Venecia, la nueva película de Enrique Álvarez
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La capital cubana conoció recientemente del rodaje de una nueva aventura del cine nacional: Venecia, el más reciente proyecto del director Enrique (Kiki) Álvarez, que estrecha su amor con diferentes locaciones de la ciudad.
El tema de la película, nada ajeno a clásicos de la cinematografía cubana como Lucía, Guantanamera o Retrato de Teresa, vuelve sus ojos sobre la mujer en la Cuba de hoy.
De manera singular, y matizada al estilo sugestivo de Kiki, —probado eficazmente en La Ola—, esta cinta propone una reflexión sobre el período de tránsito de la adolescencia a la adultez en las féminas, abarcando todo el entramado de relaciones personales a su alrededor.
Sin haber adelantado mucho a la prensa, Álvarez demuestra que en la nueva empresa no apuesta únicamente por esta temática abordada con cierta suficiencia, sino que vuelve a rodar una historia escrita por la joven guionista y actriz Claudia Muñiz, como para jugárselo todo.
El filme narra la historia de tres mujeres que trabajan en una peluquería estatal, y que el día del cobro deciden acompañar a una de ellas a comprar un vestido, donde varios imprevistos las llevarán a pasar juntas la noche y a tener el sueño común de abrir un salón de belleza propio al que llamarán Venecia.
Como en dos de sus largometrajes —La Ola (1994) y Marina (2011)—, este inevitable amante del cine de autor retoma su poética mejor configurada, esa que expide cierto minimalismo donde se advierte por momentos una escasa trascendencia de las subtramas y la propia trama.
Por eso las propuestas de Álvarez suelen emerger con una bienvenida al espectador producida mediante eso que él llama "trama de sucesos mínimos", en apariencia insignificantes, pero sumamente develadores e indispensables para cerrar el círculo final de toda comprensión.
Quizá Kiki vuelva a hacer de La Habana un personaje presente en toda la película, y ponga en la imagen de la más que centenaria urbe la voz de su garganta, porque si algo ha hecho Álvarez siempre es someterla a dialogar constantemente con pequeñas realidades que modelan el subjetivismo de "ser cubano".
Venecia ya suele parecer un misterio anunciado, una indagación a la procedencia de los sueños aparte del manifiesto explícito de sus orígenes, porque el director pone "pie en tierra" en esta empresa.
Álvarez demostró en sus intentos anteriores que está volcado en cuerpo y cámara a dar con una verdad que todavía no queda clara, pero que nos mantiene despiertos, pues los años pasados desde su última cinta lo han llevado a confabular ideas, hacer catarsis, y proyectarse hacia una búsqueda interior reflejada en sus personajes.
Y eso es una gran noticia, porque en nuestro cine actual suele haber acertadas caracterizaciones, pero no damos con un personaje atractivo y competente, que, además de mostrarse bien construido, evidencie una profunda exploración de la conducta humana.
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