Un camionero con boleto al Paraíso

Un camionero con boleto al Paraíso
Fecha de publicación: 
16 Mayo 2013
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Con suerte, Héctor Medina interpretará muchísimos papeles como actor, pero eternamente lo acompañará, al punto de irritarlo, su personaje de adolescente asesino en Camionero.

El impactante corto del realizador cubano Sebastián Miló le debe mucho esa rabia contenida lograda por Medina, contención a su vez deudora del magisterio de Gerardo Chijona en Boleto al paraíso.

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Medina recuerda que Chijona le reclamaba constantemente que redujeran el tono en Boleto, donde interpretó a un joven marginado que se infecta con VIH para ingresar en un sanatorio.

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Dos dramas francamente perturbadores, pero reales, que más allá de sus temáticas sirvieron para poner la atención en este muchacho que ya ha trabajado con la crema de la actuación en Cuba.

Pese a su cara de niño, ya ha compartido escenas con Reinaldo Miravalles, Enrique Molina, Raúl Pomares, Alberto Pujols y Jorge Perugorría, pero ni remotamente se cree famoso: solo afortunado.

Prensa Latina conversó con Medina sobre sus motivaciones como actor y sus otras experiencias en esta profesión a la que entró huyéndole a las matemáticas.

¿Camionero nace de una experiencia tuya?

Estuve becado, y presencié cosas así de violentas, abusos y burlas, vejaciones. No es la media, pero existe. Me gustó el elenco, confié en el personaje y en la historia, y supe que podía sacarle mucho provecho.

¿Sientes el peso de la fama?

Fama, no sé. Contento sí estoy, mucho. Cuando estaba en la Escuela Nacional de Arte, mi sueño era hacer cine. Fui a muchos casting, y los desaprobé casi todos, pero aprendí, y agradé a varios directores. Cuando me hicieron ofertas, las aproveché.

Has filmado dos películas con Gerardo Chijona, Boleto al paraíso y Esther en alguna parte. ¿Cómo es trabajar con Chijona?

Con Chijona tuve mi primera oportunidad de hacer cine y mi primera gran lección para hacer audiovisual: hacer menos es más, ponerle mucho corazón, no sobreactuar, sino hacerlo sencillo.

Luego, cuando me dijo que había escrito un personaje para mí en su nueva película, haciendo de sobrino de Enrique Molina y con Reinaldo Miravalles, quedé fascinado.

Hiciste Vinci con Eduardo del Llano, ¿cómo fue trabajar con él?

Una fiesta. Me encantó conocerlo, pues había leído cosas suyas. Trabajé para él en un corto, luego en Vinci, y me incluyó en su pandilla.

¿Por qué te hiciste actor?

Porque odiaba las matemáticas. En una casa de la cultura cerca de mi escuela había un taller de actuación, y si lo aprobaba, me libraba de todas las clases de Matemática, Física y Química. Yo era muy mal alumno, pero la actuación se me daba bien.

¿Tienes alguna preparación especial para hacer cine?

Ante todo la Escuela, después las experiencias y sobre todo, mucho corazón. Más que con talento y disposición, hago cine con mucho sentimiento. Por ejemplo, en la escena con Miravalles no podía actuar mal. Ese hombre te mira y no tienes que hacer nada. Ese hombre es el cine mismo.

¿No crees que vas muy rápido en este mundo?

No creo. Yo lo que sí aprovecho todas las oportunidades. Nunca es ni temprano ni tarde para hacer cine. Este año quiero hacer más teatro, me había alejado y me asustaba un poco, porque cogerle la dinámica es más difícil, su musicalidad, la gestualidad.

Y entonces, ¿cine o teatro?

Cine. No por menospreciar al teatro, sino porque el cine llega a todo el mundo. Pero esa pregunta todavía es muy difícil para mí. Yo apenas estoy comenzando.

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