Pablo en concierto y después, por supuesto, amar...
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Pasé toda mi etapa estudiantil soñando que un día me hicieran semejantes «Proposiciones». Cuando las escucho enriquecidas por el sello de los Van Van, tienen la facultad de levantarme el ánimo. Quisiera que mis hijos también prefieran y propongan «un hermoso plan: Silvio en concierto o algo que se parezca, y después, por supuesto, amar».
Ahora que están entrando a la adolescencia, les he puesto una y otra vez aquello de «Ámame sin temor alguno, que yo he de prometer fidelidad a mi modo de ser»... Creo que más bien me lo repito a mí misma, como antídoto contra la desmemoria que, a veces, padecemos los padres cuando nos vamos haciendo viejos y, ya lo cantó Pablo también: «el amor no lo reflejo como ayer».
En mi favor he usado mucho un argumento irresistible: «déjame despertarte con un beso en la verde mañana que te espera…» Y en los últimos años, cuando la edad y las libras hacen estragos, contra complejos y temores tengo un conjuro: «ámame como soy (...) que quiero llegar a tu alma».
Soy sabinera hasta la médula, de ese andaluz me gusta incluso la ronquera que le impide ser Frank Sinatra, sin embargo, cuando La Magdalena pide un trago en la voz de Pablo Milanés, la invitaría a dos, a tres y a cuatro, solo para seguir escuchándolo.
Continuando en tono de confesiones, confieso (valga la redundancia) que si tenía que elegir, desde pionera, una canción para algún matutino o algún acto de reafirmación revolucionaria, casi siempre escogía las de Pablo. Silvio fue, es y será mi favorito entre todos los cantores-poetas, pero de tan poeta, cuando la cosa iba de consignas, me quedaba con Pablo. Para muestra un botón:
«Bolívar lanzó una estrella
Que junto a Martí brilló.
Fidel la dignificó
Para andar por estas tierras».
Si donde dijo digo ha dicho Diego, si la vida lo cruzó de senda, si la banda sonora que me trajo hasta aquí ya no le sirve, pues mira, igual le agradezco.
«Amo esta isla», con mi alma entera de mujer y de madre (es lo que soy primero), y con mi palabra y con mi vida, tan difícil como feliz, y no quiero «hablarte de otras cosas más dignas, más hermosas...».
Cuando llega la hora de preguntarme «¿Qué verde ha de deslumbrarte? ¿Qué tierra con su humedad, sus olores, su humildad, va a faltarte? (...) ¿Qué clase de libertad van a darte?", sigo repitiendo, testarudamente, la misma respuesta que escribió Pablo; no me importa que otros, incluso él, hayan cambiado de idea: «yo me quedo con todas estas cosas, pequeñas, silenciosas, con estas yo me quedo».
Querido Pablo: yo sí «Te seré fiel» no como algo personal, sino porque «tu historia es solo un renglón de otra historia mayor en la que pueblo y hombre son solo una voz».
Estoy contenta de que vuelvas, feliz de que cantes. Yo no iré a la Ciudad Deportiva porque aquello de «será mejor hundirnos en el mar que antes traicionar la gloria que se ha vivido» me caló muy hondo y esperaba que incluso en estos días, aunque no siempre han sido «días de gloria», estuvieras cerca para aplaudir nuestra Soberana y nuestra Abdala, para cantar, valiente, todo lo que nos falta, para volver a denunciar lo que nos quitan.
Prefiero creer que el amor tuyo y de esta isla, Pablo querido, es un amor difícil, pero un amor al fin, la energía más poderosa, que ni se crea, ni se destruye: se transforma.
«No somos Dios, no nos equivoquemos otra vez»: viene Pablo, el fundador de la Nueva Trova, el autor de Yolanda, Para vivir y El breve espacio... Pablo Milanés, uno de los más grandes cantautores de Latinoamérica y, también, el cantor de la Revolución, aunque de a ratos pareciera que quiere olvidarlo. Esos temas están ahí, imborrables, «a un lado de mi piel, los guardo bien y a veces brotarán».
Pablo viene a cantar (eso espero); miles irán a escucharlo y después, por supuesto, a amar.
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