Ropa reciclada, de segunda mano, “trapishopin”, “shopintrapo”… variados y creativos son los nombres con que los cubanos hemos bautizado a esa alternativa comercial que hoy se posiciona entre las más demandadas… porque no abundan otras al alcance de la mayoría.

Foto: tomada de Facebook

Pero aun cuando la ropa reciclada ocupa en esta Isla un posicionamiento diferente al de otras geografías y son variopintas las fibras que entretejen el asunto, en estas líneas se habla de otra interesante interpretación que hoy se le da a la ropa reciclada en el mundo.

Ocurre que no son pocos los países donde aumenta la tendencia que se opone a la llamada moda rápida o fast fashion privilegiando en su lugar a la ropa de segunda mano, y no porque falten opciones o se trate de otra nueva tendencia aupada en las pasarelas.

Guadalajara. Foto: EFE

En Guadalajara, por ejemplo, diseñadores y activistas protestaron a finales de abril contra esa moda rápida con una jornada de reparación y reciclaje de prendas de vestir que tuvo repercusión en muchos medios digitales.

Y no fue un fenómeno puntual, se integraba a la llamada Fashion Revolution Week, entre el 14 y el 24 del pasado mes, que incluyó a varios países de América Latina, como Chile, donde la interrogante "¿Quién hizo mi ropa?" marcó el inicio del evento central en la lucha por una industria de la moda justa y sostenible.

Muy cerca de la Puerta del Sol, en Madrid, también se pronunciaron los ambientalistas a finales del mes pasado. Foto: tomada de clarín.com

Mas no se trata solo de un movimiento por esta parte del mundo. Justo al comenzar mayo y coincidiendo con el inicio de la Semana de la Moda en Berlín, la mundialmente conocida Puerta de Brandemburgo fue escenario para que activista del clima, ecologistas y muchísimas otras personas, gente responsable y convencida, se concentraran allá, pronunciándose contra la contaminación de la industria de la moda, y repletaran un enorme contendor de ropa usada.

Es la misma ropa que, considerada como residuos textiles, basura, exportan en cantidad de 6 toneladas semanales a África.

Foto: Jens Kalaene /Dpa

Hasta Francia, considerada la meca de la moda, se ha erigido como pionera en el planeta con un proyecto de ley que podría tomar medidas legales contra las empresas que oferten más de mil productos diarios ya que tendrán que aumentar su precio progresivamente, llegando hasta los diez euros más por pieza de aquí a 2030.

Así explicó el Ministro francés de transición ecológica y desarrollo sostenible, Christophe Béchu, aclarando que “El problema de estas plataformas es que su número de referencias es apabullante, y sus productos pueden estar fabricados con un 95% de plásticos”.

Claro, además de disuadir el consumismo, también es objetivo de esa medida limitar la presencia de este tipo de marcas en el país y, según el propio Béchu declaró , “reconstruir la industria textil francesa”.

De todas formas, como lo cortés no quita lo valiente, vale señalar que Francia se ubica a la vanguardia europea en estos empeños, a tal punto que el pasado verano su gobierno destinó un fondo de 154 millones de euros para incentivar que los usuarios reparen su ropa y calzado en vez de comprar nuevos.

Foto ilustrativa. Tomada de eleconomista.net

¿Protestas de moda?

Algunos han tratado de descalificar el movimiento contra la moda rápida, pero no es un asunto “de moda” o pasajero porque nada de pasajeros son los daños que ocasiona esa industria al planeta.

El concepto de fast fashion (moda rápida) se acuñó en la segunda mitad del siglo XX, sobre todo a partir de los años 80, en referencia a las prendas de vestir producidas en gran escala, con materias primas de mala calidad y que se sustituyen muy rápidamente en el mercado a partir de necesidades falsamente creadas para “seguir las tendencias de la moda” y usualmente imitando, sin lograrlo, las tendencias promovidas por la alta costura.

En realidad, solo pretenden incentivar un consumismo desbocado de estas ropas baratas, que por serlo, resultan de escasa durabilidad y cuyos tejidos contienen alarmantes cantidades de polímeros derivados del petróleo.

Foto: tomada de elperiodico.com

Si a lo anterior se añade que en la manufactura de estas producciones interviene una mano de obra generalmente mal pagada y con extensas jornadas laborales, queda casi completo el diseño de lo que el planeta No necesita.

Imágenes generadas por IA utilizando como fondo la Torre Eiffel y el Empire State para denunciar e incluso prohibir la moda rápida. / Vestiaire Collective

Motivos sobran para arremeter contra esta moda rápida que también de un modo acelerado conspira contra el mundo en que vivimos y hasta contra el sentido común:

Modos para la moda

Los datos son de espanto y tiran en sentido totalmente contrario a lo recogido en los Objetivos de Desarrollo Sostenible planteados por la ONU para 2030.

De modo particular, la fast fashion choca con el impacto de dos trenes en sentido contrario el Objetivo número 12 , relacionado con “garantizar modalidades de consumo y producción sostenibles, algo fundamental para sostener los medios de subsistencia de las generaciones actuales y futuras”.

Vertedero de ropa usada. Foto: Getty Images

Frenar el consumismo urge porque a la Tierra le estamos agotando los recursos mientras la población mundial sigue creciendo; y si llegara a los 9800 millones de habitantes para el 2050, harían falta cerca de tres planetas similares a este para garantizar estilos de vida como los de hoy.

Eso sería imposible pero cambiar tal manera de vivir, incluyendo el consumismo desmedido, y en este caso el que acompaña a la moda rápida, sí queda a la mano.

Existen intereses en contra, los de aquellos que engordan sus arcas con esas prácticas. Pero luchar por una moda sostenible vale cualquier esfuerzo, sobre todo porque acabar con nuestro planeta, con la vida misma, no puede estar de moda.