Una de cal, pero, “porfa”, otra de arena

El profesor Calviño lo recordaba en uno de sus últimos Vale la pena: permanecer desinformado es mantenerse en la ignorancia.

Y desde la desinformación no se pueden tomar las mejores decisiones. 

Lo decía a propósito de quienes optan, en medio de esta pandemia, por evitar las noticias, las explicaciones e informaciones de expertos y todo cuanto revele la gravedad del asunto.

De todas formas, aunque se apague el televisor o la radio, la realidad y los riesgos de la situación epidemiológica van a ser los mismos.

Es una gran verdad, irrebatible: estar informado es estar empoderado.

Pero a veces hay excesos evitables. Si en la televisión te informan de los contagiados y fallecidos, y después muestran un material sobre los padecimientos que alguien sufre luego de haber rebasado la Covid-19, y a continuación aparece un extenso material sobre los accidentes del tránsito con imágenes espeluznantes, y luego, a renglón seguido, ofrecen detalles de una operación en que se exhiben las entrañas de alguien entre pinzas y bisturíes, todo eso a la hora de comida… entonces, bueno… parece que  hay cierto desbalance.

Y la tapa al pomo viene unas horas después con una película en la que un señor degüella a otro señor, o en la que un monstruo intenta devorar a cierta chica como quien se merienda un pan con guayaba.

Meses atrás, ya había comentado sobre ofertas audiovisuales similares, que por su concentración y densidad, no hacen sino echar más leña al fuego de las ansiedades, las depresiones y el estrés. Por no hablar de violencias y otras actitudes que igual están marcando en lo psicológico estos tiempos de Sars-Cov2, no solo en Cuba, sino a nivel mundial.

Es imprescindible, como apuntaba el profe Calviño, mantenernos informados, es nuestro derecho y también nuestro deber.

Pero también debiera procurarse, en lo posible, regalarnos con más asiduidad esos necesarios sorbos de levedad, algunas brisas coloreadas que refresquen, aunque sea momentáneamente, este caldeado mayo de pandemia.