Pino del Agua: No me mate, el Che dice que no se matan los prisioneros

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Pino del Agua: No me mate, el Che dice que no se matan los prisioneros
Fecha de publicación: 
8 Septiembre 2024
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El primer combate de Pino del Agua fue una de las acciones protagonizadas por la tropa del Che Guevara durante la guerra revolucionaria. A ese paraje de la Sierra Maestra llegaron los rebeldes el 10 de septiembre de 1957. 

No fue un enfrentamiento fortuito, sino un plan bien urdido por la jefatura del Ejército Rebelde. Después de exhibirse en el poblado, desprotegido hasta entonces por los militares de Fulgencio Batista, Fidel Castro seguiría su marcha hacia Santiago de Cuba. Esa información, calcularon los rebeldes, llegaría al conocimiento del bando contrario, que, se presumía, iría tras los guerrilleros. Lo más importante se mantuvo fuera del radar de los habitantes de Pino del Agua y, así, de los posibles informantes de la dictadura: mientras Fidel abandonaba el asentamiento, el Che y sus hombres se quedaban ocultos en sus alrededores, preparando emboscadas.
 
En los relatos que conforman el libro Pasajes de la guerra revolucionaria, el Guerrillero Heroico describió a Pino del Agua como “un caserío pequeño, edificado alrededor de un aserrío, en el mismo firme de la Maestra”. Estaba administrado por un español y había unos cuantos obreros, nadie del ejército batistiano. En la actualidad, ese terreno forma parte del municipio de Guisa, en Granma. 

Guevara situó a sus hombres, con los jefes de escuadra y de pelotón al frente, en los principales caminos que daban acceso a Pino del Agua y también en los que con menos probabilidad serían transitados por la tropa adversaria. Entre la oficialidad rebelde que aguardaba en la línea de combate la llegada de los soldados enemigos han trascendido los nombres de Efigenio Ameijeiras, Lalo Sardiñas, Ciro Redondo, Antonio López y Raúl Castro Mercader. Fue una larga espera, como recogen las memorias del guerrillero argentino:

“Estuvimos aproximadamente, siete días emboscados pacientemente sin ver llegar a las tropas. Al séptimo, cuando estaba en el pequeño estado mayor donde se hacía la comida para toda la tropa emboscada, me avisaron que el enemigo se acercaba. Como en ese punto hay subidas muy pronunciadas, aun antes de verse nada se oye el zumbido de los camiones trepando la áspera pendiente”. 
   
Arrancó el combate. En él se sucedieron varias manifestaciones de desorganización —como la propagación de una supuesta orden de retirada que el Che debió desmentir a tiempo— que posteriormente ameritarían el análisis del Comandante en Jefe y el líder de las acciones. Sin embargo, aunque no en los términos previstos, el plan devino una victoria para las armas de la insurrección. Se logró recopilar varias armas, lo que era uno de los objetivos del enfrentamiento. 

Un rebelde cuya familia había sido aniquilada por el ejército de la tiranía, según recoge Pasajes de la guerra revolucionaria, remató a un batistiano herido, “sin darle oportunidad de rendirse, lo que no podía hacer pues estaba seminconsciente”. El hecho fue calificado de “vandálico” por el Che, quien le recriminó la acción a su subordinado. 

Otro soldado de Batista que se escondía debajo de una manta, lesionado durante el tiroteo por un disparo en una pierna, optó por anunciar su presencia entre las triunfantes fuerzas insurreccionales. De acuerdo con el testimonio de Guevara, cada vez que un combatiente del Ejército Rebelde le pasaba cerca, el hombre, posteriormente curado por sus captores, exclamaba: 
—No me mate, no me mate, el Che dice que no se matan los prisioneros.

 

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