El Club Antiglobalista: Los Antimascarillas se equivocan, pero su rabia es real

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El Club Antiglobalista: Los Antimascarillas se equivocan, pero su rabia es real
Fecha de publicación: 
24 Septiembre 2020
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Protesta antimascarillas en España

La andanada de medios de prensa, que responden a un mismo dueño, sataniza con saña al creciente Movimiento Antimascarillas que realiza manifestaciones tanto en Europa como América. Valdría la pena preguntarse por qué dichas plataformas se empeñan en atacar de plano a los protestantes, a la vez que callan ante las tímidas o nulas respuestas de sus gobiernos, los cuales son los culpables de que, entre otros ejemplos, Madrid sea hoy el epicentro de la pandemia en el Viejo Continente. Un análisis cercano del fenómeno, arroja algo de luz acerca del doble rasero de medios, políticos, decisores en materia de sanidad y demás miembros de la cúpula. 

Apenas 3 mil personas en la Plaza del Sol, cifra baja en un mundo acostumbrado a las conmociones callejeras, han hecho que salten todas las baterías chupatintas españolas. Los Antimascarillas critican la gestión del gobierno, culpan a los bancos y al sistema financiero de la depredación de los negocios pequeños y los puestos de trabajo y denuncian a un sistema sanitario colapsado, al cual no se le dedicó lo suficiente ni en materia monetaria ni de políticas públicas. Cierto que los enfoques de esas masas furiosas están desviados de una orientación ideologica, ya que pululan entre ellos teorías de la conspiración negacionistas, como por ejemplo que el virus es mentira, que las mascarillas provocan hipoxia (falta de oxígeno) o que el hipoclorito cura la pandemia. Un fenómeno comprensible, tras décadas en las cuales se ha desideologizado a la gente, mediante la cultura basura, eliminando todo pensamiento emancipador y llevando a la humanidad a un universo paralelo, que da paso a supersticiones. 

Lejos de reconocer la parte real de las denuncias de los Antimascarillas (personas desahuciadas en medio de la crisis), los diarios del pool elitista explotan la maquinaria del desprestigio. Por ejemplo, así se refiere el rotativo La Voz de Galicia a los manifestantes y sus líderes en uno de sus últimos artículos: “Uno de los impulsores es Fernando Vizcaíno, (…), quien nunca identifica al supuesto enemigo de esa guerra, a veces habla de élites o incluso de la banca internacional. Una y otra vez sin argumento alguno (…)”. El diario español hace hincapié en que dicha persona es profesor de yoga (una materia oriental que cuenta con muchísimos escépticos y detractores en Occidente), a quien le cerraron su canal de you tube por incumplir normas. Ya sabemos, por experiencia cercana en el caso de Cuba, del sesgo doble y mezquino que prevalece en esta plataforma de redes sociales, donde se permiten apologías al odio, el linchamiento, la mentira y el acoso, mientras se silencian verdades antisistema…

La Voz de Galicia continúa su monserga desacreditando a un enfermero que denuncia la crueldad, ineficiencia y falta de medidas del sistema sanitario, así como las negligencias. Luego el diario  menciona a Josep Pamies, un gurú que ciertamente ha mentido acerca de las propiedades curativas del clorito sódico contra el cáncer, el ébola y ahora el coronavirus. La crónica del medio español, copia de otros tantos de la misma línea, va en el tono del demérito: coloca, al lado de los disparates que algunos de los Antimascarillas defienden, la legítima denuncia del sistema neoliberal. Quien lea el articulo termina pensando que, en efecto, los manifestantes son un grupo de locos, a los cuales hay que reprimir con toda la violencia posible. El objetivo del linchamiento mediático se ha logrado, pero el coronavirus y la crisis siguen ahí. 

Doctrina del choque

En realidad lo que está sucediendo es tan consustancial al capitalismo como la ley de oferta y demanda. Las grandes crisis desatan la carrera de los especuladores, quienes usan tanto la desinformación como el temor de las masas para guiarlas en la dirección de unas ganancias económicas desiguales. La inseguridad hace que la gente mire hacia los poderosos como tablas de salvación y deje de cuestionarse si son justos o no los privilegios que el sistema le otorga a un reducido grupo. 

Tales son algunos de los elementos que analiza la politóloga Naomi Klein en su libro Doctrina del Choque, publicado en 2007 y que es un estudio de cómo el capitalismo se ha beneficiado del uso de las crisis, incluso cómo las propicia a exprofeso cuando ve que habrá una mayor ganancia, aunque ello suponga la desgracia y la muerte de millones de personas, que no tienen poder dentro del sistema. La mayoría de las figuras del capital especulativo, como George Soros por ejemplo, han ascendido mediante mecanismos de apuestas en contextos de crisis. Una verdad como un templo, que le ha costado a países, como Gran Bretaña por mencionar un caso, la devaluación de su moneda en 1992 debido al juego de apuestas realizado por Soros en unos pocos días. La doctrina del choque es contraria a la estabilidad del sistema, ya que normaliza la ocurrencia de crisis, que solo afectarán a los desvalidos,  los que no poseen una riqueza con la cual puedan acudir a la bolsa en calidad de pudientes. 

La Doctrina del choque fue una respuesta del economista neoliberal Milton Friedman a las políticas intervencionistas y protectoras del New Deal de Franklin Delano Roosevelt, tomadas a raíz del Crack de 1929. Por lo tanto, ello quiere decir que, para los capitalistas, mientras más desvalida sea la masa mejor, mientras más concentrada esté la riqueza más poder político y chantaje y fuerza se podrán ejercer. A la vez, según declara Naomi Klein, esta doctrina ha demostrado su eficacia en detener estallidos sociales que deriven en una ideología progresista que ponga en peligro al sistema. Las crisis, de esta manera, se aprovechan por parte de las élites, no para programas sociales, sino para deshacerse de la carga de la masa, privatizando los servicios y salvando a la banca, los grandes negocios, a la vez que aumenta la deuda del ciudadano común. Se trata de un negocio en toda su magnitud, en toda su descarnada realidad de la lógica capitalista.

El proceso de dominio mediante esta doctrina incluye el monopolio de la información y el ocultamiento de datos claves, así como el manejo de los principales decisores a la cabeza de los países. Si analizamos las últimas filtraciones, veremos que en la página web de la Open Society de Soros uno de los puntos de mayor relevancia son las donaciones a medios de prensa hegemónicos, sobre todo en Europa y Estados Unidos, así como en la tenencia de personal confiable en puestos clave, verbigracia los dos tercios del Parlamento Europeo que aparecen en la web de Open Society como “personal confiable”, en la hechura de una sociedad abierta, o sea de los planes de la élite. 

Mal manejo, ¿manejo intencional?

Para Naomi Klein, en entrevista con el diario Contexto, las medidas y el accionar errático de Donald Trump y de la élite capitalista responden a que la lógica de la doctrina del choque ya está enquistada en la toma de decisiones. Ello no implica necesariamente admitir la teoría de la conspiración de que el virus fue creado para afectarnos, por un grupo de burgueses interesados, sino que el sistema ya actúa ante las crisis protegiéndose primero y lo hace desprotegiendo a la inmensa mayoría. 

El mal manejo de Trump responde a quienes están detrás de su figura política y que están habituados a que, a rio revuelto, ganancia de pescadores. De ahí que no haya habido una política eficaz en torno al coronavirus y que incluso no aparezcan datos veraces y concluyentes sobre su origen, naturaleza, devenir. Y esto último, además de explotarse del lado del capital, genera en la masa la oscuridad de la sospecha y del estallido. La doctrina del choque actúa ahora mediante los medios de prensa, teledirigiendo la furia del pueblo en la dirección que favorece a las élites. Para ello se sataniza cualquier cuestionamiento y se cataloga como conspirador a todo aquel que levante su dedo para denunciar lo evidente: que nos han estado mintiendo. 

Los Antimascarillas están equivocados al no querer protegerse, pero no es su culpa si piensan erráticamente, ya que décadas de desinformación les nubló el espíritu crítico. El lavado de cerebro, el cierre de partidos y movimientos progresistas o su captación de parte del capital, han dejado en la orfandad a la muchedumbre que, rabiosa, arremete contra todo sin tener claridad en la exposición de sus demandas. 

¿Alguien dudaría de que, luego del coronavirus, vendrá una crisis económica que profundizará más aun la desigualdad del sistema? Las medidas de restricción de libertades, de control, de vigilancia electrónica y de represión, apuntan hacia un mundo sometido a la fuerza, donde la gente común no piense y tema constantemente a quienes en efecto dominan. 

Los Antimascarillas no saben luchar, no saben lo que quieren, pero se rebelan y eso debiera importarnos, más allá de las leyendas y el linchamiento echado a rodar por quienes encubren a gobiernos negligentes y a un sistema que quiere privatizar, literalmente, hasta la sonrisa. 

 

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