El Chicuelo: un filme y los conflictos que no pasan de moda

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El Chicuelo: un filme y los conflictos que no pasan de moda
Fecha de publicación: 
21 Enero 2022
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A 101 años de su estreno, El Chicuelo continúa considerándose una de las películas más emblemáticas de en las que trabajó Charles Chaplin. Este filme ─cuyo título en inglés es The Kid─ mantiene, a día de hoy, sus denuncias sobre lo peor de los capitalismos.  

Dirigida por Chaplin y presentada en 1921, esta película muda aborda una temática social delicada: el desamparo infantil. Un bebé queda sin protección durante unas horas, hasta que el personaje interpretado por Chaplin, después de fallidos intentos de deshacerse de él, decide asumir su cuidado. Sin embargo, a pesar de que se hace evidente que el pequeño llega a ser asimilado como un hijo, las condiciones materiales en que es criado se muestran precarias. 

He ahí un elemento con valor de actualidad presente: a un siglo y un año de su publicación, cientos de miles de niños y niñas del planeta viven en extrema pobreza, padecen enfermedades prevenibles o curables y no tienen acceso a la más elemental educación. 

El Chicuelo incita constantemente a esas reflexiones. Las virtudes técnicas del filme lo propician. Por ejemplo, el trabajo de sonido, en el que Chaplin tuvo una incidencia directa, logra la construcción de un relato que complementa a las imágenes. La intencionalidad sonora acentúa oportunamente la tristeza o la comicidad, según la escena. 

A pesar de que la tecnología de la época no posibilitaba los modernos arreglos y efectos digitales, la fotografía de El Chicuelo es muy convincente y consigue una perspectiva tridimensional acertada, centros de interés precisos y equilibrio espacial en la mayoría de las tomas. Los planos generales son usados en momentos de mayor dinamismo de los personajes (desplazamientos por las calles, persecuciones...), mientras que para resaltar algún objeto o cierto aspecto de la fisonomía de los personajes, Chaplin recurre a planos de detalles.

Este filme también destaca por la maestría con que son interpretados los personajes protagónicos. John Leslie Coogan Jr., conocido como Jackie Coogan, encarnó y dio vida al chico de cinco años. El niño John, hijo de actor, había nacido en los Ángeles, California, en 1914. Con tres años formó parte del elenco de una película, aunque no le dieron créditos. En una ocasión en que coincidió con Chaplin logró impresionarlo. En el largometraje sobresalen su gestualidad y el expresionismo de su rostro. Fue considerado una estrella infantil. El prestigio alcanzado le hizo merecedor de una pequeña fortuna y llegó a promocionar mercancías y juguetes para niños. Sin embargo, su popularidad decayó cuando creció.

Por su parte, Charles Spencer Chaplin, nacido en Londres en 1889, también fue hijo de actor y desde los cinco años realizó interpretaciones teatrales. Cuando llegó a Estados Unidos participó en decenas de películas hasta devenir director de sus propios trabajos. Además de alcanzar notoriedad como director de primera, escribió gran cantidad de guiones y supervisó la fotografía o la música de muchos filmes. Con el rodaje de El chicuelo el célebre comediante subió de nivel al comprobarse como director de largometrajes. 

En una época en que el cine era predominantemente silente, las aptitudes mímicas de los actores eran fundamentales. Chaplin fue un excelente mimo y un comediante excepcional. Desde sus comienzos creó a Charlot, personaje que interpretaría por más de dos décadas y con el que alcanzaría fama mundial.

Una mezcla de humor y sentimentalismo caracterizan a Charlot. De acuerdo con sus biógrafos, los aspectos morales de Charlot reflejan las condiciones socioeconómicas en que creció Chaplin, quien pasó parte de su infancia en instituciones de beneficencia y sufrió la muerte de un hijo pequeño. Estos rasgos también están presentes en los 68 minutos de El chicuelo, a partir de la exposición que se realiza del desamparo y la pobreza infantiles.

Varias escenas lo muestran claramente. Las imágenes del interior del hogar de Charlot y el pequeño, situado en un barrio marginal, atestiguan cuán precaria era la vida del niño de cinco años y su padre adoptivo. Sin embargo, a pesar de la pobreza, quedan las cualidades de Charlot como moraleja.  Por ejemplo, cuando padre e hijo se sientan a la mesa, la comida se comparte por igual.

Los protagonistas, optimistas casi todo el tiempo, hallan un final feliz. El chico y su madre biológica se reencuentran. Ella, devenida una pudiente estrella de cine, lo recibe junto al padre en su casa. Así es en la película. Sin embargo, a 101 años del estreno de El chicuelo, la habitual crítica social de Chaplin mantiene vigencia, pues el desarrollo del mundo, de la manera desigual en que este se da, todavía tiene la deuda de un final feliz con miles y miles de chicuelos. 

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