Estados Unidos está llevando el mundo a una Tercera Guerra Mundial
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El mundo unipolar que había logrado Estados Unidos con la caída del muro de Berlín no duró mucho. El resurgimiento de Rusia sumado a la aparición de China como superpotencia vuelve inevitable una reconfiguración del equilibrio mundial, ya no bipolar como en la Guerra Fría, sino multipolar.
Estados Unidos es un país joven, como todos los países americanos, que logró transformarse en la primera potencia mundial en apenas 100 años. Recordemos que es después de la guerra con México, entre 1846 y 1848, que Estados Unidos adquiere su tamaño actual anexando Arizona, California, Nevada, Utah, Nuevo México, Colorado, Wyoming, Kansas y Oklahoma e integrando Texas, mientras que Alaska fue comprado a Rusia en 1867. Si hasta la primera mitad del siglo XX las grandes potencias eran los países europeos, gracias a sus colonias alrededor del mundo, las dos Guerras Mundiales hicieron que Estados Unidos, alejado de la destrucción de los combates, apareciera como el gran ganador del conflicto mundial. Pero su hegemonía se vio constantemente amenazado por la Unión Soviética y el bloque comunista, hasta la caída del muro de Berlín.
Durante los ’90, Estados Unidos tuvo la gran posibilidad de imponer finalmente su imperio, pues ningún país en el mundo era capaz de interponerse con sus objetivos. Es en ese nuevo contexto que se inscriben las intervenciones de la OTAN en la Guerra del Golfo o en la Guerra de los Balcanes. Pero esas intervenciones militares no resultaron en una victoria decisiva de Estados Unidos.
Durante los 10 años entre la Guerra del Golfo y la Guerra en Afganistán, Estados Unidos pudo crear un Imperio a la imagen del Imperio Romano, o del Imperio Inca, es decir integrando poblaciones distintas, basándose en intereses mutuos, para que el mundo sintiera y quisiera ser norteamericano. Sin embargo el Imperio norteamericano cometió los mismos errores que el Imperio ateniense, al sumar vasallos en vez de aliados. Ni siquiera Europa escapó de esa visión del mundo y sigue siendo considerada como un posible enemigo, con la creación del euro por ejemplo, por lo que debe ser controlado. Una de las razones principales para atacar Oriente Medio es justamente dominar indirectamente Europa a través del control de sus fuentes de energía. Esa década perdida permitió, durante los primeros años del siglo XXI, la aparición de superpotencias capaces de opacar la omnipotencia norteamericana.
Rusia de la mano de Putin pudo salir de la grave crisis social, política y económica en la cual había caído Rusia con la caída de la Unión Soviética. La llegada de Putin como presidente interino fue justamente debida a la grave crisis financiera por la que pasó el país en 1998 y que significó la renuncia de Yeltsin. Putin centralizó el Poder, unificó las leyes del país y luchó para expulsar del poder político las oligarquías económicas. Política, basada en los deseos nacionalistas de volver a ver una Rusia fuerte, que ha recibido el apoyo de una gran mayoría de la población a lo largo de los últimos 12 años, superando el 70% de los votos en dos ocasiones con la elección de Putin en 2004 y de Dimitri Medvédev en 2008.
China apareció como otra superpotencia, de una manera más sorpresiva, o más bien de manera anticipada. Debemos recordar que entre 1839 y 1949, desde las Guerras del Opio hasta la Guerra Civil ganada por Mao Zedong, China fue un país azotado por las guerras y el colonialismo. Con el modelo de desarrollo de Deng Xiaoping, China se transformó poco a poco en la fábrica del mundo, apreciable con la aparición cada vez más frecuente del “Made in China” en los productos que consumimos. Eso permitió la entrada de China a la OMC en 2001, apoyado por Occidente que confiaba más en esta China capaz de reintegrar Hong Kong y probar que el “un país, dos sistemas” de Xiaoping era más que un eslogan. Las políticas de deslocalización de Occidente fueron aprovechadas por China no solamente para su crecimiento económico sino sobre todo para obtener el conocimiento técnico occidental y pasar de una producción de bienes de mala calidad a una producción que cada vez tiene menos que envidiar a las grandes marcas internacionales.
La hegemonía norteamericana se ve por lo tanto amenazada por el resurgimiento de Rusia, con su capacidad militar y sus reservas de petróleo y gas, y el despertar de China, segunda potencia económica mundial desde el 2011 y el país más poblado del planeta. La aparición de ambas superpotencias parecen marcar la llegada de un mundo multipolar, tendencia que parece ser confirmada por organizaciones como el BRICS (Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica) y la OCS (Organización de Cooperación de Shanghái) o la reaparición con fuerza este 2012 del Movimiento de los Países No Alineados y su XVI Cumbre en Teherán en la que participaron 120 países, a pesar de los intentos de boicot de Estados Unidos.
Estados Unidos se ve enfrentado por lo tanto a una posición muy incómoda, perder su posición como único líder mundial. La crisis económica que empezó en 2007 con la crisis subprime y que fue el detonante de la crisis financiera del 2008 no ha terminado aun y solo ha empeorando. El tamaño de la deuda norteamericana, no solo pública sino también de los hogares y sobre todo de los bancos, augura una grave crisis económica a nivel mundial que podría ser más grave que la Gran Depresión de 1929. Frente a esa situación Estados Unidos solo parece poder salvar su hegemonía a través de una acción que permita mantener la confianza del mundo en su moneda. Y lo único que sigue dando confianza en el dólar es su poderío militar, su capacidad de imponer su política. Por eso el gobierno norteamericano no puede reducir sus gastos militares, pues sería percibido como un signo de debilidad, y parece obligarlos a enfrentarse en un corto plazo a sus únicos rivales, Rusia y China.
El conflicto sirio y la tensión con Irán responden a ese único objetivo. Por razones geoestratégicas ni Rusia ni China permitirán una invasión norteamericana en Irán. Una intervención en Siria obligaría Irán a intervenir, debido a los tratados entre ambos países. Una guerra contra Siria o directamente contra Irán de Estados Unidos, o de la OTAN de la cual Turquía es miembro, significara un enfrentamiento con Rusia y China y por lo tanto el inicio de la Tercera Guerra Mundial. Lamentablemente las diferentes declaraciones del gobierno de Estados Unidos, y más recientemente de los candidatos presidenciales, y los movimientos de sus fuerzas armadas, no solo en Oriente Medio sino también en el Mar de China Meridional o con el Escudo Antimisiles, parecen indicar que ese momento se está acercando.
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