TELENOVELA CUBANA: Ángel Luis Martínez cree en el melodrama
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El escritor también interpretó un personaje en la telenovela.
A las nueve de la noche, lunes, miércoles y viernes, medio país (y un poco más, según algunos) está al tanto de las peripecias de El rostro de los días, la telenovela cubana del momento.
Es, sin dudas, un fenómeno de audiencia.
Conversamos con el principal responsable de esta historia, el creador de su argumento, uno de sus guionistas: el actor y escritor Ángel Luis Martínez.
—En Cuba hay una larga tradición del melodrama radial y televisivo. Incluso, aquí se consolidaron muchas maneras de escribir un folletín para esos medios. Y sin embargo, hay quien dice que la mayoría de las telenovelas cubanas «traicionan» el género. ¿Cuál es tu posición ante los códigos de la telenovela tradicional?
—En lo particular, amo el melodrama, creo en él como género. No solo para atrapar multitudes, sino también para transmitir valores y mensajes. Crecí influenciado por los espacios dramatizados de Radio Progreso y las novelas del cuadro dramático de la emisora provincial de Villa Clara: CMHW. Ese mundo sonoro me hizo soñar, me hizo crecer como persona, descubrir mundos maravillosos, no solo ligados a nuestra más cercana realidad, sino también entornos inimaginables de la literatura universal. En el período especial la radio se convirtió prácticamente en mi único sostén, en el centro de mi vida.
«Mi mamá nació en el mismo año en que se estrenó en Cuba El derecho de nacer, la obra de Félix B. Caignet que paralizó al país, incluso le debe su nombre a la protagonista de la novela. Me gusta decir que mi pasión por el melodrama me viene desde mi propia raíz.
«Con El rostro de los días quise escribir una telenovela que “se viera” como telenovela, utilizando todos sus códigos: hijos perdidos, secretos del pasado, triángulos amorosos, personajes negativos, lucha de contrarios. No les tengo miedo, me habían funcionado en la radio y quería ver si lo conseguía también en la televisión. No descubrí el agua tibia, soy heredero de una tradición en la que Cuba fue pionera, y de la que lamentablemente se ha desprendido un poco. He bebido de importantes escritores como Dora Alonso, Joaquín Cuartas, Marcia Castellanos Parra, maestros del género que hicieron y hacen soñar a tantos a través de las ondas sonoras.
«Aclaro: tampoco es novedad para la televisión cubana. Ya antes Eduardo Macías había paralizado el país con Pasión y prejuicio, Xiomara Blanco con su novela Tierra brava y, por supuesto, Dora Alonso con su inolvidable Sol de batey.
«Creo en el melodrama siempre y cuando todos los conflictos sean coherentes y estén bien tratados, cuando un suceso te lleve al otro, cuando haya ilación en todos sus planteamientos, la línea dramática esté bien diseñada y los conflictos estén en el rango de lo posible, cuando el público se sienta identificado con la historia que se le está proponiendo».
—¿Cómo se manifiesta esa posición en la actual telenovela?
—Creo que de principio a fin. La trama central descansa en un secreto del pasado que tiene su repercusión en el presente. “Siendo una adolescente, rodeada de miedos y circunstancias específicas, Aurora abandona a su hija en el hospital. Durante treinta y tres años vive arrastrando su culpa, hasta que un buen día descubre la posibilidad de encontrar a su hija perdida”.
«Esta es la base de toda la estructura de la novela. Sé que corría un gran riesgo, porque este suceso ya había sido usado con anterioridad en varias telenovelas, sobretodo foráneas; pero yo quería aterrizarlo en nuestra realidad, acercarlo a nuestro entorno. Por supuesto, concibiéndolo de una manera posible y creíble. El asunto en particular del abandono de una madre a su hija en el hospital nos preocupó muchísimo, por lo manido del tema, y muchas veces, en el proceso de escritura del argumento pensé en desecharlo.
«Sin embargo, en nuestras investigaciones nos encontramos una doctora especialista en Ginecología y Obstetricia que nos ayudó mucho en el tema de la inseminación artificial, en la forma de proceder, en los tiempos de espera que debían ser coherentes con el tiempo narrativo de la novela. Nos sorprendimos mucho cuando supimos que esa misma doctora, que tenía la edad de Mariana, nuestra protagonista, era adoptada, y además había sido abandonada por su madre en el hospital, solo que, en su caso, su verdadera progenitora nunca había aparecido. Incluso nos contó de otros casos de abandono que ella conocía. Esto nos pasmó, pero a la vez nos convenció de que debíamos seguir con nuestra historia. La realidad siempre superará a la ficción, como tantas veces se ha dicho. Solo que hay que escoger qué realidad quieres mostrar y cómo la vas a mostrar.
«En El rostro de los días hay varios triángulos amorosos; secretos que se han ido develando a medida que la trama ha ido avanzando, hay “villanos”, por supuesto, en un intento de concebirlos desde su propia humanidad, llenándolos de contradicciones, de razones para su mal proceder. Un buen melodrama debe estar lleno de puntos de giros, de detonantes, de personajes viviendo al límite, que luchan por conseguir sus objetivos. Eso intentamos con nuestra novela. Los televidentes dirán si lo hemos conseguido».
—Hay un debate permante e intenso sobre la trama de El rostro de los días. ¿Hasta qué punto te interesa estimularlo? ¿Cómo te planteas abordar temas de por sí polémicos?
—El debate ha sido tan intenso que por momentos me ha asustado. Uno sueña sus historias, trata de recrearlas lo mejor posible, con la esperanza de que lleguen al público, de que gusten. Temiendo que me ciegue la pasión te digo que la reacción ha sido tremenda, mucha más fuerte e intensa de lo que pude imaginar. Me interesa poner el dedo sobre la llaga, mover a la reflexión, al debate. Creo que esa es la labor de un verdadero creador.
«Me parece que mi fórmula está clara en El rostro de los días: enganchar al público con una historia apasionante, y una vez que esté de nuestra parte comenzar a emitir señales, mensajes, formas de comportamientos, posibles senderos y soluciones para los conflictos que se le puedan presentar a cualquier ser humano.
«Creo que toda historia, bien contada, sirve para polemizar. Eso me lo ha demostrado la novela, que ha pasado de una polémica a otra a medida que han avanzado los capítulos. Sencillamente basta escribir sobre el ser humano que de por sí es muy polémico».
—¿Qué satisfacciones te ha dejado la novela? ¿Qué deudas?
—Satisfacciones me ha dejado muchas. Escribir una telenovela en Cuba es un camino largo, sacrificado y a veces tortuoso. El hecho de verla en la pantalla es ya una inmensa satisfacción, un triunfo. Las constantes llamadas que me hacen y mensajes de felicitaciones que me envían me cortan el aliento. El éxito abrumador que ha tenido la telenovela no solo en nuestro sino en varias partes del mundo, porque de varios lugares me llegan reportes de sintonía, es algo con lo que soñaba, pero realmente no esperaba.
«Estoy feliz porque he comprobado que la clásica telenovela, el buen melodrama hecho a conciencia, con pasión y respetando todos sus códigos, ha funcionado y va a funcionar siempre, y creo que a través de esta obra muchos decisores también lo han entendido.
«¿Deudas? ¡Infinitas! Sobre todo, lo que tuvo que ver conmigo. Después de casi tres años de escrita, al verla bajo la visión de otros muchos creadores, hay zonas del guion que ya no me gustan tanto, historias que tal vez debí profundizar más, y otras a las que quizás les presté más atención de la que llevaban. Pienso ahora que se me quedaron fuera otras maneras de asumir el embarazo por la familia, y que tal vez pudieron enriquecer más la trama.
«Me duele cada palabra que se dice en El rostro de los días y siempre me cuestiono sí pudo estar mejor. Ver la telenovela en la pantalla me ha servido de aprendizaje para futuros proyectos. Y sobre todo me ha impulsado a seguir hacia adelante. Por eso estoy eternamente agradecido a todas y cada una de las personas que tuvieron que ver con su realización».
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