Venezuela: Hiel de voceros oficiosos del Norte
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Voceros oficiosos del Gobierno de Estados Unidos iniciaron ya la contraofensiva de este frente a las apoteósicas manifestaciones de venezolanos que adelantaron su futuro bajo la dirección del presidente encargado, Nicolás Maduro Moros.
Repercuten hasta la Casa Blanca lemas cantados por hombres y mujeres que han estado largas horas en colas para llegar al féretro de Hugo Chávez y persignarse, saludar militarmente o, simplemente, verlo.
La jefatura de Washington captó la señal y de inmediato puso en movimiento a sus hombres en busca de responder empleando, como ya es familiar, todos sus artificios.
Entre los primeros que acaban de hacer su aparición en escena están su hombre en el país suramericano, Henrique Capriles Radonski, y su vocero oficioso y columnista de El Nuevo Herald, Andrés Oppenheimer.
Según declaró el primero en rueda de prensa, fue «espuria» la juramentación del vicepresidente Maduro como nuevo mandatario encargado y a la vez candidato en las elecciones del próximo 14 de abril.
Luego de tal suceso en el Parlamento, Maduro anunció la designación como vicepresidente del actual ministro de Ciencia y Tecnología, Jorge Arreaza Monserrat.
Capriles se atrevió a deslizar otra amenaza al plantear que estos abusos están empujando todo a una línea muy delgadita «que nadie quiere que se rompa».
No obstante una afirmación como esa, dijo sentir respeto por el dolor que sufren ahora tanto la familia como los seguidores de Chávez.
Observadores en Caracas y otras capitales latinoamericanas estiman que Capriles debiera ser un tanto más discreto, porque sus antecedentes le restan credibilidad a sus palabras.
Entre ellos, su público enrolamiento en el intento de golpe de Estado ultraderechista de 2002 cuando, como consta gráficamente, se le vio escalera en mano tratando de penetrar en la sede de la embajada de Cuba.
Más tarde, durante la campaña con vistas a las elecciones del 7 de octubre de 2012, uno de sus colaboradores más cercanos, Juan Carlos Caldera, fue descubierto y exhibido en un video recibiendo dinero procedente del exterior.
Ahora, durante una visita que hizo a Nueva York, tuvo que encarar en silencio el emplazamiento que le hizo Maduro de explicar el origen del dinero que utilizó para comprarse allí un carísimo apartamento.
Finalizado el turno de Capriles, correspondió el asignado al vocero extraoficial del Norte, Andrés Oppenheimer, argentino por nacimiento y proestadounidense por ardiente vocación.
Esta vez fue más agresivo que de costumbre. Empezó asegurando que Maduro basará su campaña electoral en dos aspectos: la memoria de Chávez y un mayor enfrentamiento a Washington.
Después abordó su denuncia respecto a la posible responsabilidad del gobierno estadounidense con la muerte del presidente venezolano a través de la inoculación de un cáncer.
Oppenheimer habló con una alta funcionaria del Departamento de Estado, Roberta Jacobson, para que le aclarara por qué después de contactos bilaterales, Maduro haya lanzado esa acusación.
«Nos parece realmente desafortunado —dijo ella— que en momentos en que estábamos y estamos tratando de tener una relación más productiva con Venezuela, ellos usen este tipo de discurso público y expulsen a dos de nuestros diplomáticos».
Con eso último, aludía a dos agregados militares de su embajada en Caracas, David Delmonico y Deblin Costal, quienes habían sido sorprendidos haciendo labor de captación entre uniformados venezolanos.
De acuerdo a la versión de Oppenheimer, el 21 de noviembre último Jacobson llamó telefónicamente a Maduro para mejorar las relaciones bilaterales, o sea, el sutil mensaje de que la iniciativa para mejorar las relaciones partió de Washington, no de los venezolanos.
Pero la versión de Oppenheimer se hizo pedazos cuando él mismo narra que entonces Maduro le propuso a Jacobson «reponer a los embajadores» y ella le contestó que «preferían un acercamiento gradual».
Cerró su columna en El Herald volviendo a insinuar desprecio hacia los trabajadores y odio visceral contra Cuba: Maduro, dijo el articulista, «un exchofer de ómnibus» muy cercano al «gobierno militar» de Cuba, no tiene el carisma de Chávez ni tiene logros de gestión administrativa.
Sorprende que un intelectual como Oppenheimer, tan mimosamente formado en relevantes escuelas de Estados Unidos, opine que una de las principales figuras del gobierno bolivariano está ausente de los grandes beneficios ofrecidos por este.
Muy lógica su coincidencia esta semana con Henrique Capriles, pues ambos fueron criados por Dios cuando pequeños y a continuación, el Diablo les juntó maravillosamente sus entrañas.
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