Israel: Matando callado

Israel: Matando callado
Fecha de publicación: 
1 Agosto 2013
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El golpe de Estado militar contra el gobierno de Mohamed Mursi constituyó un fuerte revés para el movimiento palestino Hamas, que controla Gaza, al fortalecer el Ejército el límite que separa a Egipto del superpoblado pequeño territorio palestino, ya cercado desde hace años con un muro levantado por Israel.

                                                                             
Al mismo tiempo, Tel Aviv ha vuelto a utilizar su antiguo método de infiltrarse entre la población para asesinar a los principales dirigentes, utilizando los sofisticados drones para otras regiones, como el Líbano y Siria, con la complicidad de Jordania y Arabia Saudita, que les habilita espacios aéreos según sea el caso, incluso para un posible ataque a Irán.
                                                                               

Todo funciona bien para quienes buscan la anexión de Palestina, la cual se implementa con un ropaje de negociaciones de paz, que en los papeles promueve la consolidación de dos estados y en los hechos obstruye ese objetivo.
                                                                               

El futuro de Jerusalén, los derechos de los refugiados y el fin de los asentamientos quedan fuera de las tratativas, mientras que la implantación de nuevos colonos anula la eventual formación de un estado palestino real.
                                                                                              

La expropiación de tierras, el robo del agua, la creación de rutas exclusivas y la erección de muros separando a las ciudades bloquean esa posibilidad. Cisjordania ha quedado convertida en una prisión gigantesca, que obliga a los palestinos a elegir entre la emigración y la supervivencia en cantones aislados.

                                            
Israel sostiene esta política de ocupación con atroces campañas militares. La principal masacre de Gaza (2009) incluyó bombardeos a refugios de la ONU, ataques con fósforo blanco y demolición de escuelas, mezquitas y hospitales, perpetrada con el pretexto de eliminar cohetes de fabricación casera, que ni siquiera rasguñaron la fortaleza israelí.

                                                                                                       
El ocupante, subrayo, mantiene un cerco sobre un millón y medio de personas en Gaza, que sobreviven entre la basura, la oscuridad y las aguas albañales. Como la anexión de este minúsculo territorio superpoblado se tornó inviable, hubo retiro de colonos y reforzamiento del terror.

                                                                                                 
Israel repite el libreto de todos los colonialistas. Porta la bandera de la civilización y esgrime derechos de defensa para ocultar su dominación. Pondera su “democracia moderna” y descalifica las costumbres de los pueblos árabes. Pero omite, por ejemplo, que la invasión a Gaza se concretó para desconocer un resultado electoral de Hamas, avalado por todos los observadores internacionales. Las libertades públicas que enaltecen los sionistas, sólo rigen para discutir la mejor forma de vulnerar los derechos en los territorios ocupados. Quienes exaltan la tolerancia religiosa del estado hebreo, suelen olvidar el carácter confesional de esa institución.
                         

También omiten el fundamento bíblico utilizado para justificar ampliaciones territoriales inspiradas en los sagrados límites de Samaria y Judea.
                                                                                                                                                                                                 
En este contexto vuelven a resurgir con fuerza esos asesinatos selectivos, cuya divulgación, incluso, ha concitado el encierro de periodistas, como la joven Anat Kam, por haber copiado documentos secretos de las Fuerzas de Defensa israelíes, cuando cumplía servicio militar obligatorio.
                                                           

Esos documentos revelaban como escuadrones israelíes planeaban asesinar a combatientes y líderes políticos civiles palestinos, y luego hacer pasar sus muertes como “percances” durante “fracasados” intentos de arresto.
                                                                              

Uri Blau, del diario Haaretz, escribió sobre los documentos, y ahora permanece en el exterior y teme regresar a su país, por temor a ser arrestado por la agencia de inteligencia Shin Bet.
                                                       

Las noticias sobre este caso y otros similares fueron suprimidas de los medios, lo cual volvió a generar controversias sobre las ejecuciones extrajudiciales realizadas por Israel, que violan el derecho internacional y causan la muerte de miles de palestinos, en ese “daño colateral” del que tanto se habla y nada se hace.
                   

Y ello sigue impune, entre otras cosas, por la complicidad o miedo, o ambos, de venales regímenes árabes que asisten impávidos a la violación del derecho a la vida por los sionistas israelíes y su principal sostén imperialista.

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