Un filme sobre púdicas angustias

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Un filme sobre púdicas angustias
Fecha de publicación: 
9 Septiembre 2012
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Por muy insólito que parezca el vibrador, uno de los juguetes sexuales femeninos más populares, fue inventado en la reprimida y estoica Inglaterra victoriana como aparato contra la histeria. Y precisamente Histeria se titula el filme de 2011 que proyecta el cine Infanta.

En él se recrea la vida del afortunado inventor, Joseph Mortimer Granville (interpretado por Hugh Dancy), un médico que según una práctica muy antigua, se dedicaba a frotar con su propia mano el bajo vientre de ciertas enfermas de histeria que acudían a su consulta hasta que la crisis terminaba de liberarse en un arranque de paroxismo.
 
La directora británica Tanya Wexler insiste en este hecho y en el tratamiento estrictamente científico que le dan los protagonistas del filme para subrayar el profundo desconocimiento que en aquella época tenía la ciencia (masculina) de la mujer. La incapacidad de concebir que el sexo femenino podía sentir placer lleva a la sociedad (masculina) victoriana a cometer ingenuidades de tal tipo.

 

 

Está de más decir que estamos hablando de una comedia que nos habría obligado a doblarnos de la risa si no tuviera una marcada tendencia al sermón. La directora a ratos se deshace de la capa de humor para contemplar con verdadero espanto lo que allí sucede. Le parece inconcebible que se diagnostique a una mujer de histérica por irritarse con su marido.

Es preferible para esta sociedad, donde la familia es una institución sagrada en el sentido ideal del término, culpar a una enfermedad de los actos voluntarios de la madre y esposa, que reconocer la causa de ellos. Las propias mujeres se dejan cubrir con hipocresía por este velo de ignorancia, mientras acuden en tropel a la consulta del joven Mortimer.

La presencia de Maggie Gyllenhaall (quien encarna a Charlotte) en la historia cumple la función de poner patas arriba los eufemismos de la burguesía británica con un poco de sentido común. Ella jura que antes de morirse sus iguales podrán votar y tendrán similares derechos a los hombres; pero su determinación, como es de esperar, la mete en problemas…

 

 

Por cierto, parte de la carrera de esta actriz ha consistido en un encuentro con este tipo de personajes feministas, comenzando por la joven Giselle Levy de La sonrisa de la Mona Lisa. Sin embargo, la presencia de su Charlotte en Histeria sirve solamente para que la directora señale con la punta de la uña los tiempos pasados y se vanaglorie de los presentes.

El filme pudo hacer que los espectadores comprendiéramos mejor los conflictos de las mujeres de hoy. La directora demuestra que es capaz de desnudar la psicología femenina, pero señala escasamente particularidades de otra época.

Por otra parte, retoma de manera muy dócil las fórmulas contemporáneas, atrapa sobre todo al público femenino con una historia que, a pesar del tema y de sus personajes, no renuncia a las escenas «románticas» ni al matrimonio como plenitud femenil.

Sabemos que aunque el invento de Joseph Mortimer Granville pueda comprarse hoy en las tiendas y la sociedad reconoce los derechos de plenitud sexual de las mujeres, aún queda camino por recorrer. No espere, usted, que Histeria lo señale.

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