EDITORIAL: La Feria del Libro, un compromiso con la cultura
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Foto: Tomada de Sierra Maestra.
Este domingo concluyó en Santiago de Cuba la Feria del Libro, un evento que, a pesar de las dificultades económicas del país, ratifica su papel como la cita cultural más abarcadora de la nación. La literatura sigue siendo un pilar fundamental en la formación de ciudadanos cultos y críticos, y su promoción no puede quedar relegada por las circunstancias. La Feria es mucho más que un punto de venta de libros: es un espacio de intercambio, aprendizaje y reafirmación del valor del pensamiento.
Ante las limitaciones de la industria editorial cubana, es necesario continuar explorando alternativas que permitan mantener el acceso al libro sin perder de vista la calidad. No se trata solo de imprimir más ejemplares, sino de establecer jerarquías claras en la selección de obras a publicar y distribuir, garantizando que los lectores puedan acceder a textos esenciales y relevantes. La producción editorial debe ser estratégica, apostando por el equilibrio entre la literatura, la investigación y los títulos de interés social.
En este contexto, el libro digital no debe verse como una solución provisional, sino como una herramienta con múltiples posibilidades. Su desarrollo puede enriquecer el programa de la Feria, permitiendo la difusión de obras que, por razones económicas o logísticas, no pueden llegar en formato impreso a todos los públicos. Aprovechar esta opción con una estrategia bien definida contribuiría a la diversificación y democratización del acceso a la lectura.
Uno de los aspectos más valiosos de la Feria es la interacción entre escritores y lectores, un elemento que no debe perderse en futuras ediciones. La presencia activa de los autores en presentaciones, paneles y debates no solo dinamiza el evento, sino que fortalece el vínculo entre la literatura y la sociedad. La Feria no es solo un escaparate de libros, sino un espacio de diálogo donde las ideas cobran vida y se fortalecen las relaciones entre creadores y público.
Más allá de los números de ventas y asistencia, el verdadero impacto de la Feria se mide en el sedimento cultural que deja, especialmente en las nuevas generaciones. No se trata de exhibir estadísticas, sino de valorar cuánto contribuye el evento a la formación de lectores y al fomento del pensamiento crítico. La Feria debe mantenerse como un faro cultural, defendiendo el libro no solo como un objeto comercial, sino como un instrumento de conocimiento y emancipación.
En tiempos de incertidumbre, preservar y fortalecer la Feria del Libro es un acto de responsabilidad cultural. Es imprescindible seguir apostando por este espacio de encuentro con la literatura, convencidos de que la lectura sigue siendo una herramienta insustituible en la construcción de una sociedad más informada, reflexiva y comprometida.
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