OPINIÓN: Equidad, jamás igualitarismo
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El profesor dicta una prueba con varias preguntas nada fáciles con vistas a un experimento. A la clase posterior trajo los resultados del examen. Varios habían logrado el máximo: cinco. Hubo diversas calificaciones, incluso suspensos.
«Ahora sumemos los puntos y los dividiremos entre todos», dijo e hizo. «Todos aprobaron», señaló, y anunció que al día siguiente tendrían otra comprobación.
Pasó así y al dar a conocer los resultados, repitió la operación de reparto. Volvieron a aprobar todos, pero la puntuación del alumnado había bajado notablemente. El maestro convocó a un nuevo examen de este tipo. Se efectuó y, cuando se dio el desenlace, el aula entera estaba…desaprobada. Esta narración se la debemos a la doctora Elizabeth Sarmiento, una especialista en Geriatría que atiende en el policlínico Wilfredo Pérez, de San Miguel del Padrón.
Si pasamos esto al Mundial de Atletismo de 2022, digamos a la lid de garrocha entre los hombres, sumaríamos las distancias conquistadas por los contendientes y, quienes se fueron enseguida, aun por tres fallas, tendrían algo. De seguir hasta el extremo, todos serían medallistas, aunque ninguno alcanzaría el oro. Ah, se perdería la luz especial de los vencedores, hasta el récord mundial de 6.21 de Duplantis. ¿Y a alguien le interesaría competir de esta manera? El público tampoco gozaría con el certamen. Al final, lo obtenido sería cada vez más bajo.
El error igualitarista lacera a una sociedad en la etapa de edificación socialista desde el capitalismo: aun derrotado, más que uñas, muestra garras, y deben ser controladas. Si no la construimos a partir de la visión marxista de a cada cual según su trabajo, y la martiana: equidad, cada cual debe recibir lo que merece, ni es justa ni hay avance. Sin cortar hechos que solidifican la posibilidad del comunismo incluso: las donaciones voluntarias de sangre, las diferentes muestras de solidaridad en la nación y en otros países, el amor por los demás concretado.
Si el dinero y el estímulo material dominan todo, y las cosas se hacen por el interés personal únicamente, al estilo de un animal amaestrado que realiza sus «proezas» por la golosina esperada, no vamos bien, aun más, comprometemos el futuro, dañando ya desde el presente. Debemos tener presente la siguiente opinión del Che: «La palanca del interés material en el socialismo es como la lotería de Pastorita: no alcanza a iluminar a los ojos de los más ambiciosos ni a movilizar la indiferencia de los más».
Esto no significa que el cuarto bate de un equipo sea igual que el octavo, ni que el regular en la nómina de un conjunto sea igualado al que calienta el banco. Tampoco debemos lastimar a ninguno de los ámbitos restantes con esta falsa igualdad que abraza lo absoluto, quita los pies de la tierra y saca las alas a destiempo. Vuelvo a los exámenes del cuento: hasta quien tiene para cinco se acomoda y los de tres o menos, ¿para qué se van a sacrificar, si al final los igualan? Ocurre parecido con los atletas.
Entonces me asalta otro cuento de una etapa vivida hace unos cuantos años. Asamblea en un centro laboral para repartir la posibilidad de comprar televisores, ventiladores, hasta refrigeradores y despertadores si no se tenían, o por lo deteriorado del aparato y, claro, la actitud ciudadana de la persona: la proposición debía ser aprobada por los concurrentes.
Quien la preside presenta a J para el televisor. Invaden las virtudes su boca y concluye con algo de reto: Espero que nadie se atreva a competir con este padre de doce hijos... Pues sí, lo hay: V se propone. Óiganlo:
«He sido siempre escogido como destacado en mi puesto. Yo nada más tengo un hijo, es cierto, pero lo he educado muy bien. ¿Y cómo iba a tener más? Me he metido doce zafras y cuando no, estoy sembrando la caña o estoy en un campamento agrícola cogiendo un sol de madre. J por la noche casi siempre duerme bien acurrucado junto a su esposa, mientras yo estoy sobre una hamaca o una litera, y en invierno paso un frío del cara'». La risa y los chistes ganan al público.
Finalmente, por votación mayoritaria, el televisor correspondió a V.
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