Maya y el bloqueo

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Maya y el bloqueo
Fecha de publicación: 
30 Septiembre 2025
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Maya es una de la tantas mujeres luchadoras que viven en Cuba, que alguien una vez la renombró como la Isla Grande, justamente por tener féminas como Maya. Ese nombre está asociado a una de las civilizaciones precolombinas más avanzadas, que cubrieron casi todo el sur de México y el norte de Centroamérica; historias tan lejanas en el tiempo, pero al unísono cercanas, en los sentimientos nuestro americanos de los padres de Maya. 

Maya tiene una hija, Lucía; la niña tiene ocho años y resulta muy talentosa, con afición por la lectura, no en un móvil, sino en los libros tradicionales, de tinta y papel. Cuando la pandemia de la Covid, Lucía enfermó y sus pequeños pulmones estuvieron a punto de colapsar, porque no había suficiente oxígeno para enfrentar miles de casos como el de ella.

Seguro que se recordará que en medio de semejante emergencia, el gobierno cubano solicitó ayuda a terceros países y el de EE.UU. la negó rotundamente, aludiendo a las sanciones que ellos mismos imponen, es decir, el bloqueo contra Cuba existente desde 1962.

Desde luego que Maya ya conocía de ese cerco despiadado, calificado como el más prolongado en la historia reciente de la civilización, que acumula daños superiores a los 170 mil millones de usd. Solo en el último corte anual, marzo del 2024 - febrero del 2025, sumó 7 mil 556 millones de usd de pérdidas.

También Maya ha leído que el bloqueo se ha ido sofisticando con el tiempo, en la medida que el gobierno revolucionario ha encontrado la manera de sortearlo. Le dicen medidas aplicadas quirúrgicamente, convirtiendo el cerco en una auténtica telaraña, extralimitado, por el cúmulo de sanciones extraterritoriales, valga la redundancia.

Esa política que persigue con saña, y castiga a quienes en su natural derecho decidan hacer negocios con Cuba, genera una suerte de terror en el ámbito financiero, provocando permanentes cambios de entidades bancarias, que gestionen el normal flujo financiero desde y hacia la Isla. 

Este encierro monetario incluye la prohibición de usar dólares estadounidenses, es decir, la moneda empleada como mínimo en el 55% de todas las transacciones monetarias en el mundo. Para imponerlo, las autoridades estadounidenses inventaron una justificación, colocando a Cuba en una lista espuria, unilateral, como las sanciones mismas, que sirven para castigar a aquellos países que apoyan el terrorismo, lo cual prácticamente prohíbe a cualquier banco hacer intercambio con homólogos cubanos.

Maya no entiende bien qué es ese invento de la mencionada lista; ella sí sabe que en Cuba no hay terroristas, ni a nadie se le ocurre promover eso, sino todo lo contrario.

Al principio de la Revolución, un tío de su padre fue asesinado, le dieron candela vivo, en un acto terrorista, promovido, organizado y financiado desde Miami. A ella no hay quien le haga un cuento, el crimen está en los registros de su familia, con nombre y apellido. También recuerda que connotados asesinos de civiles, como el tal Posada Carriles, el que concibió la voladura de un avión civil en pleno vuelo, mueren tranquilamente en algún confortable residencial de esa ciudad al sur de la Florida.

Lo de extraterritorial es increíble. El padre de Maya le contó de un amigo habanero, para más seña, que se fue a vivir a Egipto hace como 15 años. El hombre vive de gestionar un negocio turístico con camellos; hasta risa le da porque ¿qué puede saber una persona nacida en Luyanó de tan noble animal?, pero el asunto es que el «camellero» amigo del padre, el año pasado intentó enviarle unos 300 usd a un conocido que está en el Líbano, y en el trayecto le confiscaron los usd al pobre, solo porque se identificó con su pasaporte cubano. 

Convengamos en que EE.UU. está bien lejos de El Cairo, donde vive hace 15 años el «camellero» de Luyanó. Y la aclaración viene al caso, le explicaba Maya a una compañera de trabajo, porque el argumento de los estadounidenses es que el embargo —le dicen pérfidamente— solo impide que Cuba venda o compre algo en EE.UU.

Por cierto, hay que destacar que Maya es maestra, oficio especialmente impactado con el bloqueo; imagine que, según datos disponibles, esta guerra económica genera pérdidas, en solo cinco horas, a lo necesario para adquirir los medios de enseñanza de todos los círculos infantiles del país, o en 21 horas, lo que costaría sustituir los recursos tecnológicos deteriorados de las instituciones educacionales cubanas. Increíble, es decir, un día sin bloqueo impactaría notablemente en los procesos educativos en el país.

En este contexto, Lucía corre otro particular peligro: en teoría, se puede quedar sin el inmueble que hoy ocupa su escuela. Sí, la escuela de Lucía se ubica en la barriada del Vedado, en una majestuosa casa que fuera de algún gerente vinculado a la familia Bacardí, los de la famosa marca de ron.

Pues resulta que los Bacardí, cuando tuvieron la ocasión, financiaron una ley en el Congreso estadounidense, que norma descaradamente la extraterritorialidad del bloqueo, la conocida Ley Helms-Burton, de 1996. Según esta legislación, el mencionado gerente o su descendencia pueden establecer un juicio en tribunales estadounidenses para recuperar la propiedad de la casa donde estudia Lucía. Claro, ella puede estar tranquila; eso nunca ocurrirá.

Como cualquier cubana, Maya también tiene que lidiar con la crítica situación que padece el sistema eléctrico nacional cubano; hay mucha tela por donde cortar para exponer cómo el bloqueo impacta en la producción de energía eléctrica en el país, tanto para la gestión de mantenimiento como modernización, mediante la instalación de energía renovable, por solo citar dos aspectos. 

En ese sentido, días atrás se enteró de la situación del principal bloque unitario del sistema, la famosa termoeléctrica Antonio Guiteras; en sus inicios adquirida a una empresa gala, esta última terminó siendo comprada por la trasnacional estadounidense General Electric en el 2015, y desde entonces, bloqueo mediante, se cortaron los financiamientos, piezas de recambio y asesoría técnica. 

Desde luego que Maya no puede contabilizar cuántas barbaridades, cuánto impacto, cuánta desdicha, cuánto estrés genera en gente común y corriente, de a pie, le dicen al común, que exista esta guerra sórdida, sin bombas ni cañonazos. 

Pero hay algo que irrita especialmente a Maya, porque eventualmente afecta la salud de Lucía, de sus padres, de sus conocidos y vecinos. Claro, porque el bloqueo impide, por ejemplo, la adquisición a bajo costo, o al menos al que establece el mercado internacional, de la insulina para todo un año, o insumos para atender patologías de cardiología, neurología o del cáncer; ni se hable de la importación de sillas de rueda y otros medios técnicos.

Como si fuera poco, el Departamento de Estado, con el cruzado Mr. Rubio al frente, redobló su cruel apuesta por desarticular el extenso programa de cooperación médica cubana en el todo el orbe. Esto es algo que Maya no entiende, por mucha vuelta que le quieran dar, y le parece, como mínimo, perverso que el pretexto sea que el personal médico involucrado son «esclavos»; es una ofensa gratuita para esos médicos, piensa Maya, que ve a estas personas como el ejemplo que quisiera siguiera su hija Lucía. 

La madre de Lucía y la propia niña nacieron, como la inmensa mayoría del pueblo cubano, en medio de este cerco descomunal, y es muy probable que nunca se pueda perdonar al reducido grupito de neobatistianos, que durante tantas décadas ha impulsado tal agresión desde EE.UU.

Estos promotores de la guerra económica contra Cuba no logran entender la capacidad de resistencia de gente como Maya, o sus padres, o hasta de Lucía, que pudo ser salvada cuando sus pulmones estaban por paralizarse, solo gracias a la estatura de los servicios médicos y del sistema social imperante en Cuba.

Y a la Revolución cubana no le queda otra opción que seguir evadiendo el bloqueo; ni siquiera esperar que mañana algún líder político estadounidense tenga suficiente valor y fuerza para derrumbar este vetusto muro de ignominia. Y desde luego, como bien estima Maya, llegada esa ocasión, Cuba no tiene nada que ofrecer a cambio, el muro tiene que derrumbarse y punto.
 
Aclaración: Los personajes de esta crónica son ficticios; los hechos son la cruda realidad de la agresión estadounidense contra sus vecinos, al otro lado del estrecho de la Florida.

Comentarios

Me pareció muy bueno el artículo,sobretodo en la manera genial de exponer los inmensos y trágicos efectos de una política estranguladora a una nación con ensañamiento "quirúrgico "...en la piel de una familia cubana,genial,me gustó,lo sigo,Francisco.
Piñon

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