El difícil tránsito hacia el retorno de la institucionalidad
especiales
El pueblo boliviano, a través de la emisión de voto el 18 de octubre, podrá retornar la institucionalidad que fue interrumpido por el golpe de Estado de 2019.
El único mandato que tenía el gobierno de transición era el de convocar las elecciones fijadas para mayo de 2020. Sin embargo las elecciones se han venido postergando en cuatro oportunidades, hasta que el pueblo boliviano, a través de la protesta popular obligo al gobierno y al Tribunal Supremo Electoral definir una fecha límite para que se realicen los comicios electorales, y por esta vía los bolivianos y bolivianas a través de la emisión de nuestro voto el 18 de octubre podamos retornar al cause institucional que fue interrumpido por el golpe de estado de noviembre de 2019, y poder constituir un gobierno que tenga legitimidad de origen y legalidad.
En este tránsito y desde el golpe, la coyuntura se ha caracterizado —en el marco del proceso electoral— por la polarización del ámbito político e ideológico boliviano, entre las fuerzas políticas y sociales. Por un lado es MAS-IPSP que articula una fuerte base social, y lo nacional popular, y por otro; un bloque que hace frente al MAS-IPSP, que opera desde el gobierno de facto, y las organizaciones políticas que actualmente están en la carrera electoral, como “Comunidad Ciudadana” a la cabeza de Carlos Mesa que ya se enfrentó electoralmente al MAS-IPSP en las pasadas elecciones de 2019, y “Creemos” de Luis Fernando Camacho, que después de haber sido protagonista golpe y líder del Comité Cívico pro Santa Cruz, constituye organización política para entrar al juego electoral el 2020.
Este último bloque ha sido protagonista y cómplice de la postergación de las elecciones, sin importarle la constante ruptura de la normas que rigen al Estado de derecho, y ha recibido su primera derrota por la movilización de los movimientos sociales y sus organizaciones que posibitaron fijar la fecha mediante Ley de la ALP. Es decir, la protesta social logro instaurar de nuevo en el país los procedimientos normativos que rigen el marco del proceso electoral. En esta movilización y protesta social se redefinieron las relaciones de fuerza y poder, y la acumulación política de lo nacional popular se impuso a los sectores sociales y políticos que buscaban la prorroga y la postergación indefinida de las elecciones utilizando a la pandemia como pretexto.
Después de esta movilización la polaridad social se exacerbó porque se entró a un nuevo escenario que es el de la campana electoral. En este escenario, las encuestas arrojan datos que ubican al MAS en primer lugar con 40,3 % y la posibilidad de ganar en la primera vuelta. Estas encuestas muestran la segunda derrota que viene enfrentando el bloque opositor al MAS-IPSP, porque Carlos Mesa si bien se encuentra en segundo lugar con el 26,6 %, ha bajado su preferencia electoral en departamentos importantes como Santa Cruz porque ahora disputa esta preferencia con Luis Fernando Camacho que le resta votos en este departamentos logrando ser el favorito con el 30,4 %, mientras Carlos Mesa tiene el 9,4 %[1], y esto ha generado que la candidata por Juntos decline en su candidatura porque las encuestas mostraron su tendencia a bajar, es decir un fracaso en su candidatura que disfrazo con la retórica de que su declinación fue para no dispersar el voto frente al MAS-IPSP. Es decir otra derrota que sufre el bloque opositor.
¿Que une al bloque opositor? Los une su temor al MAS-IPSP. Por eso la polarización que se ha instalado en el país, —siguiendo al politólogo Jorge Richter— es el clivaje en torno a “dos opciones: el bloque MAS y Anti MAS” y las “referencias diarias están a partir de la persona de Morales”, y “el temor del retorno del movimiento popular y social al Estado”[2]
Por este temor, este bloque como en la pasadas elecciones, busca instalar una nueva agenda mediática, en el contexto electoral del 2019 instalaron el fraude electoral, y en el del 2020 lo hicieron con la instrumentalización de la pandemia, afirmando que las elecciones no podían realizarse el 6 de septiembre, porque sería el pico más alto del contagio de la pandemia, por lo que se hacía inviable el proceso electoral, levantando la consigna “salud o política”. Como esta batalla discursiva ya fracaso, y se ha entrado a un escenario estrictamente electoral de captación del voto indeciso, de los que deja Jeanine Áñez, y de los sectores que antes tenían una opción política definida y que ahora se encuentran fragmentados porque la sociedad ha quedado más dividida que en el contexto del golpe, donde se manifestó el sismo de los sectores sociales urbanos vs sectores rurales y populares. Los sectores sociales que se movilizaron contra Evo Morales y el MAS-IPSP, han quedado decepcionados por la división interna del bloque social y político con el cual se sentían representados en un momento histórico determinado, y por la incapacidad y pésima gestión del gobierno y su esquema de poder antidemocrático y corrupto que ha llevado a una crisis multisectorial, y que actualmente está atravesando una profunda crisis de credibilidad de la cual no se recupera.
Entonces, ¿Que agenda mediática se busca instalar para captar el voto de los sectores sociales antes mencionados? O mejor ¿qué elementos ideológicos serán instrumentalizados para construir una nueva interpelación que tenga efectos de poder sobre el ciudadano y lo lleve al convencimiento que el voto útil es necesario? En este momento electoral, a menos de un mes de las elecciones y considerando las encuestas, el tema a ser posicionado será diferente entre los contendientes. En Comunidad Ciudadana se reposicionará el “voto útil” porque a nivel del bloque de poder opuesto al MAS-IPSP, ya no existen posibilidad de argumentos a ser construidos, ni condiciones para que se inhabilite nuevamente el proceso electoral, hoy se trata de ganar votos, y existe la presión para que algunos candidatos bajen sus candidaturas, como ya lo hizo Jeanine Áñez, para evitar el triunfo del candidato del MAS-IPSP Luis Arce Catacora.
Se conoce del clamor y del pedido para articular a toda la derecha del país en torno a una sola candidatura, y existen más presiones de sectores sociales de poder para que Luis Fernando Camacho baje su candidatura, debido a que las encuestas no le favorecen en el resto de los ocho departamentos exceptuando Santa Cruz; y por eso, es que está cobrando relevancia en lo discursivo el concepto del voto útil que favorecería eventualmente a Carlos Mesa, porque además hasta la fecha esta posesionado en segundo lugar.
Sin embargo, si el voto útil está pensado solo para enfrentar electoralmente al MAS-IPSP y lograr un resultado favorable electoral para sus contendientes, es posible que fracase, debido que el MAS-IPSP posesiona también un discurso donde desenmascara que el voto útil no va “en el aire” se liga también a un programa y proyecto político, que tendrá repercusiones sobre la estabilidad política, económica y social, así como en la gobernabilidad del país después del acto electoral. El MAS-IPSP ya ha demostrado con creces que es capaz de gobernar el país con estabilidad y crecimiento económico, y bien estar social, con equidad inclusión y justicia social y que es capaz de llevar adelante el país, la consigna de su campana, tiene un mensaje que tiene sentido y significación en el actual contexto de crisis y es creíble “vamos a salir adelante”, mientras que Carlos Mesa —frente al MAS-IPSP— ha demostrado con creces, que tiene debilidades en el “arte del timonel”.
Frente al poder cruceño, Carlos Mesa tampoco tiene poder suficiente en las estructuras sociales de clase como las tiene Camacho en Santa Cruz, y el poder económico y político de Santa Cruz es determinante en este proceso electoral , y ha sido determinante también a la hora de defender sus intereses regionales frente al occidente. Por eso es que Camacho representando a este poder va aumentando su tendencia en los votos en Santa Cruz, y le está restando no al MAS-IPSP, sino a Carlos Mesa, porque los votos que gana Camacho son los que pierde Mesa. Esta tendencia del voto de Camacho es una muestra de articulación de un nuevo poder en Santa Cruz que sustituye a los antiguos liderazgos pero no a la clase a la que representan, la oligarquía cruceña, que detenta el suficiente poder económico, para sumir en el momento oportuno el poder político. Esta es la ventaja de Camacho, y la desventaja de Mesa que no expresa un nuevo liderazgo, ni puede representar al conglomerado tan diverso de los sectores oligárquicos de occidente.
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