La Habana: ¿Cómo hacer para que la Covid no los enceste?
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Foto. tomada de thehealthypost.com
Los veo todos los días en el barrio jugando baloncesto. Muchachos y muchachones, la mayoría de ellos sin nasobuco. Obviamente, da calor, molesta, sobre todo cuando estás en actividad física.
Entre ellos los hay menores de 18 años, de Secundaria y de Preuniversitario, las mismas edades en que los contagios están alcanzando cifras muy preocupantes y que, al mencionarlas, le ponen rara la voz al doctor Durán, como quebrada por la preocupación y el dolor.
Paso al lado de los jugadores de básquet y me digo con pena e impotencia que hay muy altas probabilidades, sobre todo ahora con la nueva cepa, de que alguno de ellos esté engrosando en los próximos días esas listas lamentables.
¿Hablarles?, ¿interrumpir el juego para repetirles lo que seguro saben y pedirles, por favor, que se cuiden? Con esa alternativa se corre el riesgo de una mala contesta en el mejor de los casos porque yo soy solo una ciudadana más.
Pero, si ellos mismos no tienen la percepción del peligro, si sus padres tampoco –o no logran hacerse escuchar-, entonces, me pregunto, ¿por qué el médico de la familia que los está viendo, el delegado del Poder Popular y otras autoridades comunitarias no les llaman la atención?
¿Será también por temor a una mala respuesta, porque piensan que es por gusto? De ser así, entonces tendrían que actuar los agentes del orden público, con quienes las consecuencias pueden ser muy diferentes si se les da una respuesta incorrecta.
Que les llamen la atención, que les impongan a los padres, en el caso de los menores de edad, una multa; y si tienen más de 18 años, pues a los propios jugadores.
Es verdad que se aburren, que no hay opciones de recreación, y probablemente si alguno de ellos lee estas líneas me llame pesada, odiosa u otra lindeza peor. Pero acojo los adjetivos como si fueran el mejor de los regalos si con ello evito que alguno se contagie y consigo que sigan así, sanos y felices, listos para volver a darle con ganas al balón cuando el peligro ya no esté tratando de encestarlos a ellos.
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