DE LA HISTORIA OLÍMPICA: ¡Cuidado, ahí viene el tren!
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Juegos Olímpicos de Zatopek: Helsinki 1952. La locomotora humana desde entonces. Sobrenombre bien puesto: el atleta checo se impuso en los 5 000, los 10 000 y la agotadora carrera de maratón. En las dos primeras distancias había ganado en Londres cuatro años atrás plata y oro respectivamente, con 14: 17. 8 y 29: 59.6. En Finlandia las recorrió en 14.06.6 y 29: 17, nuevas enarcas para el clásico. En la restante logró:2. 23: 04, el mejor tiempo también para estas citas.
Como si fuera poco, su esposa Dana Satopkova resultó la titular en la jabalina (60.47) al destrozar la primacía de este tipo de justa. El mencionado matrimonio estuvo en Cuba cuando el deporte se convertía en un derecho del pueblo cada vez más. Actuaron en calles y pistas con el objetivo de fortalecer el amor por la cultura física y la calidad de nuestro deporte.
En Roma 1960 toman el mando otra vez las mujeres, gracias a la labor de la estadounidense Wilma Rudolph. Con las contiendas del músculo derrotó las secuelas de la poliomielitis, y de buena baloncestista pasó su querencia al deporte rey.
En la capital de Italia, tricampeona. Ninguna como ella en 100, 200 y el relevo corto. Dominó la prueba reina con 11 segundos, por debajo de la plusmarca olímpica, aunque no lo reconocieron porque disfrutó de superior tiempo a favor de lo permitido. Su semifinal la había conquistado con 11.3, igual a lo supremo del planeta.
En la lid de la mitad del óvulo consiguió quebrar la plusmarca de la gran fiesta; 23. 2, En la victoria final, con demasiado aire en contra, le cronometraron 24. Cerradora en la batalla del cambio de testigo, se lo dieron con retraso, apretó el acelerador, y no solo salvó el premio dorado para su patria: fue la figura central en el único record mundial roto en el atletismo para damas de la XVII Olimpiada, según apunta el historiador cobano José Elías Bermúdez Brito.
La persecución y el lanzamiento a un segundo plano la atraparon a consecuencias de sus críticas al racismo existente en su país. De un hogar muy humilde desde su nacimiento, sumieron aún más en la pobreza a esta madre de cinco hijos. Bogó en aquel mar encrespado como modelo y bailarina. Un accidente y sus extremidades inferiores tan superiores quedaron marcadas por cicatrices. Se quedó sin empleo. Para sobrevivir se veo obligada a vender sus medallas.
Hubo algún acercamiento al final de su vida: invitada especial a la ceremonia de situar la primera piedra en el estadio de Atlanta con vista a los Juegos de 1996. No pudo ser testigo del certamen: falleció, víctima de cáncer, meses antes de la apertura de los XXVII Juegos. Tenía 56 años.
Los lectores se preguntarán: ¿Por qué no se dice quien ocupó el reinado en Berlín 1936? Allí existió algo mucho más grande: un héroe. Se trata del norteamericano Jesse Owen. Ese episodio merece un trato especial. Se lo ofreceremos en un escrito próximo.
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hpad
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