Javier Sotomayor: un honor disfrutar de otra final
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Sotomayor y Zayas, una imagen orgullo de los cubanos. Foto: Mónica Ramírez
EL 22 de agosto de 1993 hizo en la ciudad alemana de Stuttgart una tarde espectacular. Se vivía la jornada final del IV Campeonato Mundial de Atletismo y en un momento el silencio se apoderó del estadio Gottlieb-Daimler.
Luego de asegurar la corona, el saltador de altura Javier Sotomayor intentaba volar sobre los 2,46 metros para agregar un centímetro al récord mundial que casi un mes antes había firmado en la urbe española de Salamanca.
No sucedió, pero el oriundo de Limonar tuvo como recompensa que su registro de 2,40 metros fuese inscrito como récord de la competencia.
Quiso el destino que exactamente 30 años después, el Soto estuviese en otro estadio, el del Centro Nacional de Atletismo de Hungría, y sentado muy cerca de donde 13 hombres -entre ellos un cubano- saltarían en pos de un cetro que le perteneció en dos ocasiones.
Su plusmarca para estas lides caducó hace una década, cuando en Moscú el ucraniano Bogdan Bondarenko venció la varilla a 2,41 metros del suelo, salto que nadie ha podido superar.
«Siempre es un honor poder estar aquí disfrutando una vez más de una final del salto de altura en campeonatos mundiales. Además, siguiendo a atletas de mucha calidad y talento. Más que todo a Mutaz Essa Barshim, uno de los mejores de todos los tiempos», aseguró el llamado Príncipe de las Alturas antes de “soltar” la primera de sus predicciones.
«Tamberi no estuvo muy cómodo en la clasificación, pero lo vi saltando bien en el calentamiento y puede hacer saltos superiores a los 2,33 y 2,34» dice y a su alrededor todos escuchan y aprenden.
Lograr un minuto de conversación fluida con Sotomayor en medio de tanto atletismo se torna una misión casi imposible. Su disposición para el intercambio queda anulada una y otra vez, casi siempre por algún saludo o la solicitud de alguien que siempre soñó con tomarse una foto junto a quien más alto ha brincado con el solo impulso de sus pies.
De tanto repetirse se ha adaptado a esas circunstancias y el trato afable y la sonrisa perenne son marcas de identidad. Mientras los contendientes calientan, elogia al estadounidense JuVaughn Harrison. Señala que hay que seguirlo en esta competencia porque «debe estar entre los medallistas».
A Luis Enrique Zayas le dedica palabras de elogio porque lo considera talentoso, aunque todavía con detalles que pulir. Desde su experiencia, no duda cuando señala que en las eliminatorias demostró que podía tener una mejor final.
«El 2,28 de la clasificación lo hizo muy bien y creo que tiene para estar entre los cuatro o cinco primeros, cerca de los 2,32 o un poco más», se atrevió a pronosticar.
Durante las siguientes dos horas no escatimó en consejos para su compatriota, mientras fueron cumpliéndose varias de sus profecías. No obstante, Sotomayor confiesa que nunca imaginó a Barshim (2,33 metros) fuera del trono.
A final, Tamberi (2,36) le regaló a Italia su primer cetro en la especialidad, a Harrison (2,36) se le escapó el oro por un fallo, y solo las imprecisiones de Zayas (2,33) permitieron al favorito catarí adueñarse del tercer escaño.
Ya sin la adrenalina a tope, fue mucho más fácil soltarle par de preguntas al único hombre con la capacidad demostrada de “volar” por encima de una portería de fútbol.
¿Por qué en 19 certámenes mundiales solo dos veces se ha ganado con 2,40 metros o más?
En el salto de altura, al igual que en la pértiga, no siempre se gana con los mejores resultados de la temporada. Además de la presión lógica por tratarse de una lid mundial, se trata de eventos muy tácticos a la hora de escoger las alturas. Casi siempre cuando te sientes ganador, cuesta volverse a concentrar para buscar una buena marca o un récord.
Me pasó, le sucedió también a Sergey Bubka, a Yelena Isimbayeva… Hacer récords en estos campeonatos o en juegos olímpicos se ve muy, pero muy poco.
Hablando de récords… El 2,45 acaba de cumplir 30 años y muchos aseguran que serán más. ¿Le gustaría estar presente si un día lo superan?
No. Definitivamente no…
Y entre la contundencia de la respuesta y la espontánea sonrisa reaparecieron los saludos, las fotos, la admiración por uno de los grandes referentes de la historia del atletismo y del deporte universal.
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