Del ensueño a la batalla: que lo aparente imposible sea posible
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El encanto de soñar que no nos abandone nunca digo yo. Pero al ensueño debemos convertir en hechos para que no quede en quimera tanto amor.
José Martí tenía en su sueño de libertar a la patria un arma contra incomprensiones, aun dentro de su propia familia, espías, escépticos, traiciones hasta de mambises a quienes había que colocarles el ex antes del hermoso vocablo, y cuidaba su gran anhelo, lo cultivaba, intentaba llevarlo al espíritu de sus compatriotas.
Si bien en 1880 escribió muy apasionado a su amigo Miguel Viondi: "Lo imposible, es posible. Los locos somos cuerdos”, además expresó: “Un pueblo es composición de muchas voluntades, viles o puras, francas o torvas... Hay que deponer mucho, que atar mucho, que sacrificar mucho, que apearse de la fantasía, alzando por el cuello a los pecadores" (Patria. Abril 17 de 1894). Ese alzar no significa ahogar pese a que en ocasiones uno tenga ganas de apretar. Se trata de ir a las causas del mal, comprenderlos, curarlos, salvarlos, revivirles la vergüenza.
Lo logró con quien intentó quitarle la vida al envenenarlo: lo convirtió de un individuo confundido en oficial del nuevo mambisado. También con el grupo de coterráneos emigrados en Nueva York que les había sacado dinero, a él y otro patriota, con la narración mentirosa sobre un compañero enfermo de gravedad carente de medicina. Martí entonces le comentó algo así, según recordaba años después el acompañante. "Dinero bien invertido... Nos permitió saber cuánto tenemos que trabajar con estos hombres para que sean dignos. Y le aseguro que muchos de ellos estarán entre los que lucharán por la libertad de Cuba". Agregaba el testigo: "No se equivocó y varios de los que antes nos engañaron cayeron en combate".
El Apóstol laboró tesonera e inteligentemente en lo ideológico, en lo humano prefiero decir: alma de los clubes, los manifiestos, las reuniones, los discursos analíticos y emocionantes, el periódico Patria y en la cima de la creación, el Partido Revolucionario Cubano. Y hacia la Guerra Necesaria. Unió a los pinos nuevos con los robles jamás envejecidos, buscó el aporte monetario a la lucha, y aunque valoraba más lo poco aportado por una anciana tabaquera que incluso se lo quitaba de la magra alimentación, no negaba el de los bolsillos más poderosos, de los propios propietarios de fábricas, a sabiendas de que la revolución nacida después del triunfo de la manigua los golpearía duro. Había echado a andar con los pobres de la Tierra y había visto la verdadera cara de la riqueza individual excesiva, la horrible. Tampoco soslayó la misión de la contrainteligencia tan ligada a él.
Proporcionó a su sueño una estructura potente que le permitía hacerlo realidad, unida a la mayor conciencia conquistada, reflejada en lo cualitativo y cuantitativo de los seguidores, todo en medio de tantos dolores físicos y espirituales del líder y con bastantes pasos sin ruido -en silencio ha tenido que ser- contra el imperialismo, así le llamó, y los que no querían tanta revolución. Por ella murió en batalla frente a soldados del ejército colonialista español.
No pudieron eliminarlo. Ni de bala ni de olvido. Al rescate. Los muertos que vos matáis gozan de buena salud. Respuesta ética desde la estética enarbolada por los cubanos verdaderos en las diversas etapas. No la dejaron en la literatura, en lo artístico. La hicieron vibrar. Continuó siendo nuestro Apóstol. Sus ideas, sus combates fueron y son punto de partida para enfrentar a la maldad donde quiera: Patria es humanidad.
Quien lo entendió a superior plenitud en la Generación del 30, Julio Antonio Mella, lo amó especialmente desde la brega que lideraba por la nación y el mundo. Cayó en la encomienda. Árbol que brindó tantos frutos en tan poco tiempo no podía desaparecer. Su presencia se siente en las batallas. La Generación del Centenario, el nuevo mambisado, los Rebeldes, sobre todo, encabezados por Fidel, el mejor alumno de José Martí. El bosque llegó a las ciudades. Crecieron juntos.
El enemigo revuelto mantiene su brutalidad contra nosotros. De diversas maneras. Siempre ignominiosas. Sutil o abiertamente. Aprovechando oportunistamente nuestras imperfecciones para alimentarlas. Sin descartar las mentiras. Ni la violencia. El bloqueo desgarrador busca el crimen para acabarnos. Si bajamos la guardia, si deterioramos la unidad, los señores del odio nos arrasarían. Si negamos los errores nuestros, si no los reconocemos, abrazamos el triunfalismo y no les salimos al paso, perdemos credibilidad, damos opciones a los perversos. Entre todos los que valen, guiados por los cuadros valiosos, intercambiando opiniones y mediante el respeto mutuo, debemos vencerlos. El pueblo en la primera línea.
Crear esta sociedad basada en el amor es muy difícil. Los intereses personales de los seres humanos y su talento no están cercanos siempre a la virtud, al respeto y la querencia por el prójimo indispensables. No nos pueden temblar las manos para hacer las transformaciones necesarias, teniendo claridad sobre la fase actual; ellas deben ser instrumentos nuestros y no debemos ser nosotros instrumentos de ellas. Aunque los cambios no representan siquiera debilitar en lo más mínimo la solidaridad, el altruismo, el internacionalismo, el desinterés, la ética, ni dejar de "luchar por nuestros sueños de justicia para Cuba y para el mundo..." básicos en el patriotismo y el socialismo nuestros como planteó el Comandante en Jefe en su discurso-poema acerca de su concepto sobre la Revolución (Primero de mayo de 2000).
Martí enseñó que en la vida debemos hacer muchas veces lo que el saltador de longitud: ir hacia atrás para adquirir impulso para llegar más lejos. Sin embargo, quiero agregar: urge cuidarnos de aquellos deseosos de quedarse atrás eternamente o de caer a la derecha. Si Don Dinero se impone estamos perdidos. Habitamos un mundo náufrago. Ningún país está exento del mar tormentoso que amenaza con tragarse a la humanidad. Y los de menos recursos son los que más sufren las consecuencias del deterioro. Soy optimista y pongo mi granito de arena en esta lid: encontraremos los caminos para conducir nuestros justos sueños a la vida. Como hicieron los soñadores de la talla de Martí, Mella y Fidel que ante todo fueron revolucionarios.
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