DE MIS RECUERDOS: Purito había sido más puro que yo

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DE MIS RECUERDOS: Purito había sido más puro que yo
Fecha de publicación: 
18 Agosto 2022
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Hace más de 55 años de aquella escuela militar organizada para la Facultad de Humanidades de la Universidad habanera. La viví a manera de una aventura apetitosa. Sabroso todo eso de ejercitarse temprano y las carreras, marchar, desarmar el fusil, tirar con él… También conocer mejor a los condiscípulos y educadores. Un espacio lejano de lo cotidiano, más duro, hace surgir con fuerza mayor las virtudes y las debilidades. El panorama queda más claro para trabajar sobre ellas.

Aunque no me gustó ser nombrado jefe de pelotón, debido a mi cargo en el comité de base de la Unión de Jóvenes Comunistas en Periodismo. Mandar, poner un reporte, tantos saludos, no me complacen. Hubiera preferido ser comisario político; así decíamos en esa etapa al calor de la literatura soviética, pese a dominar la nominación verdadera: instructor político. ¡Qué cará, la vida siempre es más rica que la versión oficialista!

Hubo sus dosis de humor: una profesora, al saludar militarmente a un superior, olvidó que llevaba en su diestra el jarro con café con leche: ¡se lo viró encima! Y en una alarma de combate, un gigantón de Letras salió con su fusil, pero en calzoncillos... A mis 80 años, todavía recuerdo aquellos momentos con agrado y melancolía. Los sentí —los siento— un poema de combate, lirismo que nos hace comprender la épica de manera mejor.

Hice de las mías: a un buen compañero, con cierta actuación aristocrática mostrada en las aulas, cuando nos tocó la higiene del campamento, le ordené la limpieza de los baños; se salvó de que no fueran letrinas. Solo murmuró: «me obligas a hacer algo que detesto...» Se le quitó bastante de lo tenso al acompañarlo en la tarea hasta concluirla. Por cierto, el curso fortaleció nuestra amistad, aún duradera.

No les voy a negar que al tocarnos la misión de la cocina: repartir los alimentos, lavar los platos, las cazuelas, les dije a mis muchachos: «Estamos en el poder (así bauticé la función): saquen lo que puedan de lo sobrante para meterle mano después. Ahora no se les ocurra quedarse corto en la ración ni negar el reenganche». En las dos ocasiones que nos tocó, fueron nuestras noches buenas: siempre había comida abundante allí y cargamos con alguna parte de ella.

¡Ah, Purito…! Me da pena hablar de esto con ustedes. Debo mostrarlo cual un baldón, una cicatriz. Persisten. Reunión del adiós. En fila. Los jefes militares y políticos darán a conocer a los más destacados. ¡Me nombran…! Enrojezco. Subo a la presidencia. Saludos. Aplausos. Luego del acto, el Puri es uno de los más entusiastas al abrazarme en el albergue durante la recogida de la ropa.

Entonces me doy cuenta del error. Sin embargo, no tuve el valor de renunciar a ese honor. Óiganlo bien: le pertenecía.

Con mis 75 kilos, el entrenamiento atlético desde niño, con una salud de acero, para mí, en general, todo lo realizado allá era pan comido. Él, pequeño, delgado, lejos de la musculatura, amenazado y atacado muchas veces por el asma. Aquella mañana, bien temprano, de una humedad tremenda, él había sido golpeado por la citada enfermedad. Los ejercicios, correr, marchar mientras las garras lo ahogaban. No abandonó. Durante un descanso, me doy cuenta de su pecho parecido a un mar encabritado.

«Miliciano, vaya para la enfermería, que lo vean allí». Su NO me sonó más firme que angustiado. «Es una orden... Te puede ocurrir algo». Me respondió jadeante: «Ni hablar... ¿Acaso el Che no venció a su asma? Yo también tengo que vencerla o ¿para qué voy a servir?» Me derrotó: le permití terminar la jornada. Después, la atención médica, el restablecimiento, la alegría por su triunfo. Hasta me da las gracias.

Hoy, debido a mi edad y la distancia, no me acuerdo de su nombre real. Sea cual sea, lo puso muy en alto sin pedir algo a cambio: lo supe dirigente juvenil; luego, de nuestro Partido; combatiente internacionalista... Todavía me duele haber disfrutado los aplausos, las congratulaciones: debieron ser para Purito.

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