Una rendición honrosa y autógrafos de Fidel para los soldados de Batista en la batalla de El Jigüe

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Una rendición honrosa y autógrafos de Fidel para los soldados de Batista en la batalla de El Jigüe
Fecha de publicación: 
11 Julio 2024
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De las grandes batallas de la guerra de liberación nacional en Cuba, a fines de 1958, casi todos conocen. Yaguajay, Santa Clara y Santiago de Cuba, por ejemplo, son hazañas icónicas. Sin embargo, otras acciones en las montañas no fueron menos importantes para el triunfo de la Revolución. 

Uno de esos combates relevantes, ocurridos en plena Sierra Maestra, fue el de El Jigüe. Este comenzó el 11 de julio de 1958, cerca del poblado de Arroyo de las Cuevas, en el actual municipio santiaguero de Guamá. Se da como fecha de finalización el 21 de julio. La batalla de El Jigüe ha trascendido a la historia como la acción militar en la que el Ejército Rebelde emprendió el contraataque tras derrotar la Ofensiva de Verano de la tiranía batistiana. 

Durante los 11 días que duró, los guerrilleros se enfrentaron a fuerzas superiores en número y armamento. Pero la ventaja táctica se puso del lado de los combatientes revolucionarios, quienes en esa ocasión estuvieron comandados directamente por Fidel Castro. Sobre la genialidad con que el líder del Ejército Rebelde dirigió el enfrentamiento, el Comandante de la Revolución Juan Almeida recordó posteriormente:  

“Fidel manda, dirige, da órdenes, determina el lugar de las emboscadas, dónde tomar el camino, el trillo que hay que vigilar, la aguada que se debe ocupar. Mantiene comunicación con la tropa directamente o por mensajes en pequeñas hojas de papel de bloc, llevados por hombres conocedores del terreno que corren a su destino, y esperan, bajo el fuego de la aviación o el combate, las órdenes o respuestas sobre las operaciones, los triunfos o la triste pérdida de valiosos compañeros”. 

Varios fueron los oficiales rebeldes que destacaron en el asedio al batallón del ejército cercado en El Jigüe. Basta con revisar la correspondencia de Fidel de esos días y se verifican los nombres de Guillermo García Frías, Ramiro Valdés, Lalo Sardiñas, Andrés Cuevas, Braulio Coroneaux y Rogelio Acevedo, entre otros. Este último fue mandado a buscar por el propio Fidel, pues manejaba una ametralladora calibre 30, necesaria para arreciar el asedio a la tropa enemiga.

Por el bando del ejército regular, la tropa estuvo encabezada por el comandante José Quevedo, un oficial honesto que no estaba comprometido con los crímenes de la tiranía. De hecho, al rendirse, a Quevedo le fue respetada su arma corta; el militar se pasó al lado insurreccional y con posterioridad continuó su carrera en las Fuerzas Armadas Revolucionarias.

Según los relatos históricos, el batallón del ejército se batió con valentía. Aun así, no lograron romper el cerco. El continuo hostigamiento rebelde desde diferentes posiciones clave pudo más. A la acción armada se sumó, además, una oportuna labor psicológica y política de Comandante en Jefe, quien a través de altoparlantes conminó a los soldados batistianos a la rendición, así como a su jefe, Quevedo, mediante epístolas.  

Finalmente se pactó una rendición honrosa. De acuerdo con el libro Fidel. De Cinco Palmas a Santiago, los militares derrotados serían atendidos por su médico y los del Ejército Rebelde; los militares serían entregados a la Cruz Roja Internacional; el único que quedaría como prisionero de guerra sería el jefe del batallón; y los soldados no podrían destruir las armas, sino que debían ser entregadas al mando rebelde en las mejores condiciones posibles. 

Los hombres de Quevedo parecen haber desarrollado empatía con sus adversarios. Una anécdota del doctor Julio Martínez Páez recoge que, antes de abandonar el campamento insurreccional donde fueron atendidos, muchos pidieron un autógrafo a Fidel.  

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