EDITORIAL: Un año que tiene que ser mejor
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Es imposible disfrazarlo con eufemismos: 2022 fue un año particularmente difícil para la nación. Lo ha sido para el mundo todo, con esta espiral de dificultades y conflictos armados. Y para Cuba, sometida a uno de los más inhumanos paquetes de sanciones impuestas por el gobierno de los Estados Unidos, la fatal confluencia de la etapa recuperativa de una pandemia, los desastres naturales, el impacto de la crisis mundial, sumados a los problemas estructurales de la economía nacional, agravaron una situación ya compleja para el país, a causa en buena medida de los efectos del bloqueo económico y financiero.
La crisis energética marcó también esta etapa. Los apagones generalizados afectaron las dinámicas de la ciudadanía y también a la industria, la agricultura y los servicios. El desabastecimiento, la inflación, la falta de insumos básicos inciden negativamente en la calidad de vida.
Es natural el descontento. Es comprensible el cansancio, el abatimiento. Y es normal que los ciudadanos reclamen de las autoridades respuestas ante los disímiles problemas del día a día.
Pero el desafío del gobierno tiene que ser entendido también como el desafío de todo el entramado social. La desidia, la abulia, el desinterés no deberían campear a sus anchas. La respuesta es la articulación del empeño colectivo, que es el principal valladar ante las políticas agresivas de los adversarios históricos de la Revolución Cubana.
El año que terminó fue también el de una de las más significativas olas migratorias en la historia reciente del país. Decenas de miles de cubanos abandonaron el país en busca de un futuro más promisorio, ante la agudización de la crisis.
Preocupa la composición de esa emigración. Miles de los que se fueron son profesionales formados por el sistema educacional del país (con una significativa inversión). Miles son jóvenes... en un país que envejece a ritmo creciente. Esa sangría de capital humano necesariamente afecta la sostenibilidad de un proyecto social y económico. Ese es otro gran desafío.
Y sin embargo, hay razones para no perder la esperanza. Un país más próspero es posible pese a las redobladas presiones de los enemigos de la Revolución. La manera en que Cuba combatió la pandemia, con la creación de vacunas propias, es un ejemplo de la capacidad de resistencia y el potencial científico de un pueblo.
Hay reservas morales en la Cuba contemporánea. Es preciso aprovecharlas mejor, ponerlas en función de un proyecto de país más inclusivo, con una economía más eficiente, con la aspiración permanente de consolidar un estado socialista de derecho.
No es un camino de rosas, pero es el camino: el desarrollo y el bienestar de los cubanos no puede depender de las veleidades del contexto internacional, por más que influyan e impliquen. De los cubanos depende su modelo. Y un modelo se concreta en la comunidad de intereses y aspiraciones, que no representa una unanimidad acrítica.
Este año 2023 debe ser crucial, asumiendo la envergadura de las transformaciones que se precisan, que deben ser fruto de un gran consenso. Cruzarse de brazos no debería ser la opción de los cubanos dignos. El temple de un pueblo se demuestra en épocas de crisis. Este año puede ser mejor. Tiene que ser mejor. Y todos podemos (y debemos) hacer nuestro aporte.
Foto: Tomada de Oncubanews
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Carlos Fonseca
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