Fina en la Feria

Fina García Marruz, poeta grande de la lengua, murió el pasado año. Pero su muerte no fue ni será ausencia. El suyo es uno de los legados más contundentes de la lírica cubana. Su obra le ha garantizado la inmortalidad.

Ahora, en el año del centenario de su nacimiento —se cumplirá el 28 de abril—, la edición 31 de la Feria Internacional del Libro le dedicará varios espacios literarios, entre coloquios y presentaciones, que honrarán su creación poética y ensayística, y su compromiso con lo más encumbrado de la cultura y el pensamiento nacionales.

Fina García Marruz esculpió durante los muchos años de su vida un cuerpo lírico, hermoso y palpitante, esencialmente matizado. Sus poemas suelen ser leves en su enunciación —como aire ligerísimo y vivificante—, pero contundentes en sus implicaciones.

Rosas de delicado perfume, con espinas, claro… y con raíces que beben de las aguas subterráneas. Fina García Marruz prefirió (¿prefirió?, ¿debió?, ¿le tocó?) estar a la sombra, callar con la discreción de un gigante que acecha, mostrar ante los golpes de la vida una serenidad olímpica, aunque nunca arrogante.

Sus poemas hablan, han sido muchas veces el rostro. Fina García Marruz se internó una y otra vez en el bosque pródigo de la obra martiana, le dedicó al Maestro muchas de sus mejores horas, con una sensibilidad y una humildad resplandecientes; de su pluma —de su mente— brotaron algunas de las más diáfanas reflexiones sobre el itinerario personal y creativo del más grande de los cubanos: Martí mártir.

Fina García Marruz no hizo nada buscando premios, reconocimientos, fama presuntuosa… Diamantino fue su orgullo. Recibió los más altos reconocimientos de su país siempre con la tranquilidad del que sabía que los merecía, pero no los necesitaba.

La Feria del Libro honrará a esta imprescindible. La honrará la cultura toda.