Las comunidades habaneras cierran sus puertas a la marginalidad

Las comunidades habaneras cierran sus puertas a la marginalidad
Fecha de publicación: 
22 Febrero 2013
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Dispersos por todo Centro Habana, varios proyectos comunitarios trabajan por llevar la cultura a los vecindarios, pero también por erradicar el estereotipo de marginalidad que ha acompañado al municipio durante mucho tiempo.

 
«Este tipo de labor en la comunidad ha influido en la transformación de la conducta social y en el mejoramiento de las condiciones de vida, también ha permitido la incorporación de los jóvenes al estudio y al trabajo», afirma Rogelio Rivero, director de Cultura Comunitaria de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC).

Un ejemplo de los logros que se pueden alcanzar es Cabildo Quisicuaba. Este proyecto, radicado en el consejo popular Los Sitios, surgió en 2008 por iniciativa del vecino Enrique Alemán Gutiérrez.

Quisicuaba realiza acciones destinadas a la reinserción social de exreclusos y a la transformación de la actitud de niños y adolescentes proclives a la violencia. También trabaja en la orientación de alcohólicos y madres solteras y en la prevención de enfermedades.

   
Según explica Alemán, en la zona de las calles Ángeles, Maloja y Estrella, donde el Cabildo se desempeña, han desaparecido los hechos delictivos y la marginalidad urbana que existía.

Las actividades y talleres que se realizan dejan ver sus efectos en murales en las paredes, las calles limpias, los basureros erradicados y sobre todo, en los habitantes del vecindario.

Isabel Antomachi Viscay, vecina de la zona, refiere: «Ángeles era la calle más mala que tenía Los Sitios, ahora ya no hay robos ni hechos similares y todos colaboramos para mejorar las condiciones del barrio».

Lo que antes era un vertedero es hoy escenario de las actuaciones de los grupos del proyecto sociocultural Quisicuaba

Los vecinos, refiere Alemán, son «el ente transformado e igualmente el que transforma. En las peñas, en los espectáculos, todos los factores humanos participantes son las personas de la localidad, desde el que pone las sillas hasta los artistas».

Solsiree Del Moral, integrante de una brigada de la Universidad Estatal de Pennsylvania que recientemente visitó al proyecto, se quedó impresionada por el impacto que tiene.

«El Cabildo Quisicuaba es el centro de la comunidad; además de agrupar a todos los que residen en el vecindario, es el corazón de la zona. Sin dudas, tiene mucha importancia para todos aquí», asegura.

Los proyectos comunitarios en Centro Habana, nacidos en la década del noventa, en las condiciones de crisis económica del período especial, son resultado del esfuerzo de los propios vecinos.

Aunque estas iniciativas reciben el apoyo de la UNEAC, de la Dirección Municipal de Cultura y otras organizaciones, los mayores avances son gracias al trabajo de la vecindad y a las acciones que realiza para el autofinanciamiento.

«Hoy los proyectos no esperan por el escaso presupuesto de la Dirección de Cultura, buscan la manera de salir adelante. La comunidad es rica en sí misma y con la ayuda de todos, se pueden lograr muchas cosas», explica Oscar Valdés, director municipal de Cultura.

El inmueble ubicado en Reina 402 es el hogar del proyecto La Cobija. Sus integrantes, con la ayuda de los vecinos de la zona, acometieron la recuperación de la casona  y la convirtieron en el escenario de variadas actividades culturales.

 
En el lugar se celebran talleres de manualidades como la muñequería y el bordado; de danza y arte flamenco; de artes plásticas con papier maché, esculturas y grabados; y las presentaciones de los grupos de teatro Artestudio El Hombrecito Verde, Thaneel Clan Teatro y Nuevo Mundo.

Cristina Palomino, responsable de la propuesta, explica que esta «cobija a todos los que reconozcan y trabajen para demostrar la función transformadora del arte en el ser humano. Aquí vemos al arte como una vía para estudiar los problemas sociales del cubano actual».

La Cobija logra autofinanciarse a través de la venta de las entradas a las presentaciones de teatro y de artículos realizados por los talleres de manualidades, todo en moneda nacional y a precios módicos.

«Esto es muy grande, tenemos una buena cantidad de espacio, y ya hemos logrado algo con el esfuerzo de los padres, los muchachos, y todos nosotros. Vamos a continuar», asegura Palomino.

Clarisbel Solís Cedeño, instructora de bordado, explica: «El comienzo fue difícil, pues hubo que ahorrar y trabajar duro, pero valió la pena, todos los días alguien se asombra con lo que hacemos aquí».

El proyecto ha llevado a la localidad el interés por las artes y ha demostrado a los vecinos la importancia del esfuerzo y el trabajo. El cambio ya puede notarse.

«Al comienzo no  venían muchas personas a las presentaciones, ahora el número de asistentes aumenta cada fin de semana, tanto niños como jóvenes y personas mayores», explica Mercedes González Fonte, asistente de producción del grupo de teatro Artestudio El Hombrecito Verde.

Para Amaury Díaz, joven de 18 años vecino de la zona, esta ha sido una gran oportunidad. «Gracias a La Cobija he podido desarrollar habilidades que ni siquiera sabía que tenía, y como yo, muchos vecinos han aprendido que siempre hay algo por hacer», afirma.

Concha Macoyú, iniciativa del solar La California, en el consejo popular de Colón, es una de las primeras nacidas en Centro Habana. Su trabajo ha dejado una huella en los habitantes del solar.

Una de las actividades más importantes que realiza es la instrucción y formación de los vecinos. Para ello se imparten clases de computación a personas de todas las edades, y de danza y karate a los niños.

El solar La California se llena de colorido con las actividades infantiles

Según explica Bárbara Oliva, vecina responsable del proyecto, «en siete años, más de 150 personas han estudiado computación, de ellas varios son jóvenes que decidieron estudiar Informática».

 
Las clases impartidas a los niños son una vía para la transmisión de la cultura y las tradiciones cubanas y contribuyen a la formación de valores morales.

«En el karate el profe me enseña que no puedo abusar de los demás, sino ayudarlos y defenderlos. Nos dice que lo que aprendemos es para hacer el bien y no para pelearse con los otros», explica Juan Carlos Martínez, aprendiz de 12 años de este arte marcial.

Los proyectos referidos y otros como El Callejón de Hamel, A compás flamenco y Cátedra y Galería Che Guevara transforman y enriquecen cada día la vida de los habitantes de Centro Habana.

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