Periodismo en EE.UU.: Humillación gremial

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Periodismo en EE.UU.: Humillación gremial
Fecha de publicación: 
7 Septiembre 2012
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Descubrir que durante el juicio seguido contra los cinco antiterroristas cubanos hubo profesionales que recibían salarios del gobierno norteamericano por escribir contra ciudadanos acusados por el propio gobierno y que por dinero y servilismo, prejuzgaron, amedrentaron a jurados y coaccionaron a testigos, debe resultar repugnante al periodismo estadounidense, una profesión que, excepciones aparte, ha sido históricamente ejercida por hombres y mujeres con un concepto del éxito ligado a la competencia, la independencia de juicio, el riesgo y la irreverencia.

A pesar de no ser ajeno al deterioro que afecta al sistema político y la sociedad norteamericana y dañado por la comercialización que lo convierte en rehén de los anunciantes, el periodismo estadounidense que edita y distribuye unas 60 millones de copias de diarios que son esperados por estadistas, científicos, empresarios, catedráticos y magistrados y por cientos de millones de personas, sigue siendo el de mejor desempeño a escala mundial. 

Estados Unidos no inventó el periodismo, pero lo convirtió en parte de la cultura de masas, en una profesión socialmente apreciada, y en un atractivo negocio para empresarios audaces e imaginativos que hicieron de la objetividad y la protección de las fuentes un deber inexcusable. De esa sustancia nacieron el reportero, el cameraman y los voceadores. Además de las agencias de noticias constituidas como cooperativas de dueños de periódico, Estados Unidos aportó la idea de corresponsales y comentaristas, funciones ejercidas entre otros íconos por Carlos Marx y José Martí.

Esa prensa que es capaz de rectificar un error y pedir disculpas a un ciudadano cincuenta años después, acorralar a un presidente que ha faltado a la ley hasta hacerlo renunciar, confrontar al Pentágono, la CIA, al gobierno y las mafias, reportar desde el terreno y en tiempo real guerras, conflictos, tifones, incendios y terremotos, tiene razones para sentirse avergonzada por la falta de escrúpulos de agremiados que con más de mil artículos, en su inmensa mayoría tendenciosos, cubrieron el juicio celebrado en Miami contra cinco antiterroristas cubanos, mientras cobraban dinero del gobierno para denigrar a personas acusadas por el propio gobierno.

Al margen de individuos inescrupulosos o incompetentes, la prensa norteamericana, independiente, privada o cooperativa, es naturalmente liberal y refractaria a cualquier tipo de control, principalmente al de los gobiernos, y si bien la comunidad periodística estadounidense formada por dueños, accionistas, editores y periodistas, es parte del sistema y asume sin complejos las actitudes que ello implica, lo hace mediante un compromiso global que no obliga a aceptarlo y aprobarlo todo, y mucho menos a someterse.

Tal vez haría falta, como ha tratado de hacer el Presidente de la Asamblea Nacional de Cuba, Ricardo Alarcón, poner al gremio periodístico norteamericano ante la inconsecuencia de una tolerancia que lo hace cómplice de la vergonzosa actitud de los que en Miami, vendieron su alma al diablo y convertidos en espadachines a sueldo, actuaron como mercenarios.

Por una deliciosa paradoja, fue la prensa norteamericana y no la de Cuba ni los abogados de los Cinco Héroes, concretamente The Miami Herald, quien reveló los entresijos de la conspiración financiada con dinero del gobierno. La jueza encargada del caso de los antiterroristas cubanos no puede ignorar estos argumentos, ni los periodistas deben ser indiferentes a esta vergüenza. Allá nos vemos.
 

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