Brasil: Corruptela al por mayor
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El alcalde de Río de Janeiro, Marcelo Crivella, es escoltado a un examen médico después de su arresto, en la sede de la policía de la ciudad de Río de Janeiro, Brasil, el martes 22 de diciembre de 2020. La policía estatal de Río de Janeiro arrestó al alcalde saliente el martes en relación con un supuesto plan de sobornos. AP - Bruna Prado
A pocos días de finalizar sus mandatos, el alcalde de Río de Janeiro y otros gobernantes de igual nivel en Brasil están siendo cuestionados judicialmente por presuntos delitos de corrupción, que sólo en el mayor carioca asciende a un equivalente de diez millones de dólares.
En lo anterior tiene que ver la porfía de diversas organizaciones partidistas de derecha por suceder en el futuro al desprestigiado régimen del ultrarreacionario Jair Bolsonaro, cuyo hijo ha estado envuelto en numerosos hechos ilícitos.
La corrupción impera en una nación azotada por una pandemia del coronavirus descuidada por un maniático gobernante que considera aceptable la muerte de sus conciudadanos antes que se pueda perjudicar la economía.
Todo esto en un país polarizado, con una izquierda desunida, sin que salga a la palestra un líder que represente a los trabajadores y las clases humildes en general.
Hay ser recordar que Lula fue enjuiciado y puesto en prisión para que no pudiera ser presidente, acusado de delitos de corrupción que no pudieron ser probados y, en este sentido, se trató de implicar a Dilma Rousseff para justificar el golpe de Estado parlamentario que la depuso, hecho llevado a cabo a pesar de la inocencia de la mandataria.
Corruptela extendida desde el 2016, cuando se congelaron los gastos estatales por 20 años, gracias a una ley votada por la mayoría derechista parlamentaria, toda una cuadrilla de ladrones.
Así, fue aprobado este engendro, bajo el rimbombante nombre de Enmienda Constitucional 94, dirigida especialmente contra la mayoría de la población del país y, en especial, al sector que accedó a un menguado retiro luego de décadas de trabajo.
Esta enmienda rebaja a la mitad las cifras que se invierten en jubilaciones, así como también los gastos en salud, educación seguridad, asistencia social, etc., o sea, los servicios estatales.
Varios economistas alertaron que se colocaba al Estado en una posición insostenible, mientras el funcionario del capital financiero internacional Henrique Meireles decía cínicamente que la economía de un país puede ser vista como la de una familia cuando hay que recortar gastos, una comparación falsa, cuando las normas son impuestas por el Banco Central, un nido de ladrones.
El congelamiento de los gastos del Estado no incide en el peor rubro de los gastos del Estado, la fraudulenta deuda pública, cuyo pago va a parar en parte a los bolsillos de banqueros y especuladores en general.
A esto se puede agregar la complacencia con el empresariado, al darle un salvoconducto para que maneje a la clase trabajadora como le venga en gana, luego que en los últimos años había logrado suspender la publicación en la prensa de la lista de algunos de ellos condenados por diversas violaciones.
En un breve resumen –tal como este comentario-, Brasil presenta desde Michel Temer a Jair Bolsonaro regresión social, económica, cultural y política, sin nada bueno que esperar en venideras consultas electorales.
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