La decadencia del imperio “americano”: lo real que no se ve

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La decadencia del imperio “americano”: lo real que no se ve
Fecha de publicación: 
20 Enero 2021
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Soldados de la guardia nacional custodian el Capitolio en vísperas de la toma de posesión de Joe Biden

La historia demuestra que todos los imperios dejaron de serlo más por sus propias debilidades que por la fuerza de sus adversarios, y aunque es imposible menospreciar el papel que todavía hoy desempeña EEUU –incluye su capacidad de desestabilizar y hasta de destruir el mundo –también lo es no apreciar cómo sus fortalezas han ido disminuyendo desde el mismo momento en que emergiera como indiscutido líder del llamado “mundo libre”, después de la segunda guerra mundial y “guerra fría” mediante.

No es objetivo del presente trabajo demostrar la decadencia del imperio “americano” (que no todos reconocen aunque lo llamen declive y más  aceptan admitiendo la coletilla “relativo”); pero por lo que nos proponemos demostrar vale recordar la historia conocida que pretenden olvidemos pues ilustra que incluso en pleno auge imperial, ya desde los años 60s del pasado siglo, las empresas japonesas y alemanas comenzaron a desplazar de los mercados a las estadounidenses las que para protegerse disminuyendo costos, iniciaron la deslocalización de la producción y con ella la todavía por entonces incipiente desindustrialización y consecuente ralentización del crecimiento económico.

La “solución” encontrada fue, en los 80s, el “Reaganomic” neoliberal y en los 90s, con Clinton, nuevas dosis de neoliberalismo que eliminaron las regulaciones impuestas a los bancos luego de la crisis de 1929. Ello dio prioridad a la inversión productiva sobre la especulativa y al consumo privado, todo lo que aceleró el endeudamiento interno y también el externo provocado por los desequilibrios de balanza de pagos y los gastos militares. Claro que ya desde 1971, con el abandono por los EEUU de los acuerdos de Bretton Woods, la desmonetización del oro y la descontrolada emisión de dólares Fiat (sin otro respaldo que “la confianza”), se comenzó a considerar que “los déficits no importan”, declaración “oficializada” –aunque ni iniciada ni luego abandonada –por el Vicepresidente Cheney durante el mandato del Presidente Bush, hijo.

Aquellos vientos, acelerados por la “globalización”, trajeron las tempestades desatadas por la crisis de 2007-08 y la nueva solución a la nueva crisis esta vez implementada por Barak Hussein Obama, culto por excepción, con aureola progresista y comprometido con “la audacia de la esperanza” y sus “reflexiones sobre cómo restaurar el sueño americano”, entrecomillados por mí, título de un libro de su autoría. Y como con Obama fueron muchas más las promesas que las soluciones, Trump y sus promotores, con más promesas, se aprovecharon de la frustración.

Y de la misma manera que la administración Obama fue ruptura (y continuación) de su predecesor Bush, hijo (que fuera considerado “el peor presidente de los EEUU”), también la administración Trump fue ruptura y continuación de la administración Obama, al menos tanto como Biden lo será respecto a la de Trump (también “peor presidente de los EEUU). Ello así porque a pesar de su riqueza y poderío militar que por ahora la mantiene como primera potencia mundial, la sucesión de crisis en los EEUU y del sistema “democrático representativo” del cual es paradigma, ha demostrado la incapacidad de su plutocracia –dividida como nunca antes –de gobernar de la manera tradicional y en los marcos del consenso de la dictadura bipartidista (demócratas – republicanos), convertida hoy en pugna entre globalistas y nacionalistas  lo que ha debilitado aún más al imperio y esfumado el otrora indiscutible liderazgo de EEUU, incluso, en la parte del mundo llamada “Occidente”.   

Una pregunta se hace obligatoria ya aquí: ¿Podrá recuperar EEUU el liderazgo perdido?

Todo intento de los EEUU de restaurar su hegemonía deberá iniciarse por eliminar el seguramente peor de los legados de Donald Trump y “los que lo avalan” (Obama dixit), el trumpismo, al que Trump solo presta el nombre. Porque el trumpismo, es conducta, más precisamente conducta agresiva, que se manifiesta en el egocentrismo, la arrogancia, la prepotencia, en el irrespeto a las normas y al derecho, en la actuación burda, despectiva, abusiva  y al estilo mafioso y demagógico, que ya desde antes integraba el imaginario de esa parte del pueblo norteamericano que, frustrada, engañada, convencida de su excepcionalidad y la supuesta pureza racial que deja de ser (tendencialmente hacia el 2050 la población blanca estadounidense sólo será la mitad del total, hoy es el 69%), e influenciada por la maniquea y retrógrada derecha religiosa y el populismo de derecha, es hoy capaz de organizar turbas que agrupando parte de lo peor de la sociedad norteamericana, exacerban la división del país con consecuencias imprevisibles, incluso a corto plazo, y cuya manifestación más reciente fue el intento de golpe de estado del 6 de enero (a imagen y semejanza de los desde siempre promovidos por los EEUU fuera de sus fronteras).      

La recuperación del liderazgo pasaría también por sacar a los EE.UU de la peor crisis de salud de su historia, con ya más de 400,000 muertes cuando esto se escribe y el grave impacto que ello ha tenido sobre su economía, el endeudamiento del país y sus ciudadanos, la profundización de las desigualdades con el abusivo crecimiento de la riqueza de los más ricos y la agudización de los conflictos sociales y raciales, todo acompañado por la violencia policial exacerbada y que no parece tener fin.

Deberá enfrentar también el nuevo gobierno, su equipo y sus promotores, el impacto de la crisis sistémica del capitalismo y hasta los efectos de sus políticas en la agudización de la misma, lo que incluye:

  • Crisis presupuestaria, resultado de la inaudita combinación de recortes fiscales a los más ricos y el incremento de los gastos militares (lo que sugeriría subir impuestos y reducir gastos), ahora agravada por la pandemia y la necesidad de incrementar gastos, según Biden, en 1,9 billones de dólares que aumentará aún más el déficit.   
  • Crisis de la deuda externa, que con un Producto Interno Bruto de algo más de 21 billones (millones de millones) 270,000 millones de dólares en el momento en que esta nota se escribe, el país acumula una deuda federal de más de 27 billones 750,000 millones y un deuda total de 82 billones 115,000 millones, imposible si no fuera por la tenencia de deuda estadounidense –incluyendo la de corto plazo –por los bancos centrales asiáticos. Es esta última la única condición que ha impedido el hundimiento del dólar y de lo que resta de lo que todavía se denomina “Sistema de Bretton Woods”, que tendrá que ser con urgencia renegociado, ahora  en un mundo diferente.
  • Crisis del sistema geopolítico global creado después de la Segunda guerra mundial que exige:
  • Modificar  tanto la estrategia librecambista de la OMC como la trumpista de resolver los desequilibrios comerciales mediante guerras arancelarias, muy difíciles de compatibilizar con el “Buy American” promovido en su campaña por el presidente electo.

Compatibilizar las demandas contenidas en el texto firmado por los jefes de la Marina, del Cuerpo de Marines y de la Guardia Costera de los EEUU que titulado “Ventaja en el Mar”, declara que observa "con alarma, el creciente poder naval de República Popular China y el comportamiento cada vez más agresivo de la Federación de Rusia”, con la necesidad de presionar a Europa para alinearla con los EEUU y sus políticas hacia China en momentos en que esta aumenta su influencia en el mundo y hace suyo el liberalismo, incluido el comercial, el que en buena medida creado por los EEUU, irónicamente se vuelve contra su principal promotor y hasta hace muy poco principal beneficiario.

Presionar a Europa contra Rusia con la pretensión de que no le compre gas barato y con suministro más seguro por el gasoducto Nord Stream 2, lo que seguirá siendo fuente de tensión entre Alemania y EEUU.

Impedir que Europa y cada vez más países en el mundo continúen viendo a China, principalmente, desde la óptica económica.

  • Crisis climática, la que solo podrá ser afrontada con éxito, incluso luego del regreso de EEUU al Acuerdo de París, si se establece con China una relación de cooperación al margen intereses geopolíticos.

Una segunda pregunta obligada sería: ¿Cómo incidiría todo lo anterior sobre nuestro país?

Al margen de la vana polémica sobre si América Latina, la que el imperio considera su “traspatio trasero”, constituye o no una prioridad para los EEUU, en la misma medida que el país del norte pierde posiciones en la geopolítica global, mayores serán sus pretensiones geoestratégicas de afianzarlas en el sur del continente. Y es en esa América Latina donde se encuentra Cuba, algo que ningún gobierno de los EEUU pude obviar, como tampoco el ejemplo de soberanía e independencia que representamos.

Durante más de 60 años los EEUU han tratado de demonizarnos y aislarnos; sin embargo, ni los más reaccionarios en el subcontinente pueden ignorar que los pueblos de “nuestra América” siempre podrán contar con Cuba para causas dignas. En estos más de 60 años el mundo ha aprendido –y también los que gobiernan EEUU –que Cuba no traiciona, no acepta presiones ni chantajes y continúa construyendo su socialismo, cada vez más justo, próspero y sostenible.

Próximamente, en este 2021, deberá celebrarse en EEUU la IX Cumbre de las Américas; no participará en la misma Trump y esperemos tampoco el  trumpismo que nos obligue, como en la VIII,  a decir al agresor irrespetuoso: “con Cuba no te metas”.

Si no desde antes por la agenda complicada y el campo minado que lega Trump, al menos desde el inicio de la organización de la Cumbre y al margen de las declaraciones pour la galerie, quedarán claras las intenciones de la administración Biden respecto a cómo pretende sean sus relaciones con Cuba, que siempre ha estado y estará dispuesta a dialogar con todos los interlocutores, de todos los temas, en plano de igualdad y sobre la base del respeto mutuo pues, como nos enseñó Martí, de hermana anda Cuba

Comentarios

El asalto al capitolio no se puede definir en absoluto de golpe de estado.

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