El bocadito de heladooo
especiales

Foto: captura de pantalla, Facebook
A veces, cuando la cosa se te pone dura de verdad porque se rompió la lavadora, no queda ni un grano de arroz para terminar el mes y el azúcar está dulcemente despidiéndose junto a los últimos billetes del salario, una opta entonces por proteger su salud mental.
Es así que te topas con una grabación para acompañarte en una práctica de relajación y pones alma, vida y corazón en acatar las sugerencias de esa voz que te indica sentir como tu cuerpo se relaja, flota: primero los deditos de los pies, después las pantorrillas, las rodillas…
Y sientes que vas subiendo y dejando atrás –abajo- la lavadora con su tarjeta achicharrada, las quince llamadas para intentar cambiar aceite por arroz, el precio de la malanga… Qué rico que se siente en el flote junto con ese ruidito de mar de fondo que lleva la grabación.
Cada vez se ven más lejanas y chiquiticas las colas, a la vez que una va subiendo, elevándose, mientras el audio te indica que estás a punto de entrar al plano astral.
Pero justo en ese momento, cuando se supone que vas a entrar, que ya; otra voz –que no es la de la grabación- te atraviesa los audífonos, tronante, imperativa: ¡El bocadito de heladooo!
Y aterrizas en picada sobre el sofá en que estabas acostada, diciéndote que si en el dichoso plano astral también está el vendedor de bocaditos de helado, entonces “…abandonad toda esperanza”.
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Mimisma
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