Omara Portuondo, una mujer llena de colores (+ FOTOS)
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Tener la oportunidad de conversar con Omara Portuondo es un lujazo. He podido estar cerca de ella y entrevistarla en más de una ocasión y siempre es una buena experiencia; yo diría que es más bien una lección de reafirmación de la cubanía, porque Omara es eso precisamente: uno de nuestros mejores símbolos como cubanos.
Ella es una personalidad, una gran cantante conocida en el mundo entero, «La Diva del Buena Vista Social Club» le llaman. Y así, tan famosa y grande como es, se nos presenta sin altanería, como una más de nosotros, sencilla, transparente, espontánea.
Mientras la conversación transcurre, Omara habla con los periodistas, fotógrafos y acompañantes como si nos conociera de toda la vida. No pierde oportunidad para elogiar nuestro trabajo, para reverenciar el oficio de los demás, incluso el más humilde, para recalcar siempre que sus logros no son individuales, sino de un equipo de personas que la apoya.
Admira a todos los grandes de los escenarios cubanos que la antecedieron y con los que compartió alguna vez: Frank Emilio, Celina González, Esther Borja, Bola de Nieve, Rita Montaner, Adolfo Guzmán…
Omara es simplemente extraordinaria. Le gusta la música campesina, la tradicional, la clásica, el filin, por supuesto. Ella es, como dice la letra de un tema, «folclórica y convencional»; disfruta hablar de pintura y literatura. Ella canta, ríe, baila, es feliz, vive, por sobre todas las cosas, ama el arte, la cultura y toda la historia de Cuba. Su canción favorita es el Himno Nacional.
—¿Podría decirse entonces que la historia de Cuba ha sido una inspiración para su vida y su carrera?
—Seguro. Me fascina. Cada país debe defender su historia. La historia pasada de Cuba yo no la viví, pero sé cuánto ha significado lo que ellos (nuestros héroes) hicieron para que nosotros tuviéramos hoy lo que tenemos. Yo creo que he hecho mi parte en la historia, los que vienen detrás también deben hacer la suya.
—Esta será la primera gira nacional del Buena Vista en Cuba, luego de las habituales presentaciones cada año en Europa y en todo el mundo. ¿Cómo espera que sea esta experiencia?
—Tanto la anhelamos todos, que tiene que ser buena.
—¿Y por qué no se había hecho antes?
—Pienso que se trata de los tantos compromisos internacionales que ha tenido el Buena Vista. Una de las razones es la demanda que tiene el grupo en el mundo.
—El disco Mis anhelos (EGREM) ganó un Premio Especial en Cubadisco 2013 y recoge temas antológicos que usted canta junto a otros grandes de la música cubana y del mundo. ¿Qué siente cuando escucha de nuevo estas canciones que hace décadas hicieron historia?
—Sigo sintiendo el cuarteto D´Aida, que fue tan importante en mi vida, creo que es un símbolo de la cultura cubana. Así mismo me siento trabajando con el Buena Vista, que hace una música extraordinaria y defiende la cultura cubana en todo el mundo.
—Cuando surgió el Buena Vista como proyecto, con la iniciativa de Ry Cooder, la música tradicional cubana estaba apagada y este fenómeno fue un renacimiento a finales de los 90…
—No fue Ry Cooder. Él sabía de nuestro trabajo porque tenía música cubana en su casa. Yo coincidí con él en los estudios San Miguel de la EGREM mientras él estaba grabando con unos extranjeros y yo estaba haciendo el disco Omara, la novia del filin, en el que trabajaron algunos de los músicos del Buena Vista.
—Fue una coincidencia.
—Sí. La idea de hacer ese tipo de música fue del director del grupo Sierra Maestra, Juan de Marcos. Él estaba trabajando con Nick Gold, un empresario que tenía posibilidades concretas de mercado para un disco como el que hizo el Buena Vista y que tuvo tanto éxito. Lo hicimos con Compay Segundo, Eliades Ochoa, Ibrahím Ferrer, Rubén González, que eran algunos de los más representativos de la música cubana.
—¿Y entonces de dónde salió el nombre del Buena Vista?
—De un danzón que se llama Buena Vista Social, por un club que existía en Marianao.
—¿Cuánto cree usted que cambió la vida de los que se unieron al proyecto del Buena Vista?
—Tuvieron mucho más trabajo. En la época en que surgió el grupo, había gente fuera de Cuba diciendo que la música cubana había muerto, a pesar de todo el trabajo que hacían las orquestas de música popular bailable que había en la isla. No se grababa ni se vendía mucha música entonces. Lo que sucedió con el Buena Vista fue un impulso a la música cubana, se abrió una brecha.
—¿Y qué es lo que los ha mantenido por más de 15 años?
—Este es un proyecto muy cultural, ha ayudado a que se conozca más la música cubana, incluso, a partir del surgimiento del Buena Vista proliferaron otros conjuntos de música tradicional más pequeños.
—Algunos de los que empezaron el proyecto ya no están y han sido sustituidos por otros jóvenes muy talentosos, como el pianista Rolando Luna. ¿Cómo ha sido el trabajo intergeneracional de la banda?
—Ha resultado muy bueno. Luna es maravilloso, él es un eterno admirador de Rubén González, que era nuestro pianista. Luna tiene el instinto de Rubén porque él le enseñó mucho.
—Usted ha dicho que el Himno Nacional es su canción favorita, ¿dónde le gustaría a Omara cantar el Himno?
—En todas partes. Ya lo hice una vez, junto a Miguel Ángel Céspedes, durante la inauguración de la Villa Panamericana. En la escuela lo canté mucho y siempre me emocionaba.
—¿Omara canta en su casa?
—No, nunca, pero si me invitan a cantar en algún lugar, lo hago y bailo rumba también, y danzón. Yo era buena bailadora, aunque nunca hice ballet clásico, pero me hubiera gustado.
—Muchas de sus canciones son declaraciones de amor, historias de conquistas. ¿Se considera una conquistadora?
—Qué va (risas).
—Pero seguramente es usted una mujer enamorada porque para cantar así el filin…
—¿Tú escribes con romanticismo?
—A veces.
—Bueno, yo creo que eso fluye, es parte de mi personalidad.
—Omara, usted siempre se viste con colores alegres, llamativos…
—(Risas). Me gustan los colores. Cuba es un país de colores, así es como la veo, incluida su bandera azul, roja y blanca; el verde del trópico, la luz del sol, todo eso nos aporta distintos matices, y aunque estemos de blanco y negro, los colores los tenemos ya dentro.
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