A la Revolución, véanla pasar, pero sin prensa privada
especiales
¿El nasobuco de la prensa «independiente»?
«Sería absurdo confundir la crítica dentro de la Revolución con la que se hace contra la Revolución».
Roberto Fernández Retamar
Ideólogos y propagandistas de la corriente pro capitalista y contrarrevolucionaria, están abogando por la aceptación de la prensa privada en Cuba. Uno de los argumentos es afirmar que la crítica no existe en el país, o no es efectiva para la continuidad de la Revolución. Veremos más adelante qué ruidosa contradicción se esconde en ese argumento. Pero el hecho mismo de que den a conocer esos criterios desde sus bitácoras, e incluso publiquen libros, es el mentís más inobjetable del pretexto que se aduce.
La crítica es útil e imprescindible. Pero la sociedad que aprobó la Constitución, el Estado, y el Partido Comunista Cubano tiene el derecho, y sobre todo, el deber, de impedir que se pongan al servicio de la contrarrevolución desde dentro, o con vínculos allende los mares, con el uso de los saberes y posiciones que alcanzaron en la sociedad. El más legítimo de los derechos de una Revolución como la cubana, es, y seguirá siendo mientras sea agredida, su derecho a defenderse.
La contrarrevolución política no solo acude a las acciones concretas, físicas, destructivas. Que es su aspecto más habitualmente visible y la noción más consensuada. No consiste, por supuesto, en tener una idea o método distintos de cómo lograr la realización de un objetivo común del proyecto socialista. Esa es la crítica que Martí llamó necesaria para la salud de los pueblos que luchan, la ejercida con una sola mente y un sólo pecho. Lo definió así en el transcurso de la organización de un partido revolucionario y una guerra de liberación.
Uno de los continuadores y enriquecedores de ese legado en todos sus aspectos, Roberto Fernández Retamar, actualizó esa noción martiana para nuestros tiempos, al responder la pregunta de cómo entendía él la crítica revolucionaria hacia la Revolución. La síntesis de su criterio fue:
«Sería absurdo confundir la crítica dentro de la Revolución con la que se hace contra la Revolución». Pero citemos su respuesta completa, pues los matices y argumentos, que no evaden tampoco la crítica, son importantes:
«En su fundamental, inagotable texto "Nuestra América", Martí dijo con toda claridad: "Los pueblos han de vivir criticándose, porque la crítica es la salud; pero con un solo pecho y una sola mente". Y el Che, de regreso en Cuba, donde se preparaba para ir a pelear a Bolivia, añadió que "si se negara el derecho a disentir en los métodos de construcción (lucha ideológica) a los propios revolucionarios se crearían las condiciones para el dogmatismo más cerril. Debemos convenir en que los criterios opuestos sobre métodos de construcción son el reflejo de actitudes mentales que pueden ser muy divergentes en ese punto, pero planteándose honestamente el mismo fin". La Revolución necesita la crítica, porque la crítica es la salud. Tal crítica supone señalar los que se consideren errores cometidos en nombre de la Revolución, y también disentir en los métodos de construcción. En el muy citado discurso de Fidel que se publicó con el título "Palabras a los intelectuales", él pronunció la famosa frase "dentro de la Revolución, todo; contra la Revolución, nada". Entiendo que dentro de la Revolución se incluye la crítica hecha a medidas o aspectos que no parezcan positivos, si tal crítica es ejercida por los propios revolucionarios. Es lo que Martí se adelantó a decir cuando postuló que la crítica que es la salud implica un solo pecho y una sola mente. Sería absurdo confundir la crítica dentro de la Revolución con la que se hace contra la Revolución».
Destaco aquí algunos aspectos del criterio del Che, que Retamar hace suyos en la respuesta. La necesidad de que existan «los criterios opuestos sobre métodos de construcción», «que pueden ser muy divergentes», «pero planteándose honestamente el mismo fin».
Siguiendo ese legado nuestro proyecto es inclusivo y admite la crítica incluso del que no comulgue con los ideales socialistas, aunque el socialismo sea cada vez más apoyado en el mundo como la alternativa necesaria al capitalismo. Un método distinto, un modo creativo de lograr una meta de justicia y equidad, puede provenir de un no socialista, incluso de alguien que no se sume a una revolución e, incluso, aunque no sea tan frecuente, de una persona de las derechas, así como de las sociedades capitalistas, hay algunas soluciones que se pueden heredar en proyectos de justicia social. La Revolución respeta esa libertad de conciencia.
Pero la voluntad inclusiva de la Revolución —en este minuto histórico de predominio mundial del capitalismo y el imperialismo más cruento y desembozado— está obligada a no incluir todo intento de cambiar su proyecto político. Por ello están excluidos el pluripartidismo, la propiedad privada de los medios de comunicación, de los recursos más estratégicos que garantizan su soberanía y la defensa de todos ante las agresiones, y privatización de la salud y las instituciones educativas. Por ello están excluidos los proyectos que no tengan sus raíces y medios de sostenimiento en la Nación, y que, por ello mismo, no tengan arraigo en la ciudadanía. Como están incluidos los supuestos «líderes» formados en cursos al efecto, en academias e iniciativas extranjeras y sus medios «independientes».
Los revolucionarios no se ponen al servicio de intereses extranjeros, en ninguna de sus modalidades, ni directas ni indirectas, y hacen su labor al precio de cualquier sacrificio, incluso la pobreza personal o el peligro para sus vidas.
Así, una de las propiedades definitorias de la crítica que pretende pasar por revolucionaria, consiste en proponer, empujar, hacer proselitismo y formar sentido común social en favor de un proyecto político diametralmente opuesto al cubano. Y cuando ese proyecto mantiene, sea explícitamente, o por los medios sutiles, tercerizados, algún vínculo con intereses internacionales opuestos a la Revolución, la contrarrevolución política adquiere una gravedad particular ante la cual la sociedad exige que el Estado la proteja.
La Revolución Cubana es un proyecto político socialista, y tiene sus fundamentos históricos en el marxismo, el leninismo, y la obra y el pensamiento de Martí y Fidel, todo lo cual sintetiza las causas más justas y nobles de la humanidad, y, a la vez, el de las figuras revolucionarias más prominentes de nuestra historia patria, que se pueden simbolizar, y a su vez sintetizar, en Antonio Guiteras y Julio Antonio Mella.
Un proyecto político esencialmente opuesto al cubano, y que actúa con otra mente y otro pecho, puede ser caracterizado por múltiples rasgos. Pero uno de los más importantes al día de hoy, por su peso específico y función cultural antisocialista, y por lo tanto proimperialista, es impulsar y exigir la existencia y la legitimación en Cuba de medios de comunicación privados.
La evidencia histórica acumulada acerca de la influencia y la función que los medios privados tienen en la política, la cultura y la ideología en el capitalismo, es enorme. Y suficientemente apabullante en evidencias, como para ser desconocidas, escamoteadas, o no mencionadas, ni siquiera discutidas primero, como condición para proponer o defender la supuesta y falsa independencia, tanto de algunos medios que en Cuba se presentan como tales, o «alternativos», como la supuesta neutralidad de medios públicos privados financiados por recursos que no se pongan al servicio de todos. La evidencia demuestra que un medio que se sostiene por recursos privados, sucumbe o se mediatiza ante los intereses y las presiones de quienes lo sostiene. La reciente experiencia latinoamericana de los gobiernos llamados progresistas, donde junto a la gran propiedad privada sobrevivió una prensa capitalista a su servicio, demuestra la enorme fragilidad de los proyectos favorables a amplias capas de la población cuando no se puede neutralizar ese formidable instrumento de guerra que es la información.
La experiencia cubana indica también que impulsar la fragmentación y la atomización de los intereses de la sociedad a través de los medios, es el caldo de cultivo que los enemigos del país procuran para potenciar y provocar, con los recursos que ya invierten, una fractura de la sociedad que permita despojarla de su proyecto socialista.
Esa evidencia, al ser desconocida o escamoteada, es la primera prueba de la direccionalidad ideológica y la finalidad política de las propuestas a que nos referimos, objetivo que es muy distinto a pretender la continuidad de la revolución.
Esas evidencias han sido analizadas por varios lúcidos especialistas en la materia. Procurando no hacer tan extensas estas notas, remito solo a uno de ellos, Pascual Serrano. En https://lapupilainsomne.wordpress.com/2017/11/10/pascual-serrano-es-abso..., el especialista argumenta por qué es una absoluta mentira que un medio privado sea independiente.
Ahora bien, ¿pudieran serlo en Cuba?
Antes de ofrecer mi criterio sobre la interrogante, tengamos en cuenta que algunos de los promotores de la privatización, o la existencia de medios de información privados en Cuba, se presentan bajo la cobertura de estar a favor del socialismo. Al menos de palabra, cuando a su vez mantienen nexos, de alguna índole, con intereses, instituciones o personas, cubanas o no, que están asentadas fuera del país, notoriamente en los EE.UU. A la vez, sostienen un conjunto sistémico de criterios que objetan o proponen eliminar aspectos medulares políticos de la Constitución, como es el sistema electoral cubano y las funciones del Partido Comunista, en ella refrendados. Es importante no perder de vista ese conjunto definidor, disperso a veces en sus textos.
Recientemente hasta llegan a presentarse como preocupados por la continuidad y efectividad del proyecto revolucionario original. Aquí salta a la vista que sería necesario conocer qué se entendería por el proyecto revolucionario original, pero, a la vez, y esto es vital, cómo ese proyecto sería coherente con la existencia de medios privados. Eso no lo explican, sencillamente, porque es una contradicción insalvable y una falacia que no tiene explicación convincente alguna.
¿Puede ser Cuba la excepción a la regla que evidencia que en todas las coordenadas del orbe la prensa o los medios privados no son y no pueden ser independientes? Lo primero que deberían hacer sus defensores es presentar un estudio honesto y pormenorizado que niegue lo que afirma Pascual Serrano, al menos en uno de los países capitalistas que se presentan como los modélicos de la democracia y las libertades. Les propongo España, cultura que tenemos en las bases de nuestra nacionalidad.
Todo lo contrario, se han escrito hasta libros y ensayos, enjundiosos en pruebas y testimonios —pero de autores ellos mismos periodistas y que también fueron directores de medios de prensa— de cómo influyen decididamente los poderes financieros y los intereses políticos en los medios, incluso aquellos que son asumidos como públicos. No es posible glosar aquí esos argumentos, que, además, están a la vista de todos los que accedan al mundo digital. Si logran probar esa independencia, este comentarista sería el primero en reconocerlo.
Pero lo que sí se puede probar, con documentación al canto, es la ingente cantidad de recursos, y no siempre tan visibles y trazables como el dinero, que el capitalismo imperialista estadounidense, pero no solo él, invierte por múltiples vías e iniciativas y que permiten negar rotundamente la «independencia» de los medios que en Cuba pretenden presentarse como tales.
Nuevas viejas estrategias
Como eso es imposible, asistimos ahora a una metamorfosis a la que debemos estar muy atentos. Mediante un travestismo de necesaria lenta evolución, mediante una guerra cultural e ideológica de posiciones que ha intentado avanzar de casamata en casamata mental y pública, procuran que el financiamiento exterior, o eventualmente interior a través de «donaciones», se instale en el sentido común y logre aceptación y legitimidad. Y hasta llegar a la increíble contradicción, según sus objetivos, que dicen ser democráticos y a favor de los cubanos, de solicitar recursos públicos mediante vías de pago, como Pay Pal, prohibidas para los cubanos del interior de la Isla. ¿De dónde entonces vendrían los recursos?
¿Cómo lo están haciendo? Mediante dos variantes, al menos, que canalizan los objetivos de esa estrategia.
Una de las tácticas consiste en acabar de reconocer públicamente los financiamientos exteriores vía la Open Society, que dirige y financia el mega especulador y multimillonario, y hacedor de contrarrevoluciones en varios puntos del mundo, George Soros. Algo equivalente a: pusimos la bomba, ¿y qué? Consiste en el desafío de presentar un hecho consumado y, eventualmente, provocar la aplicación de las leyes que en el mundo entero castigan ese dolo. Y es una táctica muy reditual, pues la finalidad del sector más notoriamente mercenario es hacer méritos y presentar acciones ante los sostenedores, de manera que merezcan la continuidad pecuniaria de sus proyectos. Si no hay obra visible, no hay paga, razón del asalariado que se pretende independiente. Y si la obra es abiertamente agresiva, sube la cotización en la bolsa de la contrarrevolución.
Pero, y es la otra variante, se repite otra vez el proyecto que pretende distanciarse del financiamiento ostensible y reconocido, y marcar distancia del más desprestigiado mercenarismo local. Su último intento reciente fue aquel titulado Cuba Posible, que dio otra vuelta de tuerca a los procederes anteriores, al reconocer que pretendían un cambio de régimen en Cuba, instalar el pluripartidismo, y abogaron también por la prensa «independiente», en la frustrada esperanza de que las iniciativas obamianas lograran el objetivo de destruir desde dentro el proyecto socialista cubano. La prueba definitiva de que dependían de sostenimiento exterior fue que, finiquitado el obamismo, desapareció el proyecto con la mengua de sus apoyos, aunque eran suficientes sus vínculos con el proyecto de Sociedad Abierta de Soros, o la WOLA, nunca negados, como si se desconociera el papel de Soros en el fomento de las revoluciones de «colores», y las «primaveras árabes» y múltiples iniciativas anticomunistas en todo el orbe.
Como escamotear los nexos externos de diversa índole es harto difícil, y como la tarea de Soros es cada vez más conocida y denunciada en el mundo, y como, además, saben que la opinión mayoritaria de la ciudadanía cubana es adversa a cualquier vínculo extranjero para hacer política en Cuba, asistimos ahora a otra variante tan abyecta e insostenible como la anterior, pero que se pretende más refinada, aunque tiene todos los visos de ser más descarada, es decir, a máscara quitada. Es el intento de pasar como argumento válido que, si sus aspiraciones políticas y comunicacionales no reciben financiamiento interior, dígase estatal o público en Cuba, sería legítimo acudir al financiamiento exterior. Es de tal indigencia un argumento que se revela a sí mismo en su propia debilidad, que tal pareciera que es otro paso más para definitivamente reconocerlo después.
Y es indigente hasta por contradictorio ese argumento a todas luces desesperado y justificativo, si recordamos que aducen una «preocupación» por la revolución «original», que estaría obstaculizando en su continuidad, la existencia del modelo de prensa que se ha dado la Revolución y que ahora, en estas notas, no necesita defensa alguna. No es ni necesario decirlo, pero ¿qué financiamiento, que no venga como aquel, de las manos de los tabaqueros cubanos de Tampa y Cayo Hueso, sería destinado a «salvar» la Revolución original? Si se llega a tener que esgrimir tales argumentos, se comprende que estamos ante las peores imposturas de una farsa de presunta preocupación revolucionaria. Por supuesto que no engañan sino a los que ya aceptan ser engañados. Pero no es inútil advertirlo.
La crítica honesta, que siempre proviene del esfuerzo del sacrificio que se hace en la soledad de las convicciones, es bienvenida a la Revolución. Pero el coqueteo con el imperio y sus mil máscaras para transfigurarse en ovejita revolucionaria con piel de cordero, no son bienvenidos.
Los canales funcionales a la guerra mediática no tendrán espacio en Cuba. Publiquen en el exterior y quizás paguen por esas contribuciones, aunque es mucho más dudoso. O publiquen sin esperar nada a cambio. El argumento de que se necesita financiamiento exterior, si no lo hay interior, cae por su propio peso oportunista, pero es tan revelador, que se hace hasta difícil explicarse cómo alguien haya podido utilizarlo. ¿Acaso es necesario pagar una página gratuita de WordPress, o de tantos otros como los hay en el ciberespacio? ¿Acaso para un muro en Facebook? ¿Ahora, que no es necesario arriesgar la vida —y parar en la ergástula y la tortura— en una imprentica clandestina, y en cambio, el mensaje llega a miles con la velocidad de la luz?
Es una opción, si están tan angustiados por la continuidad de la Revolución, porque también, desde allá, allende, o desde aquí en un blog personal, o una página de Facebook (¿no dicen que eso es privado?), pueden muy bien satisfacer sus preocupaciones por la revolución original. Mientras, como le dijo Lezama al librero que le preguntó qué hacía con Paradiso, véanla pasar.
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