los estragos que la carestía y la muerte están provocando en la población…,  sino que sólo satisface a quiénes quieren escuchar su propia trompeta y ver su nombre en el altar de las elites y en compañía de la realeza. "Sobre todo, no impide el flujo incesable del botín hacia las arcas de los conquistadores. Por lo tanto, la India no puede esperar justicia, por eso recibe caridad."      
                                                                                                      

Warren Buffet sigue la tradición de hombres como Andrew Carnegie, el magnate de la industria siderúrgica del siglo XIX que dio a la caridad más de 7 200 mil millones de dólares. En su artículo titulado "El evangelio de la riqueza", publicado en 1889, Carnegie explicó que el rico debiera ser "el único agente y síndico de sus hermanos más pobres, brindando a su servicio su sabiduría superior, su experiencia y su habilidad de administración--hacer por ellos mejor de que lo que harían ellos mismos.”                                                                                  

Cuando le preguntaron por qué en vez de dar caridad no aumentaba los sueldos de sus trabajadores, Carnegie dijo que necesitaba mantenerse "competitivo" y que los obreros no sabrían que hacer con el pago extra. Este "síndico" hizo un gran esfuerzo para bajar los sueldos cuando lanzó a 300 efectivos de su ejército privado para atacar a sus obreros, víctimas del cierre patronal de la planta siderúrgica Homestead en 1892. 
                                                                        

Sin criticar a Warren Buffett -dándole un margen, repito, a su posible sinceridad- lo cierto es que se ha convertido ahora en el trompetero mayor de la clase dominante, a la que pertenecen muchos que ligan el paternalismo y la crueldad, con el deshonroso fin de impedir que los explotados de siempre luchen contra los explotadores por lo que es justamente suyo.                                                                                     

De ahí la justeza de las palabras de Federico Engels, al describir con desprecio a los filántropos burgueses que sostenían que han "rendido un servicio a los proletarios, primero truncarles la vida, y luego presentándose ante el mundo como grandes benefactores de la humanidad, cuando devuelves a las víctimas saqueadas una centava parte de lo que les pertenece".

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