Netanyahu, con pecado concebido
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Sabiéndose protegido y defensor de los intereses de Occidente, el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, ha expandido su acción bélica al Líbano y, tras realizar un criminal atentado tecnológico en el sur del país, causando más de 4 000 bajas a combatientes de la organización guerrillera Hezbolá y números civiles, desató lo que denominó burlonamente una operación quirúrgica en Beirut, la capital, donde solo en el suburbio meridional dio muerte en menos de un día a más de 500 personas e hirió unas 2 500, entre ellas numerosos niños y mujeres.
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La agresión contra el Líbano continúa mientras miles de personas huyen de la zona sur, donde Hezbolá no solo no se rinde, sino emprende ataques contra aeropuertos, bases militares y asentamientos ilegales.
Aún no cesa el genocidios de los pobladores de la casi totalmente destruida Gaza, donde el número de víctimas mortales ya se acerca a los 42 000, acción que se extendió a Cisjordania, con una total burla a Naciones Unidas, pisoteando el derecho del pueblo palestino a tener su propio Estado, mostrando la inoperancia de un organismo virtualmente obsoleto.
A los 40 000 soldados, portaaviones, otros buques y aviones de guerra dispuestos en la zona para respaldar al socio sionista, Estados Unidos acaba de añadir más efectivos y otros medios bélicos y advierte a los norteamericanos que abandonen el Líbano conforme aumenta el riesgo de una guerra regional.
“Debido a la naturaleza impredecible del conflicto en curso entre Hezbolá e Israel y las recientes explosiones en todo el Líbano, incluido Beirut, la Embajada de Estados Unidos insta a los ciudadanos estadounidenses a abandonar el Líbano mientras sigan disponibles opciones comerciales”, advirtió el sábado el Departamento de Estado estadounidense.
Netanyahu, tras los bombardeos israelíes contra el Líbano, que aún continúan, admitió que se había anticipado en los ataques para eliminar “a los altos funcionarios a los terroristas, eliminamos los misiles”, pero no explicó el por qué había bombardeado estructuras civiles de la capital.
Si bien la cifra total de desplazados aún se desconoce, el Gobierno libanés activó este lunes un plan nacional de emergencia para asistir al número considerable de personas que se están desplazando. Además, las autoridades también están coordinando la apertura de escuelas y otros centros para alojarlos en el Monte Líbano y en las ciudades sureñas de Sidón y Tiro.
Curiosamente, la prensa occidental, aunque coincide en el peligro de una guerra total, de una manera u otra elogia la efectividad de las acciones bélicas sionistas y hace caso omiso del exterminio de palestinos en los territorios ocupados por Israel.
CRÍMENES DELIBERADOS
Tanto en la Franja de Gaza como en el Líbano, el ejército israelí niega deliberadamente a los civiles el tiempo suficiente para escapar de las zonas a bombardear, sin ofrecerles protección real frente a los peligros derivados de las operaciones militares. En lugar de ello, Israel ataca de forma aleatoria y directa edificios civiles, incluidos los hospitales y escuelas circundantes.
Y es que el primer ministro israelí hace así más cruel su estrategia belicista en Cisjordania y el Líbano, tras arrasar la Franja de Gaza.
Esa fue la respuesta al ataque del 7 de octubre. Desde entonces, el primer ministro israelí ha transitado una senda ajena al sentido de la proporcionalidad y a la más elemental humanidad con la población civil de Gaza. El líder del Likud ha visto en la guerra no solo una tabla de salvación ante su complicada situación política interna, sino también una estrategia para consolidar el expansionismo censurado por la ONU, cuya Asamblea aprobó el miércoles por amplia mayoría (124 votos a favor, 12 en contra y 43 abstenciones) una resolución en la que se pide el fin de la ocupación ilegal de los territorios palestinos.
A la injustificable decisión de arrasar Gaza —con más de 41 000 asesinados hasta ahora, un millón largo de refugiados y decenas de miles de viviendas completamente destruidas—, se ha unido la brutalidad en Cisjordania, con la muerte de decenas de civiles, la carta blanca de la que gozan los colonos ultras para ejercer la violencia y las múltiples escenas de odio, como la profanación este lunes de tres cadáveres arrojados desde una azotea por militares israelíes.
Casi un año después de poner el foco militar de la destrucción en la Franja, Netanyahu parece dispuesto ahora a mantener encendido el fuego de la guerra en el Líbano. Como si su futuro político en el interior de Israel —muy cuestionado ya antes del 7 de octubre— dependiera de perpetuar el conflicto exterior para asegurarse la aquiescencia de sus conciudadanos en nombre de una seguridad que él no deja de poner en peligro una y otra vez.
Todo ello mientras ignora las peticiones de alto el fuego de los familiares de los rehenes de Hamás, descalifica las resoluciones de Naciones Unidas, desprecia los procesos judiciales internacionales abiertos contra él por gravísimos crímenes y tacha de colaborador con el terrorismo a cualquier país u organización que no acepte acríticamente su relato.
Al respecto, dice el nada confiable periódico español El País que Netanyahu ha hecho caso omiso a su principal aliado, Estados Unidos, para que aceptara un plan de paz sobre Gaza y desistir de la opción bélica sin límites; pero, lejos de ello, e indudablemente con la aquiescencia de Washington, ha desencadenado una guerra en el Líbano, con su principal obsesión, Irán, al fondo.
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