Australia: Inconsecuencia, cuando se dice la verdad
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Un soldado australiano bebiendo cerveza en una pierna ortopédica que sería de un talibán muerto. Foto The Guardian
En par de ocasiones, las autoridades de Canberra han intervenido ante el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, para que desista de extraditar al periodista australiano, Julián Assange, preso en Gran Bretaña, con el fin de juzgarlo y virtualmente condenado a cadena perpetua por haber dado a conocer los crímenes cometidos por las fuerzas armadas norteamericanas durante sus guerras de agresión, principalmente en Iraq y Afganistán.
Pero cuando un ex abogado australiano dio a conocer los crímenes de las tropas australianas al servicio de Estados Unidos en Afganistán, las autoridades de la isla-continente lo amenazaron con condenarlo a cadena perpetua, si no aceptaba una de seis años, por también decir la verdad.
Esta información la dio a conocer Microsoft News como algo que fue tratado “benignamente” por la llamada justicia hacia David McBride, de 60 años, al que condenó por tres cargos, incluyendo robo y compartir con la prensa documentación clasificada.
Los activistas por los derechos humanos expresaron con razón que preferían condenar a McBride antes que a los criminales de guerra, lo cual refleja la falta de protección a quienes digan la verdad en Australia.
McBride, según AP, se dirigió a sus partidarios mientras paseaba a su perro hasta la puerta del Tribunal Supremo del Territorio de la Capital Australiana antes de conocer la sentencia:
“Nunca he estado tan orgulloso de ser australiano como hoy. Puede que haya infringido alguna ley, pero no he faltado a mi juramento al pueblo australiano y a los soldados que nos mantienen a salvo".
Esta cuestión acerca de los crímenes cometidos por las tropas australianas que toman parte en cada una de las agresiones emprendidas por Estados Unidos no es nada nuevo.
Muchos recordamos que ya desde la agresión a Corea soldados australianos, específicamente aquellos que eran reclutados entre la población aborigen, decapitaban a sus prisioneros, reducían las cabezas y las exhibían en picas como trofeos, que en muchos casos llegaban a vender.
En la guerra de 20 años contra Afganistán, antes de retirarse derrotado, Estados Unidos contó principalmente con la participación de Reino Unido, Canadá y Australia, país este protagonista de crímenes que fueron divulgados ampliamente por la publicación Dissident Voice.
SALVAJISMO
La investigación del Inspector General sobre las Fuerzas de Defensa de Australia en Afganistán (FDA), publicada a finales del 2020, sirve de barómetro del nivel de salvajismo que ha calado en los países imperialistas en su interminable reinado de terror contra el Sur global.
El documento es el resultado de una investigación de cuatro años, iniciada por los militares en el 2016 y dirigida por el General de División retirado Paul Berretín. Su trabajo comprende desde el 2005 al 2016.
Con el informe se han confirmado 39 homicidios en 23 incidentes separados y 25 soldados -algunos de los cuales siguen prestando servicio en las FDA- han sido implicados tras las declaraciones de 350 testigos. Se han remitido a la Policía Federal 36 asuntos que afectan a 19 personas. El Segundo Escuadrón del Regimiento de Servicios Aéreos Especiales (SASR: Especial Air Servicie Régimen) fue disuelto y algunos soldados fueron despojados de las medallas y condecoraciones recibidos desde el 2006.
La investigación detalla varios protocolos de la barbarie seguidos por las FDA en Afganistán. Se menciona el rito de iniciación de los soldados novatos conocido como ‘bautizo de sangre’, es decir, matar a su primera víctima disparando a un prisionero.
"Esto se lleva a cabo una vez controlado el recinto militar del objetivo y señaladas las víctimas como ‘personas buscadas’". ‘Las pruebas’ – transmisores o armas - se colocan sobre el cuerpo a continuación. Posteriormente se redacta un ‘artículo de portada’ "con el fin de informar sobre las operaciones para desviar una investigación". También se enumeran los incidentes en los que los soldados "infligieron un dolor intenso" a los detenidos afganos y "les causaron lesiones", lo que indica el uso de la tortura.
En el 2015, el alto mando militar encargó a la Dra. Samantha Crompvoets que proporcionara una "instantánea" de las operaciones de las FDA y que investigara las denuncias de crímenes de guerra. Según el informe de Berretín, Crompvoets "dijo que le dio la impresión de que hubo un ’gran número de asesinatos ilegales’ que habían sido ’diseñados por el final", es decir, los afganos eran primero asesinados y posteriormente colocados en la Lista de Efectivos Prioritarios Conjuntos.
Se conoce como la JPEL por sus siglas en inglés, es decir, Lista de las Fuerzas de la Coalición en Afganistán de Efectivos Prioritarios para Asesinar o Capturar, sobre la base de que eran presuntamente combatientes y oficiales de alto nivel de los talibanes o de Al-Qaeda.
En un caso, Crompvoets observa a soldados del SASR conduciendo por una carretera y viendo a dos niños de 14 años. Los soldados concluyeron rápidamente que se habían encontrado con simpatizantes talibanes. Los niños fueron detenidos y capturados. Les cortaron la garganta. Introdujeron sus cuerpos en bolsas para cadáveres y los arrojaron a un río. Estos actos no eran raros; los soldados de las Fuerzas Especiales cometían este tipo de asesinatos como un medio de "ser conocidos". Por ejemplo, en el 2012, un anciano afgano, Haga Sadr, fue golpeado hasta la muerte por un soldado del SARS durante una incursión en su pueblo, Sarkhoum.
Aparte de la investigación, otras fuentes también han revelado la contumacia homicida absolutamente abominable del SARS. Una imagen publicada por The Guardian el 1 de diciembre del 2020, mostraba a un soldado del SARS bebiendo cerveza en la pierna ortopédica de un afgano muerto. La foto fue tomada en el "Flat Ladis Armas", un bar no oficial establecido por el SARS en su base de Tarín Kit, la capital de la provincia de Uruzgan.
En otra foto la prótesis está atada a la mochila de un soldado, y en una tercera, dos soldados posan con aquélla. La prótesis de pierna fue tomada, según se informa, de un "presunto combatiente talibán", después de que éste muriera durante un asalto del SARS en abril del 2009 en Uruzgan.
¿Y LOS MEDIOS?
De forma típicamente dócil, los medios de comunicación neoliberales se han aferrado firmemente al punto de vista imperialista de la clase dominante y han normalizado los atroces crímenes de guerra como una anomalía en una historia por lo demás honorable de comportamiento recto de las tropas australianas en la ocupación ilegal de un país de Asia Central.
Estos ultrajes fueron parte de un crimen de guerra más grande: la invasión y ocupación de Afganistán desde el 2001 comandada por Estados Unidos.
La guerra saturó las vidas de los afganos ordinarios con una violencia sin fin y una tristeza insufrible. Tras 20 años de operaciones militares imperialistas, las matanzas continuaron hasta la retirada de los ocupantes, cuyos jefes auparon a grupos terroristas para que siguieran haciendo la vida imposible a un pueblo que nunca pudo doblegar y ante el cual tuvo que emprender la retirada.
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