EN GALERÍAS: Pogolotti, el visionario

La metáfora del cuadro que encabeza esta nota es diáfana y poderosa. Una mujer trabajadora se sienta ante un arpa y se abandona ante las sirenas que allí habitan. El arte como ámbito incontaminado, espacio de seducciones, libre de los escollos de la cotidianidad.

Otra pintura, El intelectual, célebre en el panorama de las artes visuales, también es muy sugerente. El hombre se inclina, en gesto displicente, ante la hoja en blanco. Y en la ventana, la sombra de la muerte, de la guerra, acecha.

Llaman la atención las implicaciones de estas obras, sobre todo si se tiene en cuenta que Marcelo Pogolotti, su autor, ni se regodeó en la capacidad de evasión del arte, ni se quedó callado ante los peligros y los desafíos de su época. Hasta el punto de que para muchos, este pintor y escritor cubano, del que se cumplen 120 años de su nacimiento, encarna el espíritu beligerante e incisivo del arte de las vanguardias.

El compromiso del arte con su contexto. El arte como arma en pos de reivindicaciones.

A Marcelo Pogolotti no le hubiera molestado que lo calificaran como un artista político.

Por supuesto, en su caso la vocación social iba de la mano de un indudable vuelo estético y conceptual. Hablamos de uno de los artistas que revolucionaron las artes visuales de mediados del siglo pasado, en diálogo siempre pródigo con muchas de las tendencias internacionales.

Pogolotti fue un abanderado de la modernidad. Fue más: fue un visionario.

Eso cree Roberto Cobas, el curador de la muestra que se inauguró en la galería 23 y 12, que exhibe piezas de la colección del Museo Nacional de Bellas Artes.

El especialista, que es una de las grandes autoridades de la historia del arte cubano, se hace una pregunta en las palabras del catálogo: ¿Pueden los dibujos y la pintura de Pogolotti, concebidos en los turbulentos años treinta, constituir vaticinios de los tiempos difíciles que hoy vive la humanidad? Él mismo se responde: Sin dudas, sí.

El título de la muestra da pistas: «Los ciclos de la historia». Puede encontrar el espectador en estas piezas la crónica de procesos y conflictos que parecen recrearse en los tiempos que vivimos.

La frase que acompaña la colección es también elocuente: «Mi pintura es dura porque nuestro tiempo es duro y necesita precisamente de un lenguaje pictórico también muy duro».

La dureza de cierta poesía, necesaria y más que legítima.

A la apertura de la muestra, que cerrará el 31 de agosto, asistió una de las más preclaras intelectuales cubanas, la hija de Marcelo, Graziella Pogolotti. Esta es una de las grandes familias de la cultura nacional: su legado es extraordinario.