Y el cisne renació
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El 15 de septiembre de 1956 la gran Alicia Alonso bailó en el Stadium Universitario de La Habana, frente a miles de personas emocionadas, La muerte del cisne.
Era, de alguna manera, una despedida. La bailarina no quería bailar en Cuba mientras gobernara el tirano Fulgencio Batista.
Esa noche tuvo lugar una Función Nacional de Desagravio dedicada a la prima ballerina assoluta por la Federación Estudiantil Universitaria (FEU).
Fue la respuesta a la agresión de la dictadura al Balletde Cuba, al cual le fue retirada la exigua subvención que el estado cubano había asignado a la compañía en una etapa anterior al golpe de estado de Batista.
La prensa de la época habló de veinte mil personas que aclamaron a Alicia y a todos los artistas que participaron en el acto.
Pocas veces se había escuchado una ovación tan larga e intensa en este país.
Fue la confirmación emocionada y jubilosa de una relacion estrecha: la de la compañía fundada por Alicia, Fernando y Alberto Alonso con la Federación de Estudiantes Universitarios, la FEU de José Antonio Echeverría.
José Antonio no pudo asistir, era peligroso, pero ahí estuvo el líder estudiantil Fructuoso Rodríguez, quien salió de la clandestinidad sorpresivamente, para dirigirse a los presentes y condenar la acción de la dictadura.
Fue el último discurso de Fructuoso.
Rodeado de sus compañeros logró salir del estadio vigilado. Pero antes le expresó a Alicia el testimonio agradecido de los jóvenes, de todo un pueblo.
Alicia fue el cisne que moría, a nadie se le escapó el símbolo.
Bailó con lágrimas en los ojos.
Pero ella (y tantos) sabía que no era una despida definitiva.
Ese cisne iba a renacer.
Pocos años después sería emblema de la cultura en Revolución.
Metáfora de una gesta.
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