Adalid del uribismo: ¿Marco o «Narco» Rubio?
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Marco Rubio, viejo fans del expresidente colombiano Álvaro Uribe. Foto tomada de Internet
Para quienes ya han oído y leído sobre las andanzas de Marco Rubio, ese senador republicano mimado por la gusanera anticubana de Florida, no es sorpresa alguna que haya enfilado sus cañones contra la presencia del presidente colombiano, Gustavo Petro, en Estados Unidos donde se acaba de entrevistar con el presidente Joe Biden.
No hay nada original comentar y poner los puntos sobre las íes sobre tal personaje, porque ya lo han hecho todos los medios que brillan por su defensa y amor a Cuba.
“Fan” de Álvaro Uribe y defensor de Iván Duque lo convierten en un francotirador contra Gustavo Petro, con el fin de hacer fracasar cualquier intento del mandatario por llevar la paz a su país y librar de la ignominia a su pueblo.
Rubio, por supuesto, tiene que ser un enemigo declarado de Petro, por ser defensor de Venezuela, enemigo del bloqueo que Estados Unidos mantiene desde hace más de seis décadas contra Cuba, quien se ha negado a entregar armas a Ucrania y tiene en su mirilla la inserción que desde hace años tiene Colombia en la agresiva Organización del Tratado del Atlántico Norte, de la actividad paramilitar de mercenarios colombianos en hechos tan detestables como el asesinato de figuras de la política internacional.
Ello explica porque Marco Rubio lo califica de caos para la política norteamericana, mientras defiende los antiguos vínculos del uribismo con el establishment estadounidense.
De todos es conocido su ínfula de tratar de llegar a la presidencia de Estados Unidos y su derrota al respecto, al tener que darle el paso al posterior inquilino de la Casa Blanca, Donald Trump.
Ahora Ron DeSantis se le interpone en el camino a la candidatura republicana, en la que hay otros aspirantes. Quizás lo “ayude” los ya mencionados vínculos con Álvaro Uribe, algo que ha hecho pensar a muchos en sus posibles conexiones con el narcotráfico colombiano, extremadamente potente y difícil de combatir, en lo que Gustavo Petro está severamente empeñado.
Para el amigo y colega canadiense ya fallecido Jean Guy Allard, la alianza entre Marco Rubio y Álvaro Uribe levantó sospechas.
En Washington, hubo chistosos que llamaron “Narco” al senador anticubano por su amistad con el expresidente.
Es que Rubio y Uribe, además de ensañarse contra Venezuela y sus aliados, llevan episodios en su historial que les vinculan, de una manera u otra, al narcotráfico.
Hay un suceso de su vida familiar que marcó la adolescencia de Rubio de manera indeleble. Y del cual se niega a hablar. Hace ocho años, el canal televisivo Univisión se encargó de recordárselo.
Cuando tenía 16 años, la policía irrumpió en su universo, en el medio de la operación antinarcóticos más importante de 1987 en el sur de Florida, para nada menos que arrestar a su hermana Bárbara y su esposo, Orlando Sicilia.
De acuerdo con documentos públicos revelados por Univisión, la fiscalía federal de Miami ordenó la confiscación de la casa de Bárbara por ser usada para “actividades criminales”. Por lo mismo, la otra propiedad de la pareja, en North Miami Beach, también fue objeto de una orden de incautación.
Y el cuñado Orlando terminó en la cárcel con una condena de 25 años por “conspiración para distribuir cocaína y marihuana”.
Horrible detalle: el grupo de narcotraficantes con el cual “trabajaba” la pareja – el del conocido traficante cubanoamericano Mario Tabares – estuvo implicado en la muerte de un informante federal. El juicio contó con el testimonio de que había intentado desmembrar el cadáver del colaborador de la policía con un machete.
Tabares era el capo de un multimillonario imperio de la cocaína de Miami. Su villa palaciega y despiadado sindicato de la droga han evocado comparaciones con la película estadounidense “Scarface”.
Orlando Sicilia salió en libertad en noviembre del 2000 por reducción de pena. Vivió en la propia casa de la madre de Rubio en Miami y figuró en los registros como copropietario de esa residencia.
Tabares fue condenado a 100 años de prisión, la pena fue reducida en un 85% y ya es libre, algo común en el universo de Florida donde Rubio prosperó, protegido de prominentes miembros de la mafia cubanoamericana que domina desde hace seis décadas la vida política no solo de Miami y de New Jersey, sino también de Washington, donde sus más conocidos miembros, como Rubio, intervienen en la política exterior de la nación y se atreven a dictar medidas a cualquier nivel, como lo ha hecho el susodicho con Biden acerca de la entrevista con Petro.
Repito: Rubio no quiere hablar de su pasado, de tales coincidencias con el narcotráfico, y sus defensores, que cuidan bien el escaño de “Narquito”, dicen que el tema no debe ser de escrutinio periodístico.
En el Congreso Rubio hace cualquier cosa que le viene en gana, bien adornado y a sueldo de la Asociación Nacional del Rifle, asociado a cualquier tema que se relacione con la subversión en Cuba.
A veces cansa hablar de este individuo que odia visceralmente a nuestro país. Pero el acontecer de sucesivos eventos desafortunados, obliga a ello.












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Carlos de New York City
Carlos de New York City
Armando Oliva Fuentes
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