Geopolítica: Mirando hacia Rafah

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Geopolítica: Mirando hacia Rafah
Fecha de publicación: 
10 Mayo 2024
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Israel lanzó una ofensiva contra Hamás en la ciudad de Rafah en medio de las negociaciones por una tregua. Foto Reuters

La ofensiva israelí sobre la ciudad de Rafah expresa quizás el último capítulo de una guerra de seis meses entre un ejército regular equipado hasta los dientes y una fuerza irregular y guerrillera que actúa como agente de contención de los planes de Tel Aviv en la región. El acuerdo de paz que recientemente Hamas dijo aceptar tendría que contemplar, además de un alto al fuego, cómo queda la correlación del equilibrio en la región y es que, a pesar de los más de 30 mil muertos civiles palestinos, ni uno ni otro bando han logrado sus cometidos. Por una parte, Israel no avanzó en la captura de los líderes de la resistencia y, por otro, Hamas no alcanza a vencer en su enfrentamiento a las tropas pertrechadas del sionismo. El saldo es una destrucción total en Gaza y la casi certeza de que los bandos han llegado a un punto de no retorno en el cual se hace poco creíble un entendimiento con un cese de las hostilidades.

Rafah está situada en el límite entre Palestina y Egipto, una división que es resultado de los acuerdos de paz del siglo pasado en los cuales Israel le devolvió a El Cairo la porción ocupada de la Península de Sinaí. Se trata de un enclave histórico que ha sido por siglos una ciudad de paso y de obligada referencia para dominar militarmente el Medio Oriente. Israel arguye que allí se encuentran los líderes de Hamas en la actualidad y una red de túneles que provienen de Egipto desde los cuales se envían armas y hombres al movimiento rebelde. Por eso, no certificó el acuerdo que los palestinos aceptaron y, en horas de la noche y tras las celebraciones de los civiles por un posible fin de la guerra, las bombas israelíes volvieron a caer sobre la ciudad. Los civiles palestinos no tienen un sitio ya al cual moverse y se les dificulta el acceso a bienes de primera necesidad, ya que con la caída de Rafah desaparece el último refugio. Ahora todo queda a merced de Tel Aviv y del trato que decidan darles. Por otra parte, Netanyahu habla de exterminar a los líderes de Hamas y no de llegar a acuerdos, por lo cual se avizora que está lejos el horizonte de resolución.

La guerra irregular expresa la correlación geopolítica de Occidente y de los pueblos de la región en una pugna que hunde sus raíces en la ideología colonial del pasado que aún persiste. Por una parte, no solo se trata de la ocupación de territorios de forma ilegítima por parte de Israel, sino del exterminio humano que busca aculturizar la zona y retrotraerla a un historicismo hebreo que es la base del partido ultraconservador de Netanyahu. Por otra, en el marco de ese enfrentamiento, las muertes y el sufrimiento generan más odio y lucha étnica y religiosa y por ende un clima de total intolerancia. Las potencias occidentales que han regido en este proceso ya no pueden ofrecer una salida viable y se ha evidenciado en la forma en que Biden no logra frenar a Netanyahu. De hecho, los llamados de Europa y de Estados Unidos a cesar el fuego y llegar a un acuerdo han caído en el saco vacío pues el sector extremista de Tel Aviv persiste en su agenda más ideológica que racional y política. ¿Qué es lo único que puede detener esa escalada y momentáneamente contener a las fuerzas hebreas? El propio pueblo israelí. La gente, de tendencia diversa en cuanto a pensamiento, una que no comparte la idea de la guerra perenne y se siente llevada a un clima de inseguridad por el partido oficialista y con esto pudiera haber un viraje en las próximas elecciones. Además, gran parte de esa gente posee lazos con Estados Unidos y la postura de la Casa Blanca crea resonancias en la opinión pública de Israel.

Estados Unidos está al borde de sus propias elecciones presidenciales en las cuales vuelven frente a frente dos modelos del mismo capitalismo. Por un lado, el globalismo de Biden y de su partido, que está enfrascado en preservar el imperio como zonas de influencia y sobre todo a partir del uso de la fuerza y de la imposición geopolítica. En la otra esquina, los republicanos con una radicalización del conservadurismo totalitario que amenaza con barrer toda racionalidad y ser tan agresivo como el propio globalismo. Se ahondan las divisiones entre dos visiones de nación y ello se expresa en las políticas domésticas en torno al voto. En todo esto, no es de extrañar que vuelva a usarse el tema de lo externo como ficha de cambio. Biden requiere del lobby judío del congreso y de su influencia si quiere ganar y de hecho recientemente ha advertido que está en contra del antisemitismo creciente, como consecuencia del rechazo al genocidio en Gaza. Entonces, no puede como presidente mostrar una posición contundente sino blandengue y conciliadora en un conflicto que está en su peor momento desde el siglo pasado. Pero es que Biden no ha sabido ni podido controlar a su aliado Israel y este último lo ha metido en problemas de cara a las elecciones y por ello el tema de Gaza es usado como un ariete entre las dos agrupaciones partidistas norteamericanas. Tristemente la política hegemónica solo entiende del pragmatismo del voto y por ahí es que puede hallarse una vía mediana para alguna solución momentánea.

En cuanto a la relación que el conflicto posee con los posicionamientos de las grandes potencias en la región, Rusia ha dejado claro que no estará de brazos cruzados si las demás fuerzas militares actúan. El choque con Ucrania no ha hecho mella en la capacidad de acción global de Moscú, que está celebrando la reelección del presidente Putin (malas noticias para el liderazgo del Occidente colectivo que no posee ahora mismo cabezas visibles). Si Estados Unidos da un paso en falso, como se pensó que podía pasar cuando el intercambio de ataques entre Teherán y Tel Aviv, se debe desencadenar la temida reacción en cadena. Por eso, hay que esperar que Biden evite grandes movimientos en el Medio Oriente en tanto el escenario con Kiev sigue preocupando a sus asesores de campaña. Un cese al fuego en Palestina por ahora pasa por reevaluar las condiciones de uno y otro bando y ver hasta dónde son realistas y realizables o simplemente excusas impuestas para continuar con la guerra.

¿Puede este panorama de Rafah escalar hasta un punto en el cual se desenvuelvan todas esas fuerzas latentes en la región? Hay que seguir de cerca el tratamiento a los civiles cuando ya no tengan donde refugiarse y la respuesta que el mundo árabe dará a ello. Sobre todo, porque Irán no forma parte de esas negociaciones y sostiene su hostilidad ante el avance y los crímenes de Tel Aviv. El fundamentalismo religioso hebreo de la extrema derecha de Netanyahu mezclado con los intereses geopolíticos de la élite de Israel pueden ser el cóctel explosivo en el nuevo aumento de la violencia en el Medio Oriente. Y ya se demostró hasta donde están dispuestos a crear un río de sangre. Algo sí es evidente luego de estos sucedidos, ya el prestigio de Israel no será el mismo, debido al genocidio sin precedentes. Su nombre ha quedado cosificado por la violencia desmedida e injustificada. Sea cual sea el inicio de esta escalada y las causas que lo motivaron, ya van 30 mil muertos de una manera impía.

La toma de posesión de Putin marca un nuevo punto de giro en los hechos internacionales. Rusia va a continuar con la política de desafío a Occidente, cuando este último está en su peor momento de hegemonía. Nada de lo que ha hecho la Casa Blanca ha funcionado para frenar la conformación de un multilateralismo como parte del nuevo orden mundial. El globalismo de las potencias occidentales no es un arma infalible y ni siquiera la cancelación de las fuerzas de resistencia ha sido efectiva. En ese panorama, hay que esperar que los pueblos tomen conciencia de su valor y de la manera desfachatada en que son tratados como ciudadanos de quinta por las élites. La guerra de Gaza es una prueba de las consecuencias del poder imparable de ese grupo de presión global. Pero con un eje ruso/chino fuerte todo se vuelve más difícil. Por un lado, el mercado ya no gira en torno a Occidente, sino que está centrado en China. Por otro, Moscú posee el poder militar disuasorio y la red de influencia perfectos para expandir una nueva visión de la política en todo el mundo, comenzando por Europa.

El Occidente colectivo puede organizar una nueva redada contra Rusia, pero no se le garantiza éxito. Luego de que se llegue a un acuerdo en Ucrania, habrá retrocedido mucho el prestigio del bloque atlantista. Quizás por eso Israel está buscando tratos ventajosos lo más rápido posible y aplastar a la oposición en la región, ya que cuando Estados Unidos y la OTAN no estén del todo disponibles, se prevé una ofensiva de los árabes. La cúpula occidental hace aguas y todo su viejo orden se derrumba detrás. Hay que concientizar que solo a partir de visiones no centradas en ese bloque es que se llega a algún juicio de valor, ya que en los medios hegemónicos no se puede consumir información por sus niveles de parcialidad.

Hay que estar atentos a Rafah, ahí se están decidiendo las fichas del tablero y quizás un poco más…

 

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