Saludos desafortunados

Saludos desafortunados
Fecha de publicación: 
27 Febrero 2024
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Foto: shutterstock
 

No hace mucho, una aerolínea decidió comenzar a pesar a los pasajeros, además de a los equipajes, argumentando que con ello podrían conocer con exactitud qué tan cargado iba el avión y determinar la eficiencia del combustible.

Las redes sociales empezaron a hervir con la noticia y no faltó quien comentó: «¿He leído bien? ¡Estoy completamente consternado! Y disgustado».

Sin embargo, es raro encontrar en esas mismas redes a personas que se escandalicen o irriten porque alguien les soltó directo al rostro —¿a la barriga?—: ¡Pero cómo has engordado!

Resulta paradójico, porque es muy probable que tenga menos justificaciones el segundo que el primer caso, y mucho que abundan esas situaciones en que se dan criterios desfavorables sobre la apariencia física del interlocutor simplemente como una forma de saludo o para aportar al diálogo.

Pero hubiera sido mejor quedar en silencio, porque pocas cosas resultan tan desagradables en un recibimiento como semejantes comentarios que aluden al peso corporal, a cuánto has envejecido, a por qué estás tan canoso, tan pálido, tan… 

Sucede que algo como eso, aparentemente intrascendente e inofensivo, puede lastimar mucho al destinatario, sobre todo si una de sus preocupaciones es su aspecto.

Por tanto, el afectado quizás recuerde con dolorosa precisión aquella frase que le hizo sentir incómodo o avergonzado. 

En algunos casos, esas opiniones desagradables —dadas sin ser solicitadas— pueden generar sentimientos de vergüenza, ansiedad, depresión, e incluso trastornos alimentarios. Además, podrían tributar a una baja autoestima y a falta de confianza en uno mismo, afectando así muchas áreas de la vida, incluso hasta el desempeño laboral.

No es poca la presión que algunos sienten por cumplir con ciertos estándares de belleza, en especial los promovidos por los anunciantes, muchas veces inalcanzables. Pretendiendo acercarse a ellos, adoptan comportamientos poco saludables, como dietas extremas o ejercicio excesivo, cuyas repercusiones en la salud física y emocional pueden ser relevantes.

Es por todo esto que debería pensarse bien cada palabra y comentario antes de expresarlos, y, a la vez, tenerse en cuenta cuán necesaria en las relaciones interpersonales es la cortesía, que incluye la delicadeza y la mesura.

Alabar y estimular no conlleva esfuerzo alguno y hace mucho bien a quien recibe lo que es denominado estímulo positivo, que no es más que reconocer, elogiar las cualidades y los logros de la persona en vez de, innecesariamente, llamar la atención sobre algo que conlleva una carga negativa.

Fomentar esa cultura de apoyo mutuo, de respeto, hace que las personas se sientan valoradas, empoderadas, y puedan así desplegar mejor sus potencialidades.

Por eso, aunque la vida ande aprisa, aunque sean muchos los problemas, no hay por qué decirle a Fulanita, que anda por las casi 200 libras, cuánto ha seguido engordando. Mejor saludarla con un abrazo y elogiarle su sonrisa de siempre.

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