Biden en apuros: Las aguas bajan turbias

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Biden en apuros: Las aguas bajan turbias
Fecha de publicación: 
17 Abril 2022
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Si no fuera por lo que representa, los incumplimientos y el boicot a todo lo que huela a paz en el mundo, sentiría pena por un presidente que ha tenido que acusar el fracaso de Afganistán, la desbocada pandemia de las diversas variantes del mortal coronavirus y la inflación provocada por una política que solo engendra el odio a quienes intentan oponerse a los designios del imperialismo.

Si a ello añadimos que todas las encuestas revelan que cada vez es más impopular, con menos del 40% de simpatía, y que es incapaz de hacer aprobar ambiciosas reformas, debido a un Congreso en el que quintacolumnistas hacen desaparecer la exigua minoría de su Partido Demócrata, podemos llegar a la conclusión que las aguas bajan muy turbias y pueden ahogar los pocos ímpetus de su gobernanza y empoderar al «opositor» Partido Republicano en las venideras elecciones de medio término.

No es la primera vez que recordamos que el programa de Biden para tratar de llegar a la presidencia solo era superado por el de Bernie Sanders, a quien siempre se le ha tildado, injustamente, de comunista y socialista cuando menos, para meter miedo a una nación con una mentalidad moldeada por los llamados medios de información al servicio de lo peor, que se aprovechan de tal orfandad e ignorancia política.

Será llover sobre mojado expresar lo que le está ocurriendo en estos momentos al mandatario, con un hijo metido en serios problemas de corrupción relacionados con la «punta de lanza antirrusa de Ucrania, la inflación energética y alimentaria que ha provocado con tantas sanciones contra Moscú y el privar a su aliado europeo de un petróleo y gas barato, y la cada vez mayor proliferación de gobiernos del Tercer Mundo que tratan de librarse de la política de servidumbre impuesta por el Imperio».

O sea, casi 15 meses de Biden como presidente en los que sus principales pifias, entre otras muchas, han sido el no mantener la política acertada comenzada con el enfrentamiento a la COVID y desatar la rusofobia, que no podrá sacarlo del atolladero en que se encuentra inmerso, al apoyar a los elementos neonazis que encabezan la lucha contra Moscú en Ucrania.

Una periodista conservadora, Amanda Mars, que escribe para el libelo español El País y colabora con la agencia norteamericana AP y la francesa AFP, recuerda en Microsoft News que «Joe Biden llegó a la Casa Blanca arropado por la poesía de Amanda Gorman, el himno emocionado de Lady Gaga y un índice de popularidad del 57%», cota nada despreciable para los Estados Unidos del desgarro político. El país titiritaba aún por el asalto al Capitolio, culmen de la tormentosa era Trump, y Biden, un demócrata de la vieja guardia, veterano del Capitolio, con merecida fama de moderado, prometió la reconciliación. «A todos los que no me apoyaron, escuchen lo que tengo que decir conforme avanzamos y, si todavía están en desacuerdo, eso es la democracia, esto es Estados Unidos», dijo aquella mañana. «Empecemos de nuevo, todos, escuchémonos unos a otros», insistió.

Así, impulsó un nuevo plan de estímulos de 1,9 billones de dólares con medidas estructurales históricas para combatir la pobreza infantil, firmó el regreso de Estados Unidos al Acuerdo contra el Cambio Climático, levantó el veto de Trump a las personas transgénero en el Ejército —no así a las medidas para endurecer el bloqueo a Cuba, que había prometido tres veces hacer desaparecer—, firmó la paz con las potencias aliadas tras el giro aislacionista del republicano y cumplió con creces las metas de vacunación prometidas a los votantes. 

O sea, independientemente de seguir considerando a Cuba un Estado terrorista y las pautas establecidas por la gusanera de Miami, Biden hizo que Estados Unidos recuperase su nivel de actividad económica previo a la pandemia. Había prometido una suerte de restauración, y aquello parecía el inicio de una revolución social.

Desencanto

Pero en los últimos nueve meses casi todo se ha ido abajo, y los demócratas con tintes progresistas, o menos reaccionarios, critican su giro más a la derecha.

El incumplimiento de promesas hechas en la campaña electoral y un retroceso que le ha marcado una gran impopularidad, aún peor que en los primeros tiempos de Trump, con todos los problemas enumerados al principio, empeoran la situación partidista a pocos meses de unas elecciones legislativas que pueden hacerle perder el control del Congreso y acabar de maniatar su obra de gobierno hasta el 2024.

Biden, senador durante tres décadas, tenía credenciales de pragmático, capaz de llegar a acuerdos con la oposición y, sobre todo, de experimentado intérprete del ánimo del Congreso y contador de votos. Dos grandes proyectos de ley en los que ha invertido su capital político han quedado varados en el Capitolio, porque no ha logrado convencer a dos senadores demócratas díscolos —Joe Manchin y Kirsten Sinema— ni arrimar a su costado a ningún republicano moderado. 

Se trata de la nueva ley nacional de voto (que frene las restricciones impuestas por Estados republicanos) y su gran programa social Build Back Better, que supone la mayor expansión del Estado de bienestar en medio siglo. La apuesta política por estos proyectos ha sido tan elevada, que ha deslucido una conquista legislativa reciente, y también de calado histórico, como el gran plan de inversiones en infraestructuras, de apoyo bipartito. Trump lo buscó y no lo consiguió.

Para el politólogo Alan Abramowitz, el futuro no se decide tanto en esos proyectos de ley como con lo que pase con la economía y la pandemia, coincidiendo en la vieja idea «es la economía, estúpido», acuñada por James Carville, asesor del demócrata Bill Clinton, en su exitosa campaña de 1992.

Cualquier paso en falso es munición para la oposición republicana. Eso explica también el mantenimiento de las políticas de mano dura contra Venezuela y Cuba, así como las restricciones que mantiene en inmigración irregular, ante el récord de llegadas de sin papeles a la frontera. 

Todo esto sin citar su decisión de «combatir a Rusia hasta el último ucraniano», como apuntó Russia Today. Esto es echar leña al fuego y poner en el candelero el resquebrajamiento total de la paz en el mundo. El desgaste ha castigado también a Kamala Harris, primera mujer en llegar a la vicepresidencia de Estados Unidos, cuyos índices de popularidad son peores que los de Biden.

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