Fito Páez: La Habana a tus pies (y viceversa)
especiales
No tengo manera de apresar la dimensión de lo que acaba de ocurrir en el teatro Karl Marx con Fito Páez. Debería acostarme (1.00.am) ya, pero esta vez no quiero dejar reposar las ideas que se arremolinan, me parece pecado no comunicar en el acto, al menos a los amigos, el suceso que acaba de vivirse en La Habana.
Acudo a los apuntes, y amplío un poquitín en algunos momentos que marqué:
Para los que no han estado aquí, el Karl Marx es “monstruoso” (platea baja, platea alta y dos balcones) capacidad 5 mil personas. Creo que, además hubo puerta libre al empezar, pues los pasillos se fueron llenando, por lo que el cálculo es cerca de 6 mil. Si bien hubo público variado, la gran mayoría eran jóvenes.
Segundos después de las 9.00 pm., sin apagar siquiera las luces, entra corriendo el mismísimo Fito al escenario, sin que nadie lo anuncie. La gente primero se sorprende. La algarabía es inmensa ¡Está loco! Ni el menor glamour, como si fuera el flaco que conversa con uno en la cocina, mientras se prepara el café. Desconcertamente natural nos dice cómo va la cosa: se pasa el DVD que será como un concierto y luego, si la gente tiene ganas, echa unos temas al piano. “El que quiera portarse mal y cantar o bailar, que lo haga”. Silbidos y aplausos. Se va y nos deja con su reciente concierto: Estreno mundial de “El amor después del amor 20 años después”.
Aquella banda suena muy fuerte, comienza a preocuparme que luego salga Fito solo a piano (ya me había fijado, claro, en el montaje escenográfico) ¿Cómo se las puede arreglar el flaco para subir la parada tras este conciertazo roquero?
Pues acabó el video, con los créditos, la gente aplaude de pie. Sale nuestro
Fito y sin más se sienta al piano y comienza, como si nada el concierto:
1. “11 y 6” —y todos cantando con él.
2. “Ambar violeta”.
3. “Giros”. Ya está estremecido, dice “estoy aquí en mi Habana”. Cuando en el tema dice “Suena un bandoneón...”, en lugar de “parece de otro tipo” dice: “parece de Piazolla pero soy yo...” y la ovación es cerrada.
4. Habla de sus recuerdos en Cuba, en el teatro Karl Marx donde cantó hace miles de años, pero que están vivos esos recuerdos. Llama a un gran cantautor italiano que dará el sábado próximo su concierto en La Habana, Zucchero, y cantan juntos “Desde que te vi”.
5. Habla de sus noches y trasnoches en La Habana, intensas en estos pocos días que lleva aquí y llama a Robertico Carcasses, cantamos todos “El breve espacio en que no estás” de Pablo Milanés.
6. El público le pide canciones, Fito dice: Debo estar viejo y choto, porque me emociono mucho. Habla del gran Charly García y recibe ovaciones. Dice Paez que no le gusta hablar de cumbres pero que sin dudas “Arma y desangra” es una de esas canciones más allá de todo, y él, con su voz lo demuestra. Aquí apunto también su ejecución painística, de alto vuelo.
7. Menciona de nuevo las noches habaneras y su encuentro con otro gran cantautor, Santiago Feliú. Hacen jnuntos (con coro de público) “Cable a tierra”.
8. Le siguen pidiendo canciones, él dice, pícaro, que vio como todos cantaron “Un vestido y un amor” mientras veían el DVD, y ¿por qué no repetirla ahora en vivo?: Delirio general. Deja que sea el público quien la cante y exclama: “¡Qué lindo suena, me lo voy a llevar la banda! Nos vamos todos... no sé, para Malasia” y la grabamos allí. Risas.
9. Fue amor.
11. “Ciudad de pobres corazones”. Preciosa noche, es una noche inolvidable, confiesa conmovido.
12. “Dar y dar”
13. Mariposa tecnicolor”
Todas esas en un coro común con el público.
Se levanta como para irse, el público grita, dice que hará un par de ellas más, y bromea con que lo hemos disfrutado doble (aludiendo al concierto primero en el DVD).
Se sienta al piano y empieza a tararear jugando con la palabra “Habáname” de la canción de Carlos Varela, viaja su teclado y de pronto sorprende cantando la primera estrofa de “Sueño con serpientes” de Silvio Rodríguez y entra de lleno en “Habana a tus pies” como quien da por entero su amor a nuestra ciudad.
El público de pie, se encienden las luces, muchos se abalanzan hasta los límites del escenario y ocurre lo que rebasa todo límite espiritual posible, se acerca a la gente y dice que quiere despedirse cantando a capela. No solo sin el piano, sino también sin micrófono. Muchos subimos al escenario y lo rodeamos, dejándole apenas un círculo de un par de metros. No me explico cómo pero aquellas casi 6 mil personas hicieron un silencio absoluto y todo el teatro le escuchó ese himno de Nuestra América, o de la humanidad Nuestra que es “Yo vengo a ofrecer mi corazón”. Por instantes un coro susurrante le hacía como un eco; la voz desgarrada de Fito, sacó lágrimas, o era acaso una eterna lágrima de amor. En medio del clamor desapareció.
Muchos se resistían a salir del teatro, todos repetían la grandeza de esas horas vividas. Y nos quedamos repitiéndonos las últimas frases de su canto:
Y hablo de países y de esperanzas
Y hablo por la vida, hablo por La Habana
Y hablo de cambiar esta nuestra casa
De cambiarla por cambiar nomás
Quién dijo que todo está perdido
Yo vengo a ofrecer mi corazón
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